Jue 03.05.2012
espectaculos

CINE › 75 HABITANTES, 20 CASAS, 300 VACAS, DE FERNANDO DOMíNGUEZ

Colores con que la memoria invoca a la infancia

› Por Horacio Bernades

Pintor con medio siglo de oficio y una obra que se cuenta en centenares de telas, el hombre no parece conforme con el boceto que dibuja descuidadamente a lápiz. El problema son las ventanas: dibuja una, dibuja otra, dibuja tres o cuatro, las borra y las vuelve a dibujar. Uno se pregunta por qué tanto problema con las ventanas, si es apenas un boceto. Pero Nicolás Rubió pinta recuerdos y está habituado a reconstruir su infancia entera hasta el más mínimo detalle, transcribiéndola cuadro a cuadro. Y sucede que ahora no recuerda si la pared del living-comedor de la casa de la infancia tenía tres o cuatro ventanas. Por lo cual se verá obligado a hacer un llamado de larga distancia, a un pariente que aún vive en Vielles, en la Auvernia francesa, para consultar cuántas eran aquellas ventanas. El llamado le deparará una sorpresa, producto del tiempo transcurrido desde aquel entonces.

Vielles es el pueblo de menos de un centenar de habitantes y varios centenares de vacas, que el título de la ópera prima de Fernando Domínguez menciona. Seiscientos son los cuadros que Nicolás Rubió dedicó, hasta hoy, a recordar su vida allí, desde el momento en que llegó de Barcelona con sus padres, emigrados al día siguiente del fin de la Guerra Civil Española, y antes de partir a la lejana Argentina, poco después de finalizada la Segunda Guerra. Rubió pinta su vida y la de sus vecinos: hacendados, comerciantes, maestros, compañeros de escuela, personajes curiosos de pueblo. Lo hace en un estilo adecuadamente naïf, lleno de colores vivos y dado a veces a fantasías pueblerinas: alguna vaca que vuela, proporciones poco respetuosas de las de la realidad. Fantasías que recuerdan, inconfundiblemente, las de su pariente lejano Marc Chagall. La memoria fotográfica de Rubió no se manifiesta sólo en sus óleos: el hombre es uno de esos narradores orales amables y precisos, pausados y caudalosos, agradecidos y minuciosos.

Tan serena y detallada como su protagonista, 75 habitantes, 20 casas, 300 vacas es un viaje a través de la memoria de Rubió, en todas sus formas: memoria pintada, memoria oral, memoria fotográfica (por las diapositivas que el pintor atesora y consulta, como fuente para sus cuadros). Nacido en Buenos Aires en 1979 y formado en Barcelona, Fernando Domínguez filma a Rubió con un ritualismo tan paciente como el de Víctor Erice en El sol del membrillo, seguramente la obra mayor que ha dado el cine sobre su relación con la pintura. Así como allí el pintor castellano Antonio López esperaba el rayo de sol justo, a la hora justa y con la incidencia justa sobre el membrillar del patio, aquí Nicolás Rubió no puede pintar la casa de su infancia si no recuerda exactamente la cantidad de ventanas que había en el living-comedor. Con certero rigor, Domínguez no se distrae con la vida cotidiana de su personaje, no intenta “airear” la acción e irse a otras habitaciones o salir a la calle, no entrevista a conocidos, amigos o parientes de Rubió, no incluye declaraciones del propio Rubió que no sean sus recuerdos. O, lo que es lo mismo, sus cuadros.

En una palabra, Domínguez no incurre en ninguno de los vicios, errores o inconsecuencias de tantos documentales que parecen no confiar en la capacidad de atención del espectador. Si algo caracteriza a 75 habitantes... es su concentración. Concentración espacial (las cuatro paredes del taller de Rubió), plástica y dramática, hecha de planos que no apuran ni presionan al personaje. En ocasiones, Domínguez “interviene” algunos óleos, haciéndolos burbujear con tintas y aguadas, de la mano del artista plástico Javier Di Benedictis. Trabajando finamente sobre aires folklóricos europeos, la música de Pablo Grinjot hace eco a esos cuadros en los que la vida pueblerina de entreguerras se anima, con los colores con que la memoria invoca a la infancia.

8-75 HABITANTES, 20 CASAS, 300 VACAS

Argentina, 2011.

Dirección, guión, producción y montaje: Fernando Domínguez.

Fotografía: Natalia de la Vega.

Música: Pablo Grinjot.

Intervenciones y títulos: Javier Di Benedictis.

Intérprete: Nicolás Rubió.

Estreno en los cines Gaumont y Artecinema.

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