Domingo, 23 de septiembre de 2012 | Hoy
CINE › ENTREVISTA A NATALIA OREIRO Y ERNESTO ALTERIO
Dos de los intérpretes principales de Infancia clandestina reflexionan acerca de la universalidad del film: “Muestra una familia de profundas convicciones militantes, pero que al mismo tiempo se permitía disfrutar, enamorarse, vivir”.
Por Oscar Ranzani
Desde el regreso de la democracia, el cine argentino abordó el tema de la violación de los derechos humanos por parte de la dictadura cívico-militar desde diferentes ópticas, tanto en la ficción como en el género documental. Infancia clandestina, la película dirigida por Benjamín Avila estrenada el jueves pasado, aporta una nueva mirada: sin dejar de lado de que se trata de una ficción inspirada en hechos reales de la familia del cineasta, la realización del director del documental Nietos (Identidad y Memoria), adopta el punto de vista de un niño de doce años para retratar la vida cotidiana de una familia de militantes montoneros que regresan al país en plena dictadura. Y está contada con una ternura interpretativa tal que la transforma en una historia más humana que política, con amor incluido.
Si bien Infancia clandestina cuenta una historia que toca muy de cerca a la Argentina, fue elegida para participar en importantes festivales internacionales, como Cannes, Toronto y San Sebastián. Una incógnita es el motivo: ¿tiene que ver con que la manera en que está abordada se entiende en cualquier país o bien con que la historia sobre lo sucedido durante la dictadura argentina es conocida en muchas regiones del mundo? Natalia Oreiro tiene su propia visión del tema: “La película trasciende el hecho político”, comenta la actriz uruguaya en la entrevista con Página/12, en la cual también participa Ernesto Alterio. “Siento que, por la emoción que transmite, no importa si sabés de la historia argentina: te llega igual”, agrega Oreiro. A su lado, Alterio expone su opinión: “Ante todo es una gran historia. Y eso es lo que llega. Es muy conmovedora más allá del contexto político. Y la película tiene una entidad por sí misma que la hace entendible para cualquier tipo de público”, reconoce el actor argentino radicado en España.
–¿Creen que Infancia clandestina aporta una nueva mirada a la lucha política de los ’70?
Natalia Oreiro: –No he visto todas las películas que se realizaron en relación con la dictadura, pero me parece que es diferente. Es una película que se despoja de lo que sabemos que sucedió para meterse de lleno a lo que estaba pasando en lo cotidiano y que muestra una familia de convicciones profundas militantes, pero que al mismo tiempo se permitía disfrutar, enamorarse, vivir, transitar eso que estaba sucediendo con convicciones muy firmes. Pero, al mismo tiempo, de una manera muy cotidiana y hasta, por momentos, romántica. Y desde la mirada de un niño lo hace mucho más dulce. Además, la intención de Benjamín era que la película no tuviera golpes bajos. Entonces, la violencia, si bien existe, está como fuera de campo. Tampoco tiene una bajada de línea política: da para el debate de cómo ellos se manejaban con los hijos, con la familia, lo que plantea con la abuela...
–¿Creen que es una película que habla más desde las emociones que desde las ideas?
Ernesto Alterio: –Absolutamente, apela a las emociones directamente, algo que hace a la película más poderosa. Y hace que no choque con el espectador, sino que la gente se deje llevar por la historia. Y después, sí propone muchos puntos de reflexión, pero principalmente apela a las emociones. Eso hace que genere mucha empatía con el espectador.
–En ese sentido, ¿creen que tiene una mirada más dramática y humana que política?
N. O.: –Es una mirada más conmovedora que política. No creo que sea una película política. Obviamente cuenta parte de la historia, pero está más abordada desde los sentimientos, desde el despertar al amor de un niño y de cómo, a través de sus ojos, cuenta la historia en la familia en la que está.
–¿El hecho de que tenga la mirada de un niño le otorga más brillo o luminosidad a una historia traumática, entonces?
E. A.: –Contarla desde el punto de vista de un niño tiene mucha luminosidad, pero también tiene zonas oscuras. Quizás eso la hace novedosa en cuanto a la manera de abordar el tema como hablábamos antes.
–¿Ustedes buscaban comprender a los personajes o también los sentían? ¿Cómo fue el proceso de construcción?
N. O.: –El proceso comenzó muchísimos meses antes de filmar y con encuentros con Benjamín. Hubo mucha investigación y mucha lectura, y mucho despojo de lo que sabemos que sucedió. Porque no podríamos contar la película con la información de lo que terminó sucediendo ya que, sabiendo lo que pasó, nos pondríamos a analizar por qué el personaje actúa de tal o cual forma. Después, yo trato de no juzgar nunca los personajes que interpreto. Obviamente, necesito comprender su motivación, sus ideales, su manera de pensar para poder interpretarlo y que sea con la mayor verdad posible. Y desde ese lugar trabajamos. En todo el elenco se transmitía mucha verdad de lo que estábamos interpretando. Y eso era una pieza clave. Tenía que ser con mucha convicción.
E. A.: –En mi caso, fue como trato de hacer siempre con cualquier personaje: meterme bien en la situación y que no intervengan mis propias ideas sino vivir lo que le toca vivir a ese personaje. Igual, fue también un proceso de mucha investigación. Eran personas que estaban muy preparadas militarmente, ideológicamente. Había que ser consciente y conocer mucho todo. Pero creo que algo central en la preparación era, como dijo Natalia, desprenderse de lo que ya sabemos acerca de lo que pasó y ubicarse en ese momento preciso.
–¿Fue un compromiso mayor como artistas componer dos personajes que si, bien son ficcionales, tienen una relación muy marcada con parte de la historia argentina?
E. A.: –Yo sentía un compromiso por estar a la altura de la entrega de Benjamín. Sobre todo, era un compromiso con él.
N. O.: –A mí me pasaba lo mismo. Era muy fuerte tenerlo a él en la cámara y la emoción que sentía. Benjamín se emocionaba frecuentemente en el rodaje porque evidentemente estaba involucrado y viendo pasar fotogramas de su propia realidad, de su propia historia frente a sus ojos. Si bien no es autobiográfica, tiene muchos condimentos de su propia realidad. Y eso generó un compromiso aún mayor en todos nosotros. Independientemente de que haya sido además parte de la historia argentina. Creo que en este caso tiene más que ver con su sensibilidad y con nuestra entrega para con Benjamín.
–¿El film les hizo pensar en sus propias infancias? ¿Les despertó algún recuerdo tanto por haber sido niños durante la dictadura uruguaya en el caso de Oreiro y en el exilio de Alterio?
E. A.: –Yo siento que en algún lugar todavía estoy digiriendo la película y aún no tengo mucha elaboración al respecto. Pero sí me di cuenta de que todo lo que pasó en la Argentina en ese momento me atañe mucho más de lo que yo creía por haber crecido en otro país. Esa fue la cosa más fuerte que me pasó con la película.
N. O.: –Yo creo que, en definitiva, todos los personajes te terminan modificando, pero en éste, que tiene que ver con algo que, en mayor o menor medida, a todos nos ha tocado de cerca, uno sale como modificado. Fue la primera y única vez que me sucedió que me costaba mucho despegarme del día de rodaje. Pensaba que lo tenía más digerido y, sin embargo, me iba a mi casa muy pegada con lo que habíamos realizado. Aun lo sigo digiriendo, pero no fue casualidad el hecho de que hayamos participado en esta película. Evidentemente, todos aceptamos hacerla porque en algún lugar de nuestra infancia o adolescencia nos llega y nos toca. En mayor o menor medida, los que hemos participado tuvimos un tipo de vínculo con Abuelas y con parte de la historia.
–En el fondo es una película que tiene un espíritu positivo más allá del drama y del terror que tienen que sufrir porque es una familia unida. ¿Ustedes cómo lo ven?
E. A.: –Tiene cierta condición sanadora. En algún lugar, muy conciliadora. Creo que eso se debe también al propio proceso de Benjamín y de todos en relación con la película. Está contada con mucho amor.
–Es que si se analiza en profundidad, Infancia clandestina es una historia de amor: de amor de padres a hijo, de tío a sobrino y de niño a niña.
N. O.: –Sí, es también el despertar al amor del protagonista y de cómo a través de sus ojos se cuenta todo lo que estaba sucediendo en la clandestinidad. Básicamente, es una historia de amor inmersa en un contexto histórico determinado. La convicción de estos personajes era estar unidos y luchar por un mundo mejor, con un ideal de paz e igualdad. Y eso era lo que les transmitían a sus hijos. Por eso sentían que era muy importante que ellos también atravesaran todo ese proceso y que los riesgos que estaban corriendo eran menores a la necesidad de transmitir a las futuras generaciones el porqué de la lucha y de los ideales. Tiene que ver con la libertad, no traicionar tu ideología, tu libertad, tu pensamiento.
–El hecho de que Infancia clandestina se permita también tener humor, ¿tiene que ver con que no todo era sufrimiento por el terrorismo de Estado en la vida de las familias militantes?
E. A.: –La película está conectada con un fluir de la vida, donde cabe todo. Y en muchos niveles no es ni blanco ni negro, serio o divertido, sino todo. Confluyen muchos puntos de vista en ella. Y también tiene que ver con la manera de entregarse al espectador a través del humor, aunque no lo definiría sólo desde el humor. Y conseguir el humor en un material como éste es complicado. Pero el film tiene un equilibrio muy misterioso.
N. O.: –Benjamín quería contar la parte cotidiana, es decir, que ellos no estaban atrás de una puerta esperando que los vinieran a matar. Ellos vivían, amaban, se peleaban, festejaban, bailaban, cantaban, sufrían como todas las personas, pero con convicciones muy fuertes, con toda la lucha que ellos creían justa para la cual regresaron al país. Pero sí, tenían mucho humor, porque si no es imposible. Si no, se convierte en algo muy difícil de sostener en el tiempo.
–El tío es una figura importante en la vida de Juan e influyente en su tránsito de la infancia a la adolescencia. Alterio, ¿cómo lo observa?
E. A.: –Creo que en esos tránsitos uno se apoya más en los tíos porque hay cosas que dan cierto pudor compartir con los padres o es de otra manera ya que pueden aparecer figuras autoritarias u otra cosa. A mí me pasó que me relacionaba con mi tío de una manera diferente a como lo hacía con mis padres. Es alguien como más compinche, más cómplice, más de tú a tú, alguien que admirás mucho.
N. O.: –Es una relación súper linda, de confianza, como que el niño va y habla más con el tío del primer amor, y cómo afrontarlo desde la parte masculina.
–¿Cómo fue el trabajo con esos pequeños actorazos?
E. A.: –A mí gusta mucho trabajar con chicos, hay mucha verdad ahí y te pone en un lugar comprometido porque hay que estar a la altura. Es muy deschavador. Pero se generó un clima de trabajo muy bueno tanto con ellos como con todos. Fue muy placentero.
N. O.: –En mi caso, como yo todavía no había sido madre, era muy importante para mí que se viera esa cosa maternal que Benjamín tanto necesitaba para poder transmitir que era una familia, que el amor era lo más importante y que esta mujer, además de ser madre, podía ser una militante muy concreta. Tenía que manejar las armas de manera muy real y, al mismo tiempo, podía amamantar a su hijo y darle consejos y dulzura. Y como la maternidad aún estaba lejana para mí, fue muy importante ese trabajo. Trabajé mucho con Teo, nos íbamos a los lagos de Palermo, charlábamos de música. Le encanta tocar la guitarra y, entonces, Ricardo (Mollo) le ha dado consejos con la guitarra. Y fue a shows de Divididos. La conexión que yo tenía con él era la música y también charlábamos mucho. Y creo que el casting estuvo muy bueno porque además de que Teo es un gran actor, tenemos muchos parecidos en la nariz, en la boca, en la mirada, en los cachetes. Lo ves y creés que es mi hijo.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.