CINE › OPINION
› Por Miguel Rep
Ser espectador de una película de Gaspar Noé es estar viendo algo que está afuera del sentido común de este exacto tiempo. Enter the Void es otra película fuera de nuestro tiempo lineal. Otra puerta de percepción.
Gaspar es una cámara que narra, un ojo que nos lleva por ese largo y a la vez corto friso que es su película. Un buen ejercicio para analizarla sería trazar el exacto perímetro donde se mueve la cámara, insoportable, provocadora, no sólo en los exteriores por donde se sobrevuela, sino también los adentros, los recuerdos de los personajes, los google maps de cada flashback. Y la psicodelia.
Gaspar es un heredero intransigente de Stanley Kubrick. Noé no hace películas, filma experiencias. Que, en mi caso, me conmueven, como lo hicieron Solo contra todos, Carne, Irreversible, Tintarella di luna.
Nadie transmite la paranoia alucinógena en tiempo real como aquí. El autocontrol espasmódico ante el Control amenazante.
Otro ejercicio: el cronometraje del tiempo real de los acontecimientos y la suma de instantes recordados. Gaspar no se contenta con el tiempo real, y vuelve a recrear la experiencia, restaurando el sentido, como diría el poeta.
Promesas infantiles, DMT, círculos, subjetivas a centímetros de las espaldas del protagonista, más círculos, MDMA, sexo, amor, poder, dinero, fetos de dosmiluno, sangre, círculos del infierno, balcones, vuelos, el vacío.
A fuerza de autores cambia el cine.
¿Acaso cine no es también una cámara que se mueve?
He tenido una percepción nueva, en una ciudad remota, con una experiencia que no tuve, sentado en una sala oscura, gracias a un cineasta irrepetible.
Maréense, entren en el vacío.
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