Miércoles, 13 de julio de 2011 | Hoy
CINE › EL DIRECTOR CANADIENSE XAVIER DOLAN HABLA DE SU óPERA PRIMA, YO MATé A MI MADRE
Tres premios se llevó la película de este nativo de Québec, que la escribió a los 17, la filmó a los 19 y la estrenó con 20 recién cumplidos, en la Quincena de los Realizadores de Cannes 2009.
Por Neil Schamus
No fue la precocidad, sino el talento de Xavier Dolan lo que generó un aplauso de pie de casi diez minutos en Cannes, tras la primera exhibición pública de Yo maté a mi madre. Tres premios se llevó de ese festival la película de este nativo de Québec, Canadá, que la escribió a los 17, la filmó a los 19 y la estrenó con 20 recién cumplidos, en la prestigiosa Quincena de los Realizadores de Cannes 2009. Con el propio Dolan encarnando al protagonista y la primera persona encabezando el título, Yo maté a mi madre –que se estrenará mañana en la sala del Cine Cosmos-UBA– desparrama signos de autobiografía. Pero el título no debe llamar a confusiones. Presentada en la última edición del Festival de Mar del Plata, la ópera prima de Dolan no abraza tanto la efusión adolescente-confesional como la comedia negra-disfuncional. A lo largo de la película, el protagonista y su madre intercambian una ristra interminable de chicanas insultantes pero desternillantes, que hacen pensar en ella como una sitcom bestial.
Si en la película el personaje le lanza a la cara su homosexualidad a la madre, en las fotos Dolan suele lucir entre arrogante y desafiante. Todo en su biografía huele a precocidad. Cuando abandonó el secundario, hacía un rato largo que actuaba, en cine y televisión. Su primera presentación ante cámaras se remonta a los cinco años, cuando llevaba todavía el apellido de la mamá y el papá, responsable de su ingreso a la actuación: Dolan-Tadros. Antes de terminar la primaria se sacó al padre del apellido, y según confiesa en la entrevista que sigue, con Yo maté a mi madre hizo lo propio con la sombra de la madre. Al año siguiente de su debut ya estaba de vuelta en Cannes con película nueva, una vez más escrita, producida, dirigida y protagonizada por él. Historia de un triángulo amoroso, en Les amours imaginaires Dolan se ocupó además de la dirección artística, el vestuario y la edición. Para el año próximo se espera su opus tres, Laurence Anyways, love story heterosexual posterior a una operación de cambio de sexo, que contará con Melvil Poupaud en el protagónico y Natalie Baye en uno de los papeles principales.
–¿Hasta qué punto es autobiográfica Yo maté a mi madre?
–Cuando vivía con mi madre, a los 15 o 16 años, sentía un fuerte resentimiento hacia ella. De hecho, antes del guión de la película había escrito una nouvelle que se llamaba El matricida, y que era bastante más violenta que ésta. De hecho, veo Yo maté a mi madre como una forma de liberarme del tema, de hacer las paces con esa etapa de mi vida y seguir adelante.
–En verdad, la película es menos violenta de lo que el título indica.
–Le puse ese título porque suena bien, es fuerte y en términos simbólicos no miente. Pero estoy de acuerdo en que no hay en el personaje una verdadera voluntad matricida, sino más bien una incompatibilidad radical entre madre e hijo. Finalmente, se trata de aceptar que uno tiene la madre que tiene y es el hijo que es, para poder superar ese desencuentro.
–Es una relación muy simbiótica la de Hubert y su madre.
–Son como uno de esos matrimonios que llevan mil años de casados, que se aman con tanta intensidad como la de su odio. Es como si tuvieran alergia mutua, todo lo que el otro es o hace los irrita, no pueden soportarlo. La diferencia con un matrimonio es que vos podés dejar a tu esposa, pero no a tu madre. A tu madre la llevás siempre.
–Hay una escena en la que el carácter edípico de la relación entre ambos se hace explícito.
–Sí, pero busqué ridiculizarlo mediante el kitsch y el cliché. Es un sueño en el que Hubert corre a su madre, que está vestida de novia, a través de una pradera.
–¿Sus padres vieron la película?
–Sí. Mi padre dijo que él no es como el personaje de la película, y tiene razón. Mi madre dijo que ella tampoco, pero no tiene razón (risas).
–Sin embargo, la película no es una diatriba contra la madre, sino un diálogo entre madre e hijo.
–Así es. Puse especial cuidado en evitar la unidimensionalidad de los personajes. Quería que el espectador se vinculara tanto con la madre como con el hijo, que ame y deteste a uno y a otro. Eso es lo que me pasó a mí con ambos personajes, a medida que los construía. Creo que la autobiografía entraña un peligro y es la falta de distancia con lo que se narra, el pegoteo entre el narrador y lo que narra. Para evitar ese pegoteo me propuse poner distancia entre mis experiencias y el relato. Siempre tuve presente que por mucho que la película estuviera basada en mi experiencia personal, no dejaba de ser una ficción. Y para estructurar una ficción se requiere distancia.
–Hay ciertas escenas que sí son monólogos del hijo.
–¿Se refiere a esas en las que habla a cámara?
–Sí.
–Esas escenas, que a diferencia del resto de la película son en blanco y negro, le dan toda la voz al hijo. Allí él se explaya sin barreras sobre lo que siente, sobre lo que le pasa. A diferencia del resto de la película, esas escenas sí tienen carácter confesional. Pero aun allí nunca dejo de tener presente que no soy yo sino Hubert el que se confiesa.
–¿Es verdad que usted mismo financió la película?
–Nadie quería producirla sin contar con financiación del Estado y de fondos públicos. Y esa financiación no llegaba, así que empecé a juntar plata yo. Yo mismo puse algo y le fui pidiendo a toda la gente que conocía. Iban poniendo de a 200, 300 dólares, 1000 dólares en el mejor de los casos. Así llegué a juntar 150.000 dólares. Recién allí una institución de apoyo al cine de Québec, el Sodec, puso algo más de esa cifra para la posproducción, y eso nos permitió terminar la película, cosa que de otro modo no podríamos haber hecho.
–¿Cómo logró convencer a Anne Dorval, una experimentada actriz canadiense, de hacer el papel de la madre?
–Muy sencillo: ella tampoco se llevó nunca bien con su madre, así que le interesó el proyecto.
Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.
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