Domingo, 25 de noviembre de 2012 | Hoy
CINE › HOY CONCLUYE EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA, CADA VEZ MAS CONSOLIDADO
Con un nivel cada vez más alto, Mar del Plata probó este año que la calidad no está reñida con una concurrencia masiva.
Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
Ayer a las 3.15 de la tarde, las 250 butacas de la Sala 1 del complejo Cinema, ubicado en el shopping Los Gallegos de Mar del Plata, se presentaban colmadas, por más que afuera había un sol radiante y adentro daban una película perfectamente desconocida, incluso para el cronista. No se trató de un hecho aislado: durante ocho días (hoy es el noveno y último), las doce salas de las que dispuso el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, con exhibiciones desde primera hora de la mañana hasta la madrugada, supieron albergar cantidades de público semejantes. Los mails despachados desde la oficina de prensa del festival hablan de record de público. Pero lo que importa es que Mapa, documental del madrileño León Siminiani –película que proyectaban ayer a las 15.15 en el Cinema 1–, es una maravilla absoluta, un verdadero descubrimiento que el Ficmdp puede arrogarse. Otro tanto podría decirse, en pleno, de España Alterada, sección que albergó ese documental y que estuvo dedicada al cine alternativo que se viene haciendo en el país de Buñuel durante el último bienio. O de Postales del Sur, donde se exhibieron ocho films coreanos bien fresquitos. O de la retrospectiva dedicada al cineasta francés Bertrand Bonello, autor de una obra tan singular como inquietante. O de las tres competencias oficiales que presentó el Ficmdp en su 27ª edición.
En otras palabras, el Festival de Mar del Plata, auspiciado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, está logrando aquello a lo que todo buen festival de cine aspira: llevar mucha gente a las salas, proyectando las mejores películas. Incluso a riesgo de que el público que entra eventualmente se vaya, como sucedió en algún que otro caso. Pero así debe ser: un festival de cine no debe ir a la zaga del público, sino un pasito o dos por delante. Gracias a la paciencia, el criterio y tesón de su equipo de programadores, Mar del Plata lo está logrando, puliendo año a año su programación, definiendo su perfil con mayor claridad en cada edición. Consolidando un territorio que le concede cada vez menos a Hollywood y al cine convencional, cada vez menos a los ladrillos de prestigio europeos y a los subproductos de la vieja industria del cine argentino. Cada vez más al cine de verdadera calidad, de aquí y de allá, que no por ser de punta tiene que espantar a nadie: la proyección del viernes a la noche de La nuit d’en face, extravagancia póstuma del libérrimo chileno Raúl Ruiz, terminó con aplausos y hasta ovaciones. Cine de calidad, buen cine político, cine pop, como se vio a lo largo y a lo ancho de la grilla.
Interesante fusión de aparentes disimilitudes, que no tienen por qué serlo: un espectador de cine de mente abierta debería poder disfrutar tanto de la última de Manoel de Oliveira (Gebo et l’ombre) como del notable documental sobre las baldosas de la memoria que Carmen Guarini presentó en Competencia Argentina, como de Huellas de sangre, último exponente de la variante criolla de la fórmula “sangre, joda y pop & gol”, que se llevó el premio a Mejor Película en la misma sección. Si en ninguna de las secciones competitivas se vio este año ni una sola de esas películas que en años pasados obligaban a mirar para otro lado (por vergüenza), todas ellas mostraron avances, desde los hallazgos de la Competencia Internacional (que este año logró, por primera vez, no echar mano de las consagradas de otros festivales) hasta la extendida solidez de la Competencia Latinoamericana, pasando por el notorio salto de calidad que dio la Competencia Argentina. En términos estrictos de cine argentino, Mar del Plata logró lo que la cartelera comercial no consigue: estrenar mucho (unos 50 largos) y que además sea bueno. O muy bueno. Excelente, incluso, empezando por las dos de Competencia Internacional (El Impenetrable y De martes a martes), siguiendo por varias de la Competencia Argentina (Huellas, Calles de la memoria, Fango, Hermanos de sangre) y de allí en más.
En otras palabras, el Ficmdp empieza a ser un festival que sirve. Le sirve al espectador local, que en poco más de una semana puede darse flor de panzada, y al cine que aquí se produce, que este año fue algo muy distinto de la vergüenza.
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