Sábado, 20 de mayo de 2006 | Hoy
CINE › PRESENTO “VOLVER” EN EL FESTIVAL DE CANNES
El director manchego cautivó a los franceses con su último film, un melodrama en estado de máxima pureza que hasta incluye el tango de Gardel.
Por LUCIANO MONTEAGUDO
Desde Cannes
“Esta película marca para mí un regreso a mis raíces más profundas, una reconciliación con mi infancia, con una época (feliz a veces, infeliz otras) que yo creía ya cerrada, y que me ha sorprendido con su retorno.” Así presentó Pedro Almodóvar Volver, que ayer iluminó la segunda jornada de la competencia oficial de Festival de Cannes. Seis años después de llevarse el premio al mejor director por Todo sobre mi madre, Almodóvar, un favorito del público y la prensa de Francia, busca ahora con esta vuelta a sus orígenes –a su tierra natal manchega, al cine de sus comienzos y a dos de su actrices predilectas, Penélope Cruz y Carmen Maura– la consagración definitiva con la Palma de Oro.
Exito absoluto en España, estrenada masivamente este mismo fin de semana en Francia, Volver es un Almodóvar en su estado más puro, un melodrama familiar en el cual el cineasta propone otro relato aluvional, marcado por historias de adulterio, de incesto, de duelo y de muerte. Pero a diferencia de su película anterior, La mala educación, una obra más bien oscura, crispada, que miraba al pasado con rencor, se diría que Volver es, a pesar de todo, un film radiante, luminoso, marcado por los recuerdos de las mujeres –su madre, sus tías, sus hermanas– alrededor de las cuales se forjó la educación sentimental de Almodóvar.
“En el pueblo en el que me crié, en La Mancha, los hombres estaban ausentes, trabajando en el campo, o exiliados en la ciudad”, explicó Almodóvar en la conferencia de prensa que siguió a la proyección. “Y esta película es como si me hubiera detenido un momento a mirar hacia atrás y hubiera encontrado memorias dulces, cálidas, de esas mujeres a quienes escuchaba hablar y cantar y que fueron parte esencial de mi formación dramática.” Como señaló el propio Almodóvar –alegre, locuaz, cómodo en su rol de estrella de Cannes, rodeado por su gineceo de actrices, que no cesaron de mimarlo y elogiarlo–, Volver sin embargo no es, de ninguna manera, un film autobiográfico, sino una pura ficción, alimentada en todo caso por una verdad que surge de conocer a los personajes bien de cerca.
En el caso de Almodóvar, no se trata sólo de su familia sino también de los clásicos melodramas de Hollywood de los que siempre se alimentó su cine y que aquí no son la excepción: en Volver hay ecos de El suplicio de una madre (1945), aquella mezcla de film noir y tearjerker basada en la novela de James M. Cain y protagonizada por Joan Crawford, en la que una madre y su hija compartían la responsabilidad del crimen del hombre de la casa. Aquí, Penélope Cruz –en la que quizá sea la mejor película de su carrera– asume como suya la muerte que provoca su hija, porque ella misma de chica también sufrió abusos que su madre no alcanzó a descubrir a tiempo. Esa madre (Carmen Maura, en su regreso al harén Almodóvar) es a su vez un fantasma: también carga con un crimen en su conciencia y, escondida, se hace pasar por difunta, aprovechando las supersticiones del pueblo de Alcanfor de la Infanta, donde las viudas se dedican a cuidar lápidas para “pasar sus horas muertas”. “Desde el primer momento quise hacer una película sobre mujeres, que hablara del universo femenino, sobre la relación entre madres e hijas”, insistió Almodóvar. “Es más, diría que el origen de la película es mi madre, todo lo que he escuchado y vivido con ella y mis hermanas. Nunca he sentido tanto la presencia de mi madre, que ya ha muerto, como después del rodaje... Hay algo verdaderamente mágico en el cine, algo que yo siempre he sentido como premonitorio.”
En Volver hay un detalle particularmente significativo para el espectador argentino y está en el título mismo del film, que remite al célebre tango de Gardel y Le Pera, interpretado en un momento central de la película por Penélope Cruz (doblada por la espléndida cantaora Estrella Morente) en ritmo de flamenco. “Es una tergiversación a la que me he atrevido”, explicó Almodóvar. “Creo que el tango mezcla muy bien con otras músicas y en particular entra muy bien por ritmo de bulería, como lo hacen actualmente los jóvenes. Y Volver es un tango maravilloso...” “Vivir / con el alma aferrada / a un dulce recuerdo / que lloro otra vez”, dice Penélope Cruz, y con ella todo el nuevo film de Almodóvar.
El obsesivo recuerdo de un pasado entre tierno y doloroso, asociado a la primera infancia, también es el motor dramático de Princess, la sorprendente ópera prima del danés Anders Morgenthaler, apertura de la Quincena de los Realizadores, la sección paralela que se presenta como la alternativa, “la contra-programación de la oficial”, según su director, Olivier Pére, formado en la famosa Cinemateca Francesa. En una gala que premió por su trayectoria a David Cronenberg (ovacionado de pie por toda la sala), la película elegida no pudo haber sido más coherente con el homenajeado: “Se trata de un film mutante”, definió Pére a Princess, película que trabaja simultáneamente con actores y técnicas de animación propias del animé japonés.
El comic imaginado por Morgenthaler y producido por Zentropa (la compañía fundada por Lars Von Trier) se inicia cuando un joven pastor protestante regresa de su misión en el exterior para dejar los hábitos y hacerse cargo de la pequeña hija de su hermana, que murió después de haber sido abusada por la industria del porno, a la que entonces le declara la guerra total, como un cruzado. Filmada en pantalla ancha, con espléndidos dibujos que recuerdan lo mejor (y más violento) del manga japonés, Princess es un extraño, fascinante objeto visual, que parece expresar una furia muy particular, como si el protagonista fuera también un híbrido, un mutante salido de la monstruosa cruza de un personaje de Bergman y el ansia de punición elemental que movía a Charles Bronson en El vengador anónimo. Lo más alto y lo más bajo se dan cita en este film danés que ya está dando mucho que hablar en los primeros, soleados días de Cannes.
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