Sábado, 31 de diciembre de 2011 | Hoy
CINE › DANIEL HENDLER HABLA DE NORBERTO APENAS TARDE, SU DEBUT COMO DIRECTOR
El proyecto comenzó como una historia coral durante una mudanza, hasta que Hendler se dio cuenta de que el verdadero interés estaba en uno solo de los personajes. Así nació la película que protagoniza Fernando Amaral y que se estrena el próximo jueves.
Por Oscar Ranzani
Un actor experimentado como Daniel Hendler, además de ser una de las figuras del Nuevo Cine Argentino, debuta como director. Y lo hace con Norberto apenas tarde, película que su creador define como “una comedia triste”. En realidad, Hendler había hecho sus primeras experiencias detrás de cámara hace muchos años con Arauco Hernández y Federico Veiroj, con quienes trabajó en una serie de cortos. Pero la idea de dirigir un largo nació hace ya varias temporadas. En principio, pensaba armar una estructura coral que narrara una etapa en las vidas de varios personajes que se entrecruzaban en una mudanza. Su proyecto hasta tenía título, La mudanza. Y el foco iba a estar puesto en un muchacho que, a través de una inmobiliaria, alquilaba un departamento a unos abuelos que se tenían que mudar porque no podían subir escaleras. Y se iban a cruzar los inquilinos y el agente inmobiliario. “Era una historia que trabajé un tiempo hasta que me di cuenta de que lo que me interesaba de verdad era la historia del agente inmobiliario, Norberto. Y ahí empecé a escribir esta película, Norberto apenas tarde”, dice a Página/12.
El film –que se estrena este jueves 5–, está centrado, efectivamente, en las vivencias de Norberto (Fernando Amaral), un joven de unos 35 años, cuya vida se va desmoronando poco a poco. Se queda sin trabajo y al tiempo empieza a desempeñarse como vendedor en una inmobiliaria. Como Norberto trabaja a comisión, miente a sus potenciales compradores, luego del consejo de su nuevo jefe, quien le propone hacer un curso de autoafirmación personal para vencer la timidez. Pero las mentiras, en realidad, abarcan distintos aspectos de su vida, ya que se transforman en una práctica sistemática que no sólo ejercita con sus seres más cercanos sino, incluso, consigo mismo. Como una manera de tapar sus conflictos, puede suponerse. Hasta que un día va a ver una obra de teatro y, a partir de entonces, decide anotarse en un taller de actuación. ¿Tal vez para profesionalizar su manera de mentir o para encontrar un cambio transformador de su existencia? “La idea es contar momentos de cambio y la dificultad ante el cambio”, anticipa Hendler.
–¿La película es, en parte, una reflexión sobre la actuación?
–En un sentido amplio, sí, porque la vida es también actuación, en el sentido de la acción. Y el drama quiere decir acción. Tiene que ver con la dificultad para el drama que experimenta un personaje en un momento determinado. Una dificultad para accionar y para acercarse a sus impulsos vitales. Es un tipo que está encerrado en una vida que siente que no le pertenece del todo, y un suceso externo (lo despiden de un trabajo) desencadena una serie de crisis en distintos espacios de su vida. El tipo para cambiar y para dar un giro en su vida no cuenta con las herramientas o la sabiduría necesarias, y genera un poco de lío alrededor. Cuenta un poco ese proceso. Esto es un retrato de un tipo en un momento determinado en el que no sabe mucho manejarse en la vida. Y actuar también es eso. Como lo dice el afiche de un curso de teatro en el que repara el protagonista: “Actuar no es mentir, es encontrar la verdad”. Y él, de alguna manera, está viviendo eso. Ese laberinto entre la mentira y la verdad de su propia vida.
–Laurence Olivier, en cambio, decía que “Actuar es mentir”, a diferencia de la frase que aparece en la película. ¿Con cuál de las dos usted se siente más identificado?
–Creo que las dos son un poco lo mismo. Son distintas formas de decir lo mismo. Actuar es mentir. Pero, ¿qué es mentir?, sería la pregunta. Porque cuando un niño miente está buscando su verdad, está tratando de encontrarse a sí mismo, de lograr un objetivo genuino. Y no existe la verdad absoluta. Siempre hay algo de subjetividad o de narración cuando uno cuenta o busca una verdad. Entonces, en realidad, son las dos caras de la verdad o las dos caras de la mentira. De hecho, el personaje, en su propia vida, tiene al profesor de teatro que lo ayuda a encontrar la verdad para actuar, y al jefe de la inmobiliaria que lo invita a mentir para convencer a los clientes.
–Por otro lado, tampoco es lo mismo mentirles a los demás que mentirse a sí mismo, que es un poco el debate del personaje.
–Exacto, porque Norberto ante todo se miente a sí mismo y es por eso, creo, que no lo odiamos. Aunque hace cosas muy odiosas, uno lo acompaña porque en mayor o en menor medida todos nos mentimos a nosotros mismos y, a veces, lo necesitamos más. Y el tipo está en un momento en el que necesita mentirse como loco. Quizás el teatro lo ayuda a detectar en él ciertas armas para el cambio, también armas de seducción, y para encontrar dónde están las mentiras como para poder desarmarlas un poco. Son mentiras que lo están aprisionando en su propia vida.
–¿Por qué la definió como una “comedia triste”?
–Primero, porque no quiero alimentar falsas expectativas y que alguien vaya pensando que se va a cagar de risa. Quizás el título les puede dar a entender a algunos que es una cosa rarísima y a otros que es una cosa graciosa. Yo creo que no es ni una ni la otra. Es una comedia que a mí me causa gracia y donde hay un humor latente constante, pero no es un humor explosivo ni de chistes. Tiene más bien que ver con una mirada donde aparece el humor. Y creo que también hay algo de la tristeza que está latente. Habla también de la soledad de un personaje, y más allá de que ciertas cosas nos puedan causar gracia, hay un trabajo de actor que tiene que ver también con la tristeza.
–Es cierto que no es una comedia delirante, pero tiene humor. ¿Cómo lo trabajaron con Fernando Amaral?
–Con Fernando, ése fue un punto interesante, porque él era básicamente un comediante, un tipo con mucha experiencia en teatro, sobre todo en teatro infantil. Y no tenía ninguna experiencia ante cámaras. Esta era una película cuyo guión trataba de expresar cierto humor al lector para que entienda el tono de lo que se estaba contando. Y escribí una versión de trabajo para los actores y para los técnicos también, donde un poco escondía ese humor, lo volvía más seco, porque hubiera sido muy fácil para Fernando ir hacia el lado de la comedia, mirarse de afuera, buscar lo cómico y perder ese trabajo interior que profundizó mucho al personaje. Entonces, cuando me decidí por él fue porque vi que había algo en Fernando que podía explorar, y conectar con su tristeza y olvidarse un poco del comediante.
–También señaló el tono de la película como “un naturalismo selectivo”. ¿Cómo es eso?
–Eso quiere decir que, en realidad, se defiende ante todo la verdad en la actuación, pero se busca focalizar accidentalmente sobre algunas cuestiones que nos hagan pensar en algo. La idea del naturalismo es que las cosas se desencadenen naturalmente, pero que sucedan justo donde está el foco de la cámara y generen un ritmo que nos haga entrar a nosotros en una narración precisa.
–Si en algunas de las películas en las que actuó, sus personajes funcionaban como una suerte de alter ego de los directores, ¿cómo es en el caso del que interpreta Amaral?
–También hay algo de eso. Después de un tiempo en el que mirando para atrás la mayoría de las películas que hice son alter ego de los directores, debo entender que no es casual que haya algo que me interesa en ese tipo de cine y de narraciones personales y, al mismo tiempo, universales, pero en definitiva que surgen de un impulso interno. En este caso, ahí es donde yo confirmo un interés por este tipo de historias de personajes que cuentan cosas que tienen cercanía con el director.
–¿Y cuáles son los elementos autobiográficos?
–No sé si son autobiográficos, porque puede ser algún elemento que me conecta íntimamente con el personaje pero que desemboca en una historia que no tiene nada de autobiográfica. En este caso, creo que tiene que ver con esa pelea entre la verdad y la mentira que, quizá, tiene que ver también con mi elección de ser actor. Y en el personaje se juegan de otra manera. Quizá lo encuentran un poco más desprovisto de armas en comparación conmigo, que pude tempranamente advertir que yo tenía que hacer algo con eso. Este personaje se da cuenta apenas tarde, digamos.
–Quizá la diferencia es que, en el actor, la mentira y la verdad son un juego y en el personaje es una situación real de vida, ¿no?
–Exacto. Esa habilidad que Norberto tiene para mentirse a sí mismo y que no lo beneficia mucho en su vida, un actor puede justamente transformarla en un elemento o en una herramienta para su trabajo. Y eso puede ayudar a uno, incluso a centrarlo.
–¿Con qué aspecto del personaje se siente más identificado?
–Puede ser con una tendencia a la alienación y también puede ser con un ego que, a veces, no encuentra su lugar o no está del todo acomodado y, de golpe, da muestras de querer salir. Siento que lo tengo más trabajado que el personaje, pero pueden ser cosas con las que sienta identificación.
–¿Definiría a Norberto apenas tarde como un retrato intimista del personaje?
–Sí. Si bien la narración tiene algo también de cuento, de fábula, una cosa bastante pura, por decirlo de alguna manera, no está saturada de información, es intimista. Y la cámara no lo juzga, trata de acercarse y no siempre le es fácil acercarse al personaje. Pero es una cámara curiosa ante este ser.
–¿Establece una complicidad con el espectador?
–Sí, pero al mismo nivel que la establece con el personaje. Justamente, no lo mira de afuera al personaje, no lo juzga, se compromete con él de la misma manera que con el espectador. Si no, hubiera caído en contar solamente el patetismo del personaje y la cámara hubiera estado al servicio del humor que nos podría provocar el personaje. Sin embargo, se acerca a Norberto al punto de comprometernos con él en sus dificultades. Y comprometernos sensiblemente. Al menos, esa es la idea.
–¿Norberto miente para ocultar sus conflictos?
–Primero, miente para no conectar con ellos, para evadirlos. Y en su intento por evadirlos, busca que nadie los advierta porque lo comprometería en esta evasión. Primero, es una evasión personal en la que nadie puede justamente meter las narices porque le impedirían sortear ese intento.
–¿Es una transformación definitiva la que atraviesa el personaje?
–Esa es la pregunta que uno se hace al verla. La película apunta a esa pregunta más que a una respuesta.
–¿Las crisis son la única manera de poder producir cambios en la vida, que algo de esto se ve en el personaje?
–Puede haber algo de eso. Sería lo bueno de las crisis. Pero, en el caso del personaje, la crisis tiene que ver con la dificultad de encontrar un camino saludable para producir un cambio.
–¿Por qué decidió filmar la película en Montevideo? ¿La definiría como una historia uruguaya, rioplatense?
–Hay elementos uruguayos, porque algunos personajes hablan muy en uruguayo y eso no traté de ocultarlo. Igual, es una historia que podría suceder en cualquier lugar, por ejemplo en Buenos Aires. Pero la filmé en Montevideo porque cuando escribía, imaginaba algunos lugares, algunas locaciones en las que yo había estado y que eran en Montevideo. Y entonces, no podía dejar de imaginar esas locaciones. Finalmente, conseguí la mayoría de ellas, así que tuve la suerte de filmar en los lugares que imaginaba.
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