CINE › LA ARGENTINA ABRIR PUERTAS Y VENTANAS Y LA BRITANICA TYRANNOSAUR, LAS GRANDES GANADORAS
En una edición que mostró especial brillo en su Competencia Latinoamericana, la ópera prima de Milagros Mumenthaler obtuvo los Astor a Mejor Película y Realizadora. El film inglés también es un debut, el del actor Paddy Considine.
› Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
La excelente película argentina Abrir puertas y ventanas, ganadora de dos de los premios más importantes, resultó una de las dos grandes triunfadoras de la 26ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La otra winner fue la británica Tyrannosaur, que se llevó otros dos de los premios más significativos. Presidido por el programador y coleccionista argentino Fernando Martín Peña, el Jurado Oficial de la 26ª edición del Ficmdp otorgó el Astor de Oro a la Mejor Película a la ópera prima de Milagros Mumenthaler, quien además fue galardonada como Mejor Realizadora. En septiembre, Abrir puertas y ventanas se había llevado ya tres premios del Festival de Locarno, uno de los más prestigiosos del circuito cinematográfico internacional. Apenas un escalón por debajo de ella, Tyrannosaur –debut en la realización del actor Paddy Considine– recibió el Premio Especial del Jurado y un Astor de Plata al Mejor Guión. Las otras dos competencias oficiales de Mar del Plata tuvieron por ganadores a Diablo, ópera prima del crítico cinematográfico Nicanor Loreti (Competencia Argentina) y la peruana Las malas intenciones, de la también debutante Rosario García-Montero (Competencia Internacional). El extraordinario actor belga Olivier Gourmet, conocido sobre todo por las películas de los hermanos Dardenne, recibió un justificadísimo premio al Mejor Actor por su protagónico en el film francés L’exercice de l’état, mientras que la debutante Joslyn Jensen se llevó uno no menos justificado a la Mejor Actriz, por el film estadounidense Without.
Los dos Astor obtenidos por Abrir puertas y ventanas reafirman a la ópera prima de Mumenthaler como una de las tres más relevantes de la cosecha argentina 2011, junto a la estrenada El estudiante y Las acacias, de próximo estreno. El premio a Diablo, comedia negra con marcadas influencias del cine de Tarantino, puede ser visto como espaldarazo al todavía incipiente cine de género (y de culto) nacional, que el año pasado había arrimado, aquí mismo en Mar del Plata, otra muestra atendible, Fase 7. Otras dos muy buenas películas argentinas (o casi) resultaron premiadas, aunque por fuera de los jurados oficiales. El de la asociación católica Signis eligió mejor película a la mexicana El premio, que la porteña Paula Markovitch –radicada desde hace años en ese país– filmó en San Clemente del Tuyú con elenco enteramente local, y que fue parte de la Competencia Internacional. El jurado Feisal, que representa a las escuelas de cine, hizo lo propio con El campo, ópera prima en la ficción de Hernán Belón, participante de la Competencia Latinoamericana. Que el jurado que tenía a su cargo evaluar esa competencia haya resuelto otorgar un premio y dos menciones prueba que esa sección fue una de las de mejor nivel en esta edición de Mar del Plata.
A propósito, la 26ª edición del Ficmdp bien puede considerarse “la de la recuperación latinoamericana”, si se quiere apelar a la grandilocuencia. Después de un par de años en los que la dirección del festival pareció haber perdido “el camino del sur”, dos películas latinoamericanas seleccionadas para la Competencia Internacional (El premio y la chilena El año del tigre), sumadas a la decena de la Competencia Latinoamericana, la media docena de la sección Panorama del Cine Latinoamericano y hasta una sección dedicada al gore regional, graciosamente titulada Las Venas Abiertas, vuelven a poner a Mar del Plata en relación con el continente. No se trata de cultivar un latinoamericanismo a la violeta, sino de algo mucho más práctico. Para generar interés internacional, todo festival debe definir un perfil. Una de las formas de hacerlo es dar un lugar destacado al cine que se produce en el país, eventualmente la región. Apoyado en forma directa por el Incaa, la difusión de cine argentino es una de las premisas básicas del Ficmdp (aunque deba afrontar la fuerte competencia del Bafici). Pero eso no alcanza: sumarle el cine de la región parece la apuesta más lógica para atraer público, periodistas, programadores e invitados. Claro que para eso hay que invitarlos. Algo que por el momento, y debido a limitaciones presupuestarias, el Ficmdp sigue haciendo poco y nada.
Un ejemplo bien concreto: la recién estrenada De caravana, que este festival presentó aquí el año pasado, está teniendo, en términos internacionales, la suficiente repercusión como para que se hable, en este momento, de una posible remake estadounidense. Pero esa repercusión no la ganó gracias a Mar del Plata, que prácticamente no invita prensa extranjera, sino a un crítico de la muy influyente revista Variety, que tras verla en otro festival publicó una reseña muy elogiosa. Lo otro que no estaría mal sería que en su Competencia Internacional el Ficmdp funcionara menos como sucedáneo de festivales mayores (la mitad menos uno de las trece seleccionadas de esta edición vienen de participar, y hasta ganar premios, en las competencias oficiales de Berlín, Cannes y Venecia), descubriendo, o al menos echando una nueva luz, sobre películas que no haya tenido tanta difusión previa. Hechas estas salvedades, está fuera de discusión que la programación de Mar del Plata presenta cada año una mayor calidad, funcionando cada vez más como muestrario de lo mejor de la temporada internacional. Si se plantea el evento como una muestra dirigida pura y exclusivamente al público local, eso debería bastar y sobrar. Si se quiere hacer honor, en cambio, a la designación de “festival internacional” que lleva en su nombre, a Mar del Plata todavía le falta ser más festival, y más internacional.
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