Brevedad, pocas palabras y ausencia de grandes declaraciones fueron las características más salientes de la conferencia de prensa en la que se presentó la octava edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, que quedará inaugurado el martes próximo y se extenderá hasta el domingo 23 de abril. Apenas dos intervenciones oficiales (de la flamante ministra de Cultura de la ciudad, la tucumana Silvia Fajre, y del director artístico del Bafici, Fernando Martín Peña) y tres o cuatro preguntas de los asistentes redondearon una ceremonia muy poco ceremoniosa. Hasta el punto de que la tercera expositora –la productora general del Festival, Virginia Petrozzino– no llegó ni a abrir la boca.

El cuarto participante, y el de más alto rango, debió haber sido el jefe de Gobierno de la ciudad, Jorge Telerman, pero debió ausentarse a último momento a razón de un imprevisto problema de salud. En su alocución, caracterizada por la más absoluta sencillez y tono coloquial, la recién asumida Fajre dijo sentirse encantada de que una de sus primeras presentaciones públicas como ministra fuera en esta oportunidad. Se remontó hasta 1999, cuando el Bafici celebró su primera edición y mencionó que esta vez se verá un 150 por ciento más de películas, así como la asistencia creció en el curso de estos años hasta llegar al 50 por ciento más que en aquella ocasión. Refractario a toda altisonancia, lo primero que hizo Peña al tomar la palabra fue atajarse ante la enormidad que representa la programación del festival en su conjunto, advirtiendo que no iba a poder referirse a “todo” el evento, sino apenas a algunos pocos aspectos.

En la misma tónica, Peña relativizó la cifra de 450 películas dada en su edición del miércoles por un matutino porteño, aclarando que esa cifra incluía largos, cortos y mediometrajes. Pero de todos modos se sabe que la edición 2006 va a ser más grande que la del año pasado, y a la altura del record del 2004. En tren de refutar esa misma nota aparecida en el diario La Nación, el director artístico del Bafici corrigió cierta mención a unos “cortometrajes” del italiano Roberto Rossellini, apuntando que la película más corta de la veintena que integra la retrospectiva dedicada al realizador de Roma, ciudad abierta “dura unas tres horas”. Que había un mar de fondo relacionado no sólo con la publicación de esa nota, sino también con la edición de una separata que acompañaba la edición de ayer del diario Clarín, lo puso en palabras un periodista, al dispararle a la ministra de Cultura “si esta clase de privilegios para unos pocos medios va a ser una marca de su gestión”.

Fue Peña quien respondió con un rotundo “no” al momento más ríspido de la conferencia, al aclarar que esos indeseados anticipos periodísticos obedecieron a que la presentación ante la prensa había sido originalmente programada para el 30 de marzo. Y sucede que el 30 de marzo Fajre aún no había asumido oficialmente su cargo, por lo cual hubo que postergarla una semana. Justo el día programado para la publicación del suplemento especial de Clarín ... Más allá de estos dimes y diretes (y de alguna ironía por parte de Peña, como cuando muy seriamente dijo que el cineasta Raúl Perrone había logrado obtener la visa que le permitiría viajar de Ituzaingó a la Argentina), bastaba abrir la carpeta entregada a la prensa para constatar que la octava edición del Bafici ofrece la opípara dieta habitual. Cerca de 300 largometrajes del mundo entero se repartirán en dos competencias oficiales (una internacional, la otra exclusivamente argentina) y una enorme proliferación de muestras paralelas.

A lo largo y a lo ancho del evento porteño se podrá ver tanto la más nueva producción de algunos de los grandes nombres del cine contemporáneo (Lars Von Trier, Werner Herzog, Takeshi Kitano, los hermanos Dardenne, Hou Hsiao-hsien, Arturo Ripstein, Gus Van Sant, Hong Sang-soo, John Carpentery siguen las firmas) como descubrir a los que aún no se conocen tanto; abarcar de un solo golpe a toda la última camada de películas argentinas, varias docenas repartidas en las distintas secciones y rescatar a cineastas con toda una trayectoria pero aun así casi secretos (el británico Peter Watkins, el lituano Sharunas Bartas, el holandés Paul Driessen, el checo Jan Svankmajer, el argentino Ricardo Becher). Darse una panzada en el Malba, con la obra entera de Abbas Kiarostami. Recorrer medio siglo de cine alternativo de Estados Unidos. Ver toda la producción televisiva del enorme Roberto Rossellini. Asistir, en el Teatro Colón, a la versión restaurada y con nueva partitura de El acorazado Potemkin. Azorarse con las películas más malditas en toda la historia del cine latinoamericano ... En suma: el Bafici, una vez más.