Vie 12.05.2006
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CINE › ENTREVISTA A RICARDO CASAS

“En Benedetti no encontré fisuras”

Casas es el director de Palabras verdaderas, la película estrenada ayer en la que el poeta y escritor uruguayo da larga cuenta de sus pasiones.

› Por Oscar Ranzani

Su padre era una persona de bien y tan confiado que, cuando firmó el contrato para adquirir una farmacia, no se detuvo en el hecho de que no había stock de medicamentos. Entonces, apenas se hizo dueño del local, fundió inmediatamente. Esta es una de las tantas historias que marcaron la infancia de Mario Benedetti, figura emblemática de la cultura uruguaya tanto por su obra como por su calidez de ser humano. La anécdota es relatada por el propio Benedetti en Palabras verdaderas, documental del periodista uruguayo Ricardo Casas, que se detuvo en este icono de la literatura rioplatense para homenajearlo.

Palabras verdaderas está estructurado en base a dos entrevistas: una realizada por Casas en 2002, y otra de la Televisión Española que data de 1978. Entre otros temas, Benedetti cuenta uno de los secretos más imaginados por sus lectores: cómo aprendió a escribir a máquina. Cuando era muy joven realizaba un pequeño diario que distribuía entre los vecinos del barrio pero, a diferencia de lo que puede suponerse, contenía solamente noticias policiales. El gusto por la poesía llegó tiempo después de haber leído la antología de Baldomero Fernández Moreno, que funcionó como una especie de revelación que le indicó su camino de poeta.

Además, en Palabras verdaderas Benedetti habla sobre el amor, la fundación del Frente Amplio, la Revolución Cubana, las amenazas y persecuciones que sufrió tanto en Montevideo como en Buenos Aires, el exilio y las secuelas que dejó la dictadura en la sociedad uruguaya. El documental se completa con testimonios de Juan Gelman, Eduardo Galeano, José Saramago y Joan Manuel Serrat y con lecturas de sus poemas a cargo de Miguel Angel Solá.

“Por un lado, me impactó todo el material que conseguí de archivo porque conseguí cosas increíbles, incluso sobre el pueblito en el que nació Benedetti, en la época en que nació. Realmente en el Río de la Plata los archivos no son todo lo buenos que uno espera y, sin embargo, encontré mucho material”, comenta Casas sobre el exquisito registro audiovisual. Una filmación que no pudo conseguir está ligada con una historia que el propio escritor uruguayo cuenta en la película: Benedetti cursaba en un colegio alemán y cuando irrumpió el nazismo comenzaron a aparecer claros signos de propaganda nazi en esa escuela, según relata el escritor uruguayo. El se lo comentó a su padre, quien decidió de inmediato que no cursara más allí. “Supe de un material que mostraba el colegio alemán en la época en que iba Benedetti”, cuenta Casas. “Era una filmación donde aparecía la fachada del colegio con la esvástica nazi flameando. El señor que tiene la copia, que no es el autor de la filmación, no me permitió usarla. El dice que Benedetti dice cosas que no son ciertas de la época en que era alumno.” Pero, por suerte, “en el colegio alemán actual encontré algunas fotos de archivo. Entonces, pude recomponer esas imágenes de movimiento con fotos. También pude usar otro material del interior del colegio de la época”, agrega Casas.

–¿Qué percepción tenía y con qué idea se quedó después de conocerlo?

–Siempre me llamó la atención la modestia de Benedetti, que al principio uno dice “¿es cierto?” Pero cuando uno lo va conociendo se da cuenta de que sí. Hasta cierto punto eso es un problema para un documentalista que siempre busca las fisuras del personaje. Pero en el caso de Benedetti no hay. Entonces, hubo que enfocar por otro lado el documental. Por eso nos dedicamos más a la obra que a la persona. Al conocerlo como personaje, lo que más me llamó la atención es ese contacto que tiene con el público que es único. En los países de habla hispana lo adoran y lo leen jóvenes y viejos que se identifican con lo que escribe. Eso me llamó mucho la atención, porque no es común cuando se trata de la obra de un intelectual. De repente, hay artistas que sí tienen una llegada al público enorme pero con una propuesta más comercial, más tramposa si se quiere. En este caso, no. Es un artista que se propone comunicarse con la gente y lo logra pero con una obra de calidad.

–¿Qué relación encontró entre la obra y la vida de Benedetti?

–Toda su obra estuvo muy compenetrada con la problemática social de lo que estaba sucediendo en nuestro rincón del mundo. Por eso en la época de la insurgencia él toma un partido muy fuerte por esos aires nuevos de renovación, de revolución.

–Es imposible hablar de Benedetti sin mencionar a Montevideo, ¿no?

–Yo creo que sí. Porque no es casual que su obra salte a la fama con los cuentos montevideanos. Es un típico representante de la cultura portuaria, ciudadana. Nació en el interior pero desde los ocho años vivió en Montevideo y está absolutamente identificado. Montalbán lo dice: que en el exilio, incluso, Benedetti lleva consigo toda una carga de memoria y sigue escribiendo sobre sus personajes que conoce y que son montevideanos.

–¿Cómo logró darle imagen a la poesía?

–Es como decía Picasso, cuando le preguntaban cuánto le llevó hacer un cuadro, respondía: “Me llevó tres días y cuarenta años”. Es eso. Uno va acumulando información y algunos hallazgos. Después uno la va plasmando en la obra. Mi temor era que quedara un videoclip, pero creo que zafé. Pero, en definitiva, es una manera de generar un paralelo entre el poema y lo que estaba ocurriendo en determinado lugar en ese momento.

–¿Cuál de todos los aspectos de Benedetti le impactó más: el niño pobre, el poeta, el luchador social, el escritor comprometido...?

–Lo que me sigue llamando la atención es la libertad que tiene para expresarse y para decir lo que piensa. No manda a decir las cosas: las dice sin ningún problema, a pesar de que le pueda costar caro. Y le ha costado. Hay un libro que escribió en los años ’60, El país de la cola de paja, que le costó el malhumor de muchísima gente de todas las orientaciones políticas y sociales, porque denunciaba toda la hipocresía de esta sociedad que atraviesa horizontalmente a todos los sectores. Y lo sigue haciendo. No escribe ensayos como El país de la cola de paja, pero en sus declaraciones públicas y en sus comportamientos sigue marcando esa libertad.

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