Martes, 8 de noviembre de 2011 | Hoy
CINE › THIS IS NOT A FILM, DE JAFAR PANAHI, EN EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA
La película que el cineasta iraní codirigió luego de que el gobierno de su país le negara el permiso para varios proyectos de films de ficción es una suerte de carta urgente al mundo.
Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
Cuatro años atrás, este cronista tuvo el privilegio de conducir una charla pública que el cineasta iraní Jafar Panahi –el más relevante de su país, junto a Abbas Kiarostami– dio aquí mismo, en Mar del Plata, cuando vino a presentar su película Offside. Ahora ha llegado el turno de enfrentarse a This Is Not a Film, la película que Panahi codirigió luego de que el gobierno de su país le negara el permiso para varios proyectos sucesivos de films de ficción, que debieron haber sido los sucesores de Offside. Presentada en mayo en Cannes (dicen que viajó hasta allí en un pendrive, escondido adentro de una torta) y seleccionada ahora para la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata, desde el propio título This Is Not a Film es la película más singular del mundo. Grabada en video por el realizador de El espejo y El círculo junto a su colega Mojtaba Mirtahmasb, a fines del año pasado, This Is Not a Film es no sólo la película filmada por quien tenía prohibido hacerlo (de allí la provocativa ironía de su título), sino la carta urgente que manda al mundo el hombre a quien el gobierno de su país acababa de condenar a seis años de prisión y veinte de inhabilitación para filmar. Pena que la “Justicia” de su país (algún nombre hay que darle a lo que es en verdad un tribunal de amanuenses del régimen, encargados de hacer cumplir una orden política) acaba de ratificar hace apenas días, haciendo caso omiso de los pedidos, reclamos y protestas del mundo entero.
“Tengo prohibido filmar, escribir guiones y producir películas. Pero no actuar, así que voy a aprovechar para hacerlo”, dice Panahi en la cocina de su casa (lugar de su arresto domiciliario), pidiéndole a Mirtahmasb que lo acompañe hasta el living. Allí reconstruirá sobre la alfombra –corriendo un poco los muebles y usando cinta engomada para simbolizar paredes– la planta de lo que debió haber sido su sexto largometraje, contando el argumento y actuándolo también un poco, ya que no lo puede dirigir. Grabada a lo largo del último día de 2010, desde el momento en que Panahi toma su desayuno hasta la noche, This Is Not a Film es lo que podría llamarse un “autodocumental” (género al que también pertenece Arirang, de Kim Ki-duk, parte de la sección Autores del Ficmdp). A lo largo de los 75 minutos de proyección, el realizador, encerrado entre esas cuatro paredes, unta la mermelada sobre el pan, llama por teléfono a Mirtahmasb para que venga a ayudarlo, le pregunta a su abogada por las últimas novedades, juega con su mascota (una inquieta iguana llamada Iggy), deja registro de su imposibilidad de visitar a los familiares en pleno Año Nuevo, usa su celular como minicámara y reconstruye su película imposible.
Consciente tal vez de estar despidiéndose del cine por un largo tiempo, Panahi revisa fragmentos de sus films anteriores, se asoma a la ventana para ver de dónde vienen unas explosiones (producto de la represión a las protestas post eleccionarias), ayuda al encargado a recoger la basura y termina asomándose a la calle, para filmar unas fogatas que jamás se sabrá si son de festejo por el Año Nuevo o de rebelión ante el régimen. Un plano extraordinario en su ambigüedad, que también lo es porque quien lo filma está violando, al filmar, la prohibición del régimen. Lo único no verdadero de This Is Not a Film es su título. Profundamente política y urgentemente personal, This Is Not a Film devuelve al cine su capacidad de intervenir sobre aquello que en el cine iraní fue siempre fuente de reflexión y cuestionamiento: la realidad. Realidad que, allí mismo donde la película termina, queda en manos del espectador. ¿O es que no vamos a hacer nada para liberar a esta víctima de un régimen autocrático?
Como en Graba, que el argentino Sergio Mazza presenta en Competencia Internacional, la estadounidense Without gira alrededor de una chica fuera de lugar. O tal vez es el mundo que la rodea el que lo está. Como la María de Belén Blanco, Joslyn es una forastera, intentando encajar en un mundo no particularmente acogedor. No se trata aquí del París más nocturno y anónimo, sino de una pequeña isla, en el norte más lejano de los Estados Unidos, donde esta chica de 19 años ha aceptado trabajo cuidando a un anciano. Aunque un motivo más íntimo y personal tal vez la haya llevado hasta allí. Como en la película de Mazza, ese motivo está vinculado con una pérdida importante, y también como allí se lo devela bastante avanzado el relato. Ante esa pérdida, y ante un presente que la pone al borde la alienación (limpiarle los pañales al viejo, encajar en el orden casi carcelario que imponen sus hijos, quedar aislada por falta de señal y conexión, soportar a un patovica local), Joslyn reacciona con pequeños brotes de locura.
Allí donde el personaje de Belén Blanco parecía hundido en la tristeza, Joslyn, tal vez por su condición de post adolescente, flirtea con quien no debería, graba pornos caseros con la cámara web y besa, posa desnuda y maltrata finalmente al pobre viejo con ACV. Al realizador debutante Mark Jackson le basta con mostrar a un tipo que, durante una cita, no hace otra cosa que hablar de sí mismo, rematando luego el monólogo con el beso más fuera de lugar del mundo, para dejar estampada una postal del narcisismo masculino. Que a una rígida guía de tareas domésticas, a la que la chica debe atenerse, se la apode “la biblia”, deja pensando si este pequeña muestra de minimalismo cinematográfico no apuntará en el fondo al maximalismo de denunciar los efectos que el puritanismo protestante tiene, aun al día de hoy, sobre la vida cotidiana en los Estados Unidos.
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