CINE › THIERRY FRéMAUX, DIRECTOR DEL FESTIVAL DE CANNES
El responsable de Cannes vino a inaugurar la IV Semana del Cine Europeo, participar del lanzamiento de una nueva edición de Ventana Sur y dar una master class sobre cine y patrimonio.
› Por Luciano Monteagudo
Llegó ayer y esta noche inaugura en el Espacio Incaa Km 0 - Gaumont la IV Semana del Cine Europeo (ver recuadro), con un puñado de perlas escogidas de la última edición del Festival de Cannes, que dirige desde 2001. Hace ya cuatro años seguidos que Thierry Frémaux –con la precisión de un reloj– visita Buenos Aires para esta misma fecha, con el mismo propósito, al que le suma otros: participar del lanzamiento de Ventana Sur, el mercado latinoamericano de cine que organiza el Incaa, asociado al Marché du Film de Cannes, e interiorizarse del estado de situación del cine argentino. “El malentendido de comienzos de año ya quedó atrás, lo que se publicó en México no fue lo que yo dije”, afirma en relación al supuesto “suicidio” del cine argentino. “Sigo esperando los nuevos films de Lucrecia Martel, de Lisandro Alonso, de Pablo Trapero y también de las nuevas generaciones. Pero tienen que estar a la altura del festival”, aclara.
Otra de las tareas que se impuso Frémaux en Buenos Aires es la de dar una master class sobre “Cine clásico y patrimonio” (ver recuadro). Un tema que domina particularmente bien, gracias a su responsabilidad como director del Institut Lumière de Lyon. “Francia tiene el privilegio de tener una industria cinematográfica fuerte, no importa si el gobierno es de derecha o de izquierda, hay una política de Estado con respecto al cine. Y no se trata solamente de dinero público que va al cine (aunque tenemos ayudas, por supuesto), sino que el dinero que produce el cine vuelve al cine. En este sentido, hay que construir constantemente nuevos públicos, formarlos, y por eso el cine tiene que formar parte de la educación”, asegura Frémaux.
Cuando se le pregunta por la relación entre cine clásico, patrimonio y cine digital se entusiasma: “Es una discusión fantástica. A mi amigo Quentin Tarantino no le gustaba el cine digital. Me acuerdo cuando le mostré en Cannes una versión restaurada de una de sus películas preferidas, Río Bravo, de Howard Hawks, en digital. Y me dijo: ‘Perfecta, quizá demasiado perfecta’. Porque, claro, con el cine en 35mm tenemos un siglo de cultura en común. Y ahora, en muy poco tiempo, tenemos que aprender una cultura completamente nueva. Hay un montón de problemas nuevos con el digital, que debemos aprender a solucionar, pero también una cantidad de posibilidades que se abren, que son enormes. En Cannes, fuimos los primeros en darles la posibilidad a los cineastas de elegir entre una proyección analógica o digital. Y ahora más del 80 por ciento de las proyecciones son en digital”. Y recuerda: “En 2002, uno de mis primeros años en Cannes, programé dos películas en digital, Star Wars y El arca rusa; por un lado un gran blockbuster de Hollywood y por otro el film de un gran autor, como es Alexandr Sokurov. Y al año siguiente inauguramos Cannes Classics, con las primeras restauraciones en digital. Fue una manera de escribir el futuro”.
¿Y cómo deberá salvaguardarse, para las nuevas generaciones, este nuevo patrimonio cinematográfico en soporte digital? Frémaux pone un ejemplo para advertir las dificultades que imponen los vertiginosos cambios tecnológicos: “Usted tiene un diskette de McIntosh de los años ’80. Y en ese diskette está guardado En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. ¡Pero ahora no lo podemos leer! Porque esa tecnología ha quedado obsoleta. Hay que tener mucho cuidado y habrá que pensar muy bien cómo se conservará toda la producción de la cultura digital. Y en nuestro caso, el cine. Quizá haya que seguir confiando en el negativo y en el positivo 35mm como soportes de preservación, de protección”, aventura.
El tema de los derechos de autor también forma parte de sus preocupaciones: “¿Cómo vamos a proteger los derechos del cine? Para mí, una de las pistas son las salas. Creo que uno de los ejemplos a seguir es el de la industria de la música. La piratería casi la mató, pero se hicieron fuertes en los conciertos en vivo. Y las salas, y sobre todo los festivales, son ‘el vivo’ del cine. Y los directores y los actores –como los músicos– hacen sus giras, acompañando sus películas en los festivales, debatiendo con los espectadores y encontrando también allí su público, en todo el mundo. Por eso pienso que los festivales son ahora más necesarios que nunca”.
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