Vie 23.11.2012
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CINE › LA SECCION POSTALES DEL SUR A ORILLAS DEL MAR

El modelo coreano a seguir

Una selección de ocho films de directores jóvenes sirve como ejemplo de la vitalidad del cine coreano actual, que logra aunar calidad con rendimiento en la boletería. El Incaa firmó un convenio de coproducción e intercambio con su par oriental.

› Por Ezequiel Boetti

Desde Mar del Plata

The Thieves, presente en Mar del Plata, es uno de los grandes éxitos del cine de su país.

Si es verdad que los números hablan por sí solos, bien vale la pena dejarlos que se expresen: los dos mil cines de Corea del Sur cortaron alrededor de 175 millones de entradas a lo largo de este año, lo que da un promedio de 3,5 por cada uno de los 50 millones de habitantes (la relación en la Argentina es, con perdón de la potencial connotación económica, de uno a uno). La recaudación total en las boleterías es superior a los 1400 millones de dólares y seis de cada diez espectadores vieron alguna de las 150 producciones locales dirigidas en su mayoría por estudiantes egresados de las cien facultades e institutos que dictan carreras relacionadas con el cine. Siete de las diez películas más vistas de 2012 son surcoreanas, entre ellas las dos que encabezan la lista, The Thieves y Masquerade, con 25 millones de tickets entre ambas. ¿Qué ocurrió para que una cinematografía prácticamente inexistente hace tres lustros hoy se erija con la robustez de un modelo a seguir? Como casi todos los fenómenos culturales, la respuesta es una confluencia de factores políticos, sociales y económicos. La llegada de una numerosa comitiva oriental al Festival de Mar Del Plata es una buena oportunidad para asomar la nariz al fenómeno. La nariz y los ojos, ya que aquellos que se den una vuelta por estos pagos deberán prestarle atención a la sección Postales del Sur, que agrupa ocho primeras o segundas películas de realizadores coreanos.

Para entender el presente hay que comprender el pasado. Es necesario, entonces, remontarse hasta 1966, cuando se creó un sistema de cuota de pantalla de 146 días por año de cine nacional. Esto es: que cada sala debía dedicarle esa cantidad de jornadas a exhibir películas coreanas. Pero el país atravesaba una dictadura y habría que esperar hasta la consolidación de la democracia a principios de los noventa para que la fría letra de la ley, recién reglamentada en 1983, devenga en acción. “En esos años empezaron a aumentar las escuelas de cine. Antes solamente se importaban películas, pero a partir de ese momento los nuevos directores empezaron a trabajar más”, explica Kim Eui-suk, presidente del Kofic, suerte de instituto de cine coreano dependiente de la cartera de Cultura y cuyo objetivo es la “promoción exterior de la industria y el financiamiento de proyectos e investigaciones”, tal como se define.

Desde entonces, el crecimiento fue exponencial. En 1995 se vendieron 45 millones de entradas y casi un cuarto de ese total (9,5 millones) fue para el cine coreano. Una década después, la cifra alcanzó los 143 millones de tickets, con las películas nacionales acaparando más de la mitad de ellos, 84 millones. Pero la batalla simbólica por el poder de construcción ideológica no se dirime con armas o bienes materiales y los Estados Unidos empezaron a preocuparse por el incipiente fenómeno, la competencia de igual frente a sus productos y la mundialización de nombres como Park Chang Wook (Old Boy) o Bong-jong ho (la extraordinaria The Host). Así, en 2007, una serie de acuerdos bilaterales obligó a las autoridades coreanas a reducir la cuota a 73 días anuales, valor que se mantiene hasta hoy. “Los trabajadores del ambiente cinematográfico hicieron mucho por mantenerla tal como estaba, pero ahora no la necesitamos, ya que el cine nacional está muy fuerte. Mucha gente quiere ver nuestras películas y los complejos superan el piso impuesto por la ley”, señala el presidente. Los números, otra vez, hablan por sí solos. Y le dan la razón: este año ya se vendieron 175 millones y, según Eui-suk, el cine nacional rondará el 60 por ciento del total, siete puntos más que en 2011. “Creo que mejoraron la calidad de las películas. Además, ahora hay muchos directores jóvenes con una visión más abierta y ganas de abordar temas distintos”, observa.

Consolidado el modelo puertas adentro, el cine coreano va por la expansión. En ese sentido, la presencia de la cuantiosa comitiva en La Feliz es el primer paso. “Firmamos unos acuerdos de coproducción e intercambio con el Incaa para que nuestras películas puedan verse más regularmente aquí”, asegura el mandamás antes de señalar que esos convenios van en línea con la idea central de establecer un sistema de financiamientos conjuntos con varios países. Con exportaciones fílmicas por más de veinte millones y ocho películas realizadas en 2012 de esa forma, Kim Eui-suk proyecta a China como su principal socio cinematográfico. Y ahí sí, con dinero y talento, Hollywood tendrá motivos para que le tiemblen las rodillas.

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