Sábado, 1 de septiembre de 2012 | Hoy
TELEVISION › RICK Y COREY HARRISON, DE EL PRECIO DE LA HISTORIA
Padre e hijo visitaron Buenos Aires para promocionar los nuevos episodios que History Channel estrenará en Latinoamérica a partir del 23 de septiembre. El reality show transcurre en Gold & Silver Pawn Shop, un negocio de empeños de Las Vegas.
Por Leonardo Ferri
Curiosidad, capacidad de sorpresa y algo de suerte. Es probable que la familia Harrison nunca haya pensado que su negocio de empeños, el mismo en el que tres generaciones trabajan desde hace casi 25 años, iba a ser el que los convertiría en ricos y famosos. El precio de la historia es el resultado de esas cualidades –o habilidades, o todo junto– que parecen confirmar esa teoría que habla de que las ideas simples suelen ser las mejores. De visita por Buenos Aires para promocionar los episodios que History Channel estrenará en Latinoamérica el 23 de septiembre, Rick y Corey (padre e hijo) confirman que no les hizo falta mucho para dar el golpe: para ellos todo se trata de trabajar y mostrarse tal como son. Durante el recorrido que hicieron junto a Página/12 (de un restaurante a una feria y luego a un bar, destino apropiado para relajarse luego de un día de intensa promoción) no pararon de observar la ciudad con ojos vírgenes, los mismos que utilizan para analizar los objetos que protagonizan su programa. “¡Mierda! ¿Viste a ese motoquero? ¡Iba manejando y mandando un mensaje de texto al mismo tiempo!”, se sorprende Corey, segundos antes de enterarse de que ese tipo de escenas ya son parte de una extraña y peligrosa costumbre porteña. Se cumple así el mismo juego de roles que puede verse en El precio..., en el que el que es más conocedor le explica a uno de los Harrison cómo funcionan las cosas. Y sí, quizá haya que pensar que sean tal como se muestran.
“Todo lo que hay es lo que se ve en la televisión”, se preocupa en aclarar Rick, casi esforzándose por demostrar que nada de lo que sucede está preparado guionado o producido de antemano. “Lo único que tenemos que hacer es estar en el local. Sí, claro, también tenemos que sacar a toda la gente que entra –que es mucha– cuando grabamos, para que nadie aparezca mirando a cámara y distraiga la atención”, completa, justo antes de cortar la respuesta, distrayéndose con la mezcla de construcciones modernas y antiguas que se ven por la avenida Alem, que le recuerdan un poco a Londres. Mientras tanto, y para aquellos que no hayan visto el programa, será interesante saber que Pawn Stars (su nombre original) es un reality show que transcurre en Gold & Silver Pawn Shop, un negocio de empeños de Las Vegas, liderado por Richard Harrison (el patriarca familiar), su hijo Rick y el joven Corey. La acción está centrada en las personas que se acercan a vender o empeñar antigüedades, objetos de colección, rarezas y demás elementos con algún valor económico o sentimental. A partir de ellos suele generarse algún regateo y una breve reseña de cada producto, que sirve para contar su historia (la verdadera o la que inventa el vendedor) y los detalles de por qué vale la pena pagar –o no– por ellos.
Los Harrison saben que gran parte del atractivo de su show televisivo se debe a la relación que mantienen entre ellos, y entre ellos y sus empleados. Richard, el viejo, es el socio mayoritario, un lobo viejo al que no le gusta recibir órdenes (una vez se fue de vacaciones en plena etapa de grabación) y que rara vez interviene en las operaciones, salvo en aquellas que requieran de su experiencia. Según la leyenda –que ya a esta altura todos dan por cierta– no faltó ni un solo día al trabajo desde 1994. Rick, el calvo de sonrisa fácil y gran parecido a un Bruce Willis XL, es el socio minoritario, pero quien toma gran parte de las decisiones en Gold & Silver, y todo un especialista en motos y en detectar cosas falsificadas. Corey, nieto de Richard, es quien hace el trabajo más duro y pasa más horas en el negocio, aunque parece no estar muy interesado en continuarlo. “Seguimos peleándonos igual que antes, ¡no cambió nada!”, explican entre risas mientras la camioneta se sacude en el empedrado de San Telmo. “El show funciona porque es real, porque lo que se ve es lo que sucede, porque les gusta a públicos de distintas edades (en el programa estamos mi padre, mi hijo y yo), porque es familiar (cosa que muchos ya no son) y porque de paso aprendés algo”, aporta Rick. “Es entretenido, educativo y familiar”.
Corey, antes de distraerse una vez más en el recorrido, ensaya una explicación más acorde con la realidad política y social de EE. UU.: “Creo que otro de los motivos por los que el programa funciona es porque en nuestro país hay recesión, y eso hace que la gente se pregunte cómo obtener algo de dinero, hay un reflejo de la realidad en la pantalla, y Las Vegas es una de las áreas más afectadas por la crisis”. Como suele decirse, toda crisis es una oportunidad: el menor de los Harrison aprendió mucho sobre armas antiguas, mientras que Rick reconoce estar leyendo cosas todo el tiempo para aprender aún más sobre la materia prima que reciben cada día. “Suelo decirles a mis hijos que recién el día en que crean que saben todo pueden dejar de buscar o aprender, no antes. Siempre trato de buscarme nuevas cosas para hacer, y es por eso que no me da vergüenza llamar a alguien que sepa más que yo sobre algunas cosas”, concede, tal como muestra la dinámica del programa. Y ahí es cuando todos sus acompañantes en este recorrido –guardaespaldas, publicistas, traductora y este cronista– le explican que ha llegado a uno de los pubs más tradicionales de la ciudad, y que podrá tomarse su trago de relax tranquilo. A pocos metros de la calle, el silencio del bar contrasta con el caos porteño. Una suerte, y una sorpresa también.
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