Viernes, 21 de septiembre de 2012 | Hoy
CINE › HOY COMIENZA EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE SAN SEBASTIAN
Con una amplia presencia argentina, encabezada por Días de pesca, de Carlos Sorín, en competencia oficial, la muestra donostiarra cumple 60 años, pero no hay nada de otoñal en su programación, que alterna líneas de ruptura y continuidad.
Por Horacio Bernades
Con su edición 2012 comenzando el día que se inicia el otoño boreal, los 60 años que cumple el Festival de Cine de San Sebastián podrían hacer pensar que ingresa en una etapa otoñal. Pero la edad de esta clase de eventos no se mide con la misma vara que la de los seres humanos. Los festivales de cine (o de cualquier cosa) se sumergen cada año en su propia burbuja, volviendo a poner el contador en cero en cada nueva edición. Eso no quiere decir que no se inscriban dentro de una historia propia. Que no tracen, a cada edición, líneas de ruptura y continuidad con su propia trayectoria. La de San Sebastián está signada por una tensión entre tradición y modernidad, tal como empezó a hacerse algo más evidente en la edición anterior, la primera dirigida por el donostiarra José Luis Rebordinos. “Queremos producir cambios, pero somos conscientes de que no pueden hacerse de golpe”, confesó en un aparte el nuevo director del Donostia Zinemaldia a este corresponsal, el año pasado. Ese difícil equilibrio entre conservación y renovación puede apreciarse en una programación que al tiempo que recibe de brazos abiertos a la maquinaria hollywoodense hace lugar a películas producidas a pulmón en el último rincón de Latinoamérica, el mundo árabe o Asia (aunque este continente siempre parece más lejano en estas orillas del Cantábrico). Un festival que presenta pequeños films con destino de culto junto al tanque que está por estrenarse en España y lo último de grandes autores europeos.
Dentro de ese panorama y como marca la tradición, la presencia argentina (ver recuadro) volverá a hacerse notar este año, aunque quizá sin demasiado lugar para descubrimientos. Al menos para los argentinos, que ya vimos varias de las que se presentan. Una de ellas, recién estrenada allí en Buenos Aires, pero surgida del propio riñón de San Sebastián. Premiada el año pasado en la plataforma de ayuda al cine latinoamericano llamada Cine en Construcción (iniciativa conjunta de este festival con el de Toulouse), Infancia clandestina tendrá el honor de inaugurar, hoy mismo, la sección Horizontes Latinos. En esa misma sección, dedicada al cine de la región, compiten este año otras dos películas argentinas. Una tan conocida como El último Elvis (que sigue recorriendo festivales, desde que se presentó a comienzos de año en el de Sundance); la otra algo menos, como la cordobesa Salsipuedes, que participó de la Competencia Argentina del último Bafici. Pero a la hora de los estrenos (o casi) habrá que correrse hasta la mismísima Competencia Oficial, que vuelve a acoger, nada menos que por cuarta vez, un film de Carlos Sorín.
Después de Historias mínimas, El perro y El camino de San Diego, y tras haber ganado sendas Conchas por la primera y la última de ellas, Sorín vuelve a un evento en el que pisa fuerte con su película más reciente, Días de pesca. Preestrenado días atrás en el Festival de Toronto, su séptimo largo le permite a Sorín volver a la Patagonia más ventosa y despoblada, con Alejandro Awada en el papel de un hombre en busca de la hija a la que descuidó durante demasiado tiempo. Más allá de un par de curiosidades simétricas (las casi totalmente españolas El muerto y ser feliz y ¡Atraco!, ambas en Competencia Oficial, figurando para la estadística como coproducciones con Argentina, y la muy poco española Elefante blanco engrosando la sección paralela Made in Spain), la ausencia de varias de las películas argentinas recientes que más resueltamente apuntan hacia futuros posibles del cine –desde La araña vampiro y Los salvajes hasta la inminente Cornelia frente al espejo, pasando por las notables Papirosen y El etnógrafo– marca la clase de límites que este festival se sigue poniendo, pese a su voluntad de renovación parcial.
Claro que además de programar cine hispanoamericano, San Sebastián colabora decididamente con la posibilidad de que las películas de la región puedan completarse, y en ese punto este año representará un hito. A la mencionada plataforma de Cine en Construcción, donde este año se presentan una película argentina y una coproducción con Chile y Francia, se suman, a partir de esta edición, los llamados Encuentros de Desarrollo y Coproducción, que permiten que una docena de realizadores y productores presenten sus proyectos a posibles interesados en producirlos. Contando con el apoyo directo del Marché du Film de Cannes y el emprendimiento oficial argentino Ventana Sur, esta primera edición de los EDC dará esa oportunidad nada menos que a siete proyectos argentinos. Entre ellos, lo nuevo de cineastas tan conocidos como Anahí Berneri, Ana Katz, Daniel Hendler o Victoria Galardi. Pero también de jóvenes como los hasta aquí desconocidos Alex Piperno o Alejo Flah, que llegan a estas playas con sus óperas primas, por el momento en papel, bajo el brazo.
Pero basta de cine argentino, que éste es un festival internacional. Como había sucedido ya el año pasado, la casi total ausencia de cine latinoamericano en Competencia Oficial (la de Sorín es la única excepción) hace pensar que las mismas puertas que San Sebastián abre en algunos de sus apartados las cierra en su sección de cabecera. Todas las líneas señaladas en el primer párrafo de esta nota asoman en una Competencia Oficial que pone el abundante cine local (tres películas españolas + dos coproducciones) a la par de los nombres consagrados del continente (Costa-Gavras, François Ozon, Laurent Cantet, el sueco Lasse Hallström), mechados con algunos favoritos del festival (el iraní Bahman Ghobadi, el mismo Sorín) y la clásica presencia estadounidense. Que en esta ocasión incluye Argo, tercera película dirigida por Ben Affleck, y Quartet, primera vez que Dustin Hoffman se anima a pasar del otro lado de la cámara.
Lo que el cine estadounidense domina por completo son los Premios Donostia, este año más DonostiUSA que nunca. A modo de festejo por haber llegado a la sesentena, el festival los multiplica este año, otorgando cinco. Uno a Hoffman y los otros a John Travolta, Oliver Stone, Tommy Lee Jones y Ewan McGregor. De paso cañazo (o como mutua devolución de favores, vaya a saber), todos ellos vienen a promocionar el debut europeo de sus nuevas películas. La sección Zabaltegui, segunda en importancia del festival, se reduce este año a Zabaltegui Perlas, donde como su nombre lo indica se presentan películas seleccionadas de otros festivales (las de Michael Haneke, hermanos Taviani, Bertolucci, Ken Loach y Olivier Assayas, entre otros) y Zabaltegui Especiales, donde sí se da lugar al cine latinoamericano, con dos films brasileños y una coproducción mexicana-nicaragüense-guatemalteca.
En la sección Nuevos Directores, suerte de separata de lo que antes era parte de Zabaltegui, también aparecen films provenientes de Brasil, Perú y Paraguay, así como una coproducción chilena con capitales franceses y alemanes. El apartado 4 + 1, coorganizado junto a la Fundación Mapfre, estará este año enteramente dedicado al cine brasileño, con una selección de lo mejor producido allí en los últimos años. Una de las tres retrospectivas está dedicada a repasar las ganadoras de Cine en Construcción, como celebración de los diez primeros años de esa iniciativa, mientras que las otras permitirán revisar la obra completa del francés Georges Franju –cineasta legendario, pero de obra poco vista– y la nueva comedia estadounidense, presentando un catálogo exhaustivo de esa corriente. Ah, también se va a hacer presente, esta vez como miembro del Jurado Oficial, ese ídolo absoluto de los españoles que es Ricardo Darín. Que esta vez, en lugar de aspirar a alguna Concha, será uno de los encargados de discernirlas.
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