Sábado, 1 de septiembre de 2012 | Hoy
CINE › ENTREVISTA A BRUNO DUMONT, EL DIRECTOR DE FUERA DE SATAN
El gran realizador francés, autor de films premiados en Cannes como La humanidad y Flandres, afirma que “lo visible es la metáfora de un más allá que no tiene otro modo de mostrarse si no es a través de esa transfiguración”.
Por Ezequiel Boetti
Se dice que Bruno Dumont es un director místico, escultor de un cine de fuertes aristas filosófico-teológicas y que hizo de la religión y la espiritualidad –o sus ausencias– temas nodales de gran parte de su filmografía. Bastará con ver Fuera de Satán para comprobar la continuidad temática de su obra. La historia es una suerte de reverso de Entre la fe y la pasión, su film inmediatamente anterior, aunque salida de una misma matriz. Así, este cineasta pasó del fervoroso amor a Dios de la joven Hadewijch en aquélla a un veinteañera darkie (Alexandra Lemâtre) vinculada con un hombre (David Dewaele, figura repetida de su trabajo de 2009) que aparenta encarnar a un Lucifer terrenal. O a un “Cristo negativo”, tal como se lo catalogó el jueves en estas páginas. Todo lo anterior ocurre en ésta, su última película, que luego de su paso por más de una docena de festivales, entre ellos Mar del Plata y el Bafici, se ve desde ayer en las salas Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avda. Corrientes 1530) y BAMA Godard (Maipú 960).
Podría pensarse a ambos films como un capítulo más entre la dialéctica continua entre Bien y el Mal pregonada por el cristianismo. Lo que no deja de ser extraño, sobre todo si se tiene en cuenta que se habla de la obra de un realizador que más de una vez declaró no creer en Dios, pero sí en el cine. “En el fondo, Dios realmente existe... en el cine. El arte está en el origen de Dios desplegado en todas partes. La buena superstición está en el cine, en su elevada forma de creencia y en el conocimiento cercano de su ilusión. El cine es el lugar de lo sobrenatural. No hay alienación, Dios realmente existe en el cine y, si realmente fuéramos modernos, deberíamos entregarnos de una vez por todas a su teatro. Teatro donde él desaparece, pero reviviría con cada una de sus funciones”, afirma Dumont en una entrevista vía mail con Página/12.
Estrenada en la sección Un Certain Regard del anteúltimo Cannes, festival de donde este francés de 54 años supo irse con la Cámara de Oro a la mejor ópera prima por La vida de Jesús (1997) y dos Grandes Premios del Jurado por La humanidad (1999) y Flandres (2006), el opus seis de Dumont hace eje en la particular relación entre estos errantes y hieráticos personajes y su vagabundeo por la grisácea Pas-de-Calais, clima y geografía esenciales para el tono ominoso que atraviesa la historia. “Pensé las cuestiones relacionadas con el cielo como análogas a las de la Tierra. En ese sentido creo que la naturaleza nos instruye sobre lo espiritual y lo invisible. El paisaje es el corazón de la obra que, filmada y articulada por planos, y bajo el ritmo de un montaje, se desfigura para luego volver a través de la mirada del espectador. Puesto en escena de esa forma, lo visible es la metáfora de un más allá que no tiene otro modo de mostrarse sino es a través de esa transfiguración”, afirma antes de justificar con simpleza la utilización de planos más breves que en sus films anteriores: “Es que ahora trabajo con mayor velocidad”.
–Los silencios y los sonidos del viento y del agua son fundamentales para la película. ¿Buscó darles una importancia particular a esos aspectos?
–La falta de intenciones es una forma de sabiduría para conformarse con lo que está allí, con lo que adviene y que es a su vez un “por qué no”. Todo eso forma parte del azar y de la necesidad, que son la sal de la vida y que, por lo tanto, hace falta desear. El problema de la puesta en escena es de comportamiento. Yo no hice otra cosa que querer lo que lograba y hacer con eso un sonido mono. Este sonido es Uno, una forma consumada de la unidad, una aparición de Dios.
–Aquí, al igual que en varias de sus películas, plantea la relación entre un hombre maduro y misterioso con una chica aparentemente más inocente. ¿Qué cuestiones le interesan de esa dinámica?
–Precisamente eso, la dinámica entre ellos, la articulación de esos seres generada por la diferencia y la alteración. Los personajes de Fuera de Satán son distintos por una cuestión de ritmo y no de moralidad: al fin y al cabo, la moral es una cuestión de ritmo.
–Otro punto de contacto con sus trabajos anteriores se marca en una escena sexual vaciada de todo erotismo. ¿Por qué decide retratar el sexo de esa forma?
–Es que no me interesaría de otra forma. No puedo imaginarme filmando a dos personas haciendo el amor con normalidad. La expresión de la realidad no es justamente esa realidad sino su expresión, es decir toda la historia del arte. En la desproporción aparece la armonía, de lo contrario no se vería. Lo importante es la toma de conciencia de que se necesita del arte para ver la realidad. Es por eso que las obras de Pablo Picasso o de Alberto Giacometti tienen sentido: funcionan cuando todo está patas para arriba.
–Un crítico argentino vio en Fuera de Satán a la unión de las obsesiones de sus primeros films con el tono algo más religioso o místico de los últimos. ¿Coincide?
–El arte es un ahondamiento que, con mayor o menor profundidad, siempre vuelve a lo mismo.
–Hace algunos años dijo que “el discurso cinematográfico que le interesaba era de esencia mística”. ¿Cuál es la relación entre esa “esencia mística” y el arte?
–Toda arte tiende a la mística porque es un medio muy profundo de conocimiento y no, como se dice frecuentemente, “un simple entretenimiento”. El arte nos da una comprensión real de la unidad que subyace en la apariencia múltiple de las cosas. En ese sentido el cine tiene una cierta agilidad natural con sus propios recursos audiovisuales propicios a esta transfiguración fina. Es un instrumento deslumbrante de pensamiento.
–Cuando vino al Festival de Mar del Plata en 2007 aseguró estar “un poco dividido entre la integridad, la dignidad y el deseo de ir hacia el público”. ¿Cómo consigue un balance entre esos aspectos? ¿Hoy se siente igual?
–La integridad y la dignidad son las verdaderas marcas del deseo de ir hacia el público. Hoy me siento más unido.
* Fuera de Satán se exhibe en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530) hasta el lunes 3 a las 22, y desde el martes 4 al domingo 9 de septiembre a las 14.30, 17, 19.30 y 22 horas. Por otro lado, en la sala BAMA Godard (Maipú 960) se verá el fin de semana a las 14, 17.20, 19.10, 22.30.
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