CINE › ENTREVISTA AL POLACO JERZY SKOLIMOWSKI, REALIZADOR DE ESSENTIAL KILLING
Ganador en Venecia y en Mar del Plata, el film del guionista de El cuchillo bajo el agua sigue a un enigmático prisionero que huye de los estadounidenses en un paisaje helado. “Quería universalizar la historia, volverla básica, atemporal”, dice.
› Por Horacio Bernades
Salir de ver la última película de un cineasta mítico y encontrárselo en el hall del cine, cuando uno sabe que el hombre vive a miles de kilómetros de allí, obliga a pellizcarse para comprobar que no se trata de una alucinación. Es lo que sucedió una mañana de noviembre de 2010 en el Teatro Auditorium de Mar del Plata, al finalizar la proyección de prensa de Essential Killing, opus 16 del polaco Jerzy Skolimowski. La presencia del realizador –a quien su físico compacto, gesto severo y anteojos de sol daban un aspecto como de espía eslavo– no había sido anunciada oficialmente, por lo cual toparse con él a la salida de la función producía su impresión. Opus 16 del legendario guionista de El cuchillo bajo el agua y realizador de La muchacha del baño público, El grito y Proa al infierno, Essential Killing venía de ganar tres premios en Venecia, incluidos el Especial del Jurado y el de Mejor Actor para Vincent Gallo. Se fue de Mar del Plata con otros dos: el de Mejor Película y, otra vez, el de Mejor Actor para Gallo, conocido por sus actuaciones en El funeral, de Abel Ferrara Trouble Every Day, de Claire Denis, y Tetro, que Francis Coppola filmó en Argentina.
Essential Killing, que se estrena mañana en Buenos Aires, narra el escape de un prisionero árabe (Gallo), perseguido por el ejército estadounidense a través de una zona boscosa e inhóspitamente helada. Si fuera una de Hollywood sería una de acción. Skolimowski la narra con espíritu más kafkiano que épico, abstrayendo todos los datos que para una película “normal” serían esenciales. No se sabe cómo se llama el tipo, si es un terrorista o un falso acusado, por qué está detenido y cómo fue a parar allí. Ni siquiera se sabe si es árabe, en verdad, porque no habla en toda la película. Lo que se sabe es que está luchando para seguir viviendo, y es ahí donde el espectador no puede dejar de cinchar por él. Una vez que entra en confianza, Skolimowski (que en la recién estrenada Los vengadores hace de torturador ruso) baja las defensas, mostrándose como un tipo tan inteligente como irónico, capaz de sintetizar sus ideas cinematográficas y de chismorrear sobre el temible Vincent Gallo. Y hasta de referirse cálidamente a su compadre Roman Polanski, con quien lo une una amistad de medio siglo.
–¿La historia de Essential Killing está basada en algún episodio real?
–No, está basada en que soy un tipo cómodo.
–¿A qué se refiere?
–A que quería filmar cerca de mi casa, no tener que recorrer grandes distancias para llegar al lugar de rodaje ni dormir en habitaciones de hotel. Yo vivo en una zona de Polonia que se llama Masuria, que es de bosques y lagos. Ya había filmado allí mi película anterior, Cuatro noches con Ana, y quería repetir la experiencia. En esa zona hay un aeropuerto militar secreto. Corría el rumor, que más tarde se confirmó, de que allí la CIA desembarcaba prisioneros tomados en Medio Oriente para enviarlos a centros clandestinos de detención. Yo no le había prestado mayor atención a eso, ya que era un tema demasiado político para mí. Quiero decir: en los años ’80 filmé una película llamada Arriba las manos, en la que denunciaba prácticas estalinistas. Esa película me costó el destierro, y francamente no tengo ganas de volver a vivir algo parecido.
–¿Entonces?
–Entonces sucedió que un día estaba manejando en los alrededores de mi casa, y justo en las inmediaciones de ese aeropuerto mi auto patinó en el hielo y casi me desbarranco. En ese momento imaginé que lo mismo podría sucederle a un vehículo militar que transportara a un prisionero y que el prisionero podía aprovechar esa circunstancia para escapar. Imaginé al prisionero huyendo en la nieve, con 30º bajo cero y los pies desnudos, las manos y los tobillos esposados, y me dije a mí mismo que ahí había una historia para filmar.
–¿Lo que le interesaba era contar una cacería humana?
–Sí, la lucha por la sobrevivencia de un tipo al que persigue el ejército más poderoso del planeta, en las condiciones físicas más extremas que puedan concebirse.
–Usted difumina los datos que permitirían ubicar la historia en un contexto político concreto.
–Quería universalizar la historia, volverla básica, atemporal. Sabemos que de un lado está el ejército estadounidense, porque vemos y oímos hablar a los soldados. Sabemos que al tipo lo atraparon en algún país árabe, porque las escenas iniciales así lo muestran. Pero allí se terminan las referencias: el tipo podría ser un terrorista o no, podría ser talibán o iraquí o iraní o lo que fuera. Hasta podría no ser árabe, sino un occidental que se radicó allí. Como ni siquiera lo oímos hablar, cualquier hipótesis sobre él es válida.
–El es un extranjero para el espectador, y el paisaje al que va a parar es absolutamente extranjero para él.
–No sabe dónde está: lo apresaron en Medio Oriente, lo metieron en un avión y de pronto se encuentra en medio de un bosque, con soldados que hablan un idioma que podría ser polaco, ruso, ucraniano o cualquier cosa parecida. Lo que yo buscaba era que el espectador no tomara partido por él en función de lo que pueda representar políticamente, sino por el simple hecho de ser un perseguido que intenta escapar. No es una cuestión política sino absolutamente primaria: conservar el pellejo como sea, cazando animales y sobreviviendo como un hombre primitivo.
–¿Por eso la palabra “esencial” en el título?
–Claro, esencial en el sentido de básico, primario: las cosas reducidas a lo esencial. Un hombre solo en un paisaje que le es completamente extraño, perseguido por un enemigo que lo supera en número, en armamento, en tecnología, en todo. Por eso era necesario que las primeras escenas tuvieran lugar en el desierto, en Medio Oriente, para después contrastar ese entorno con el otro al que va a parar, que es como los antípodas.
–Vincent Gallo tiene fama de ser un tipo complicado. ¿Cómo fue la experiencia de filmar con él?
–Complicada (risas). Pero valió la pena, porque transmite una intensidad inusual en pantalla. La situación en la que está el personaje es extrema, y él es extremo hasta en el modo en que mira.
–¿Cómo dio con él?
–Lo conocía de una película en la que actuamos juntos.
–¿Qué película?
–L.A. Without a Map, de Mika Kaurismäki. Pero en realidad tuvimos muy poco contacto en ese momento. Nos conocimos recién en 2009. Yo ya tenía la idea de filmar esta película, y estando en Cannes fui a ver Tetro, la película de Coppola en la que él actuaba. Después de finalizada la proyección él vino hacia mí y noté en él una cualidad animal, que se reflejaba en su forma de caminar y que le sentaba como anillo al dedo al personaje. Le comenté que tenía un guión que me gustaría hacerle leer, se lo mandé a su habitación y dos horas más tarde me llamó y me dijo que quería hacerla. “Yo soy de Búfalo, ahí hace un frío espantoso. A mí me encanta salir a correr descalzo en la nieve, así que soy la persona indicada para el papel.”
–¿A qué se refiere cuando lo caracteriza como un tipo complicado?
–A que es un actor del Método, y los actores del Método suelen tener sus peculiaridades. Esas peculiaridades generalmente tienen que ver con el tema de la memoria emotiva, que los hace estar en papel las 24 horas del día. Si el papel es el de un tipo reducido a un estado semisalvaje, como en este caso, convivir con él puede no ser muy fácil. Pero para filmar una película no hace falta ser amigos, sino simplemente congeniar en el trabajo. Y eso se dio, entre otras cosas porque él asumió el compromiso a pleno.
–Usted pasó diecisiete años sin filmar, desde comienzos de los ’90 hasta Cuatro noches sin Ana, que es de 2008. ¿A qué se debió ese retiro?
–Me alejé del cine porque me harté de las concesiones que hay que hacer y que me llevaron a filmar un par de películas fallidas. Me pasé todo ese tiempo pintando y viviendo en el bosque, que son cosas que me encanta hacer. Pintar tiene la ventaja de que ahí nadie te dice qué color deberías poner o qué pinceladas te conviene dar. Y vivir en el bosque te garantiza que nadie va a venir a joderte.
–Encima se dio el gusto de filmar a la vuelta de su casa.
–¡No, ese gusto no pude dármelo, finalmente! Es que necesitaba mucha nieve, y en Polonia no nieva tanto. Así que casi todas las escenas en el bosque están filmadas en Noruega.
–¿Cómo vivió su regreso?
–Con mucho placer, ya que yo mismo produje esta película y la anterior, lo cual me dio una libertad absoluta para hacer lo que quería.
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