Sáb 29.12.2012
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CINE › EDWARD NORTON REFLEXIONA SOBRE SU LUGAR EN EL CINE Y EL PESO DE LA FRANQUICIA BOURNE

“Hoy el villano es el mundo corporativo”

A pesar de haber tenido dos nominaciones al Oscar antes de los 30 años, Norton tuvo que luchar para abrirse paso. Del mismo modo, sus papeles en películas como El increíble Hulk o El legado de Bourne no lo convierten en el típico actor de cine de acción.

› Por Emma Jones *

Hay un par de cosas que hay que saber sobre Edward Norton. Primero, no hay que llamarlo Ed. No es su nombre, aun cuando a uno le gustara que lo fuera. Segundo, por todos los medios hay que intentar no quedar como un tonto. Norton, actor, 42 años, no lo es. Reflexivo y pensante en la vida real, suele imprimir esas cualidades a la mayoría de sus roles en la pantalla. Hasta el increíble Hulk que encarnó en 2008 era alguien que pensaba, y luego se enojaba y se ponía verde. Se lo ve serio aun cuando ofrece un chocolate y bromea sobre el clima británico. Quizás es algo que no puede evitar. Entonces, ¿cuán serio puede mostrarse como la mente malvada en la exitosa franquicia de un gran estudio? Es que este año Norton se unió al monstruo Bourne: en El legado de Bourne, la cuarta película de la billonaria serie, se convirtió en el coronel Eric Byer, arquitecto de numerosos programas secretos de defensa, programas que incluyen a Jason Bourne. Sin un Bourne al que perseguir (Matt Damon dejó la franquicia al terminar El ultimátum de Bourne, el tercer episodio), Byer debe ir detrás de un nuevo agente, encarnado por Jeremy Renner.

“Yo no estoy seguro de que mi personaje sea precisamente el malo”, dice Norton frunciendo el ceño, mientras se siente en una habitación desnuda, que bien podría ser un lugar donde la CIA torture a Jason Bourne. “El cree que hay una necesidad práctica en sus acciones, que se orientan a cumplir con una ambición noble.” En otras palabras, un político. Queda rápidamente claro por qué el guionista y director Tony Gilroy, responsable de esta película de Bourne, quiso a Norton para este papel. No todos los actores tienen la capacidad intelectual para los thrillers de espías, y no todos los actores pueden articular su complejidad moral tan bien. ¿Blanco y negro? Los personajes de Bourne operan en cincuenta sombras de gris.

“Si uno se fija en las otras películas que ha hecho Tony Gilroy, como Duplicidad y Michael Clayton, así como todas las películas de Bourne que él escribió, creo que queda claro que el villano en todos sus films es el mundo corporativo”, dice Norton. “Hay una relación cabalística entre el gobierno y sus contratistas, estén éstos en la industria de defensa o en el área farmacéutica”, explica. “En esta película no hay héroes. Todos los personajes operan por su propia voluntad en las sombras. No hay un tipo que intenta salvar al mundo de manera brillante. Más bien están todos enredados en una matriz de moralidad dudosa.” Esa frase, “enredados en una matriz de moralidad dudosa”, parece una buena síntesis para estos tiempos, y a Norton lo anima la idea, lo hace afirmar con entusiasmo. “Sí, hay una percepción de que la guerra de clases está empezando a tomar forma. Pero lo que me resulta realmente interesante es que el lado de las corporaciones viene peleando una guerra cultural sobre nosotros en los últimos cuarenta años, y ahora nos gritan: ‘¡No villanicen a los ricos!’. Se la pasan llorando, y creo que no deberían. Los ricos no están sobrecargados.”

Resulta fascinante el uso de la palabra “nosotros”. Norton es hijo de un abogado de Maryland y su abuelo fue el director de una compañía de construcción. Cuando era más joven trabajó para la empresa en Japón, en el área de consultoría. Para este graduado de Yale podría haber sido fácil meterse en el mundo de las corporaciones. ¿Qué lo decidió a huir de ese universo? El actor se encoge de hombros. “Tenía que sentir un desafío. Me gustan las cosas que no son familiares, mundos que nunca antes transité. Y me gusta alinearme con cualquier cosa que esté sucediendo que esté buena.”

Es fácil sospechar que Norton está mucho más a la izquierda de muchos hijos de la Costa Este. Tras siete años de noviazgo con Shauna Robertson, productora de Super Cool y Pineapple Express, se acaba de comprometer. Pero en los ’90, cuando era una nueva cara en Hollywood, salió durante cuatro años con Courtney Love: por más que uno se esfuerce en imaginar a esas dos personas juntas, se hace muy difícil. También se ha inclinado a la izquierda en sus elecciones actorales, aunque llegó a dos nominaciones al Oscar a los treinta años, por su debut de 1996 en La raíz del miedo junto a Richard Gere, y luego por X-Historia americana, donde fue un neonazi reformado. Coprotagonizó junto a Brad Pitt un clásico de culto de 1999, El club de la pelea, pero al cabo los ‘90 no terminaron de retribuirle a Norton lo que merecía. La hora 25 (Spike Lee), Cruzada (Ridley Scott), El ilusionista (Neil Burger) e incluso El increíble Hulk (Louis Leterrier) no fueron vehículos lo suficientemente buenos para su talento.

Afortunadamente, este año tuvo El legado de Bourne y Moonrise Kingdom, un pequeño capricho de Wes Anderson situado en los ’60 que se convirtió en un hit boca a boca del verano boreal. También sucede que quizá tenga muchos otros intereses como para tomar más roles. Es que Norton fue coguionista no acreditado en proyectos como Frida (con Salma Hayek, con la cual también estuvo saliendo) y El increíble Hulk, y es también embajador de buena voluntad para la biodiversidad, nombrado por Naciones Unidas. Ha hecho campaña por Barack Obama, tarea en la que declaró: “No estoy desilusionado por los últimos cuatro años, creo que hemos logrado mucho”. Afirma que “no podría imaginar cómo sería la vida” si fuera demasiado famoso como para tomar el subte de Nueva York, algo que seguramente ya no podría hacer si hubiera tomado el rol de Hulk en Los Vengadores, que ya superó a El caballero de la noche en sus beneficios y espectadores en todo el mundo. En 2010 se puso furioso conde Marvel anunció públicamente que él no tomaría parte en la película, y que su personaje quedaba a cargo de Mark Ruffalo: en ese momento declaró que el estudio “fue muy poco profesional, y ciertamente deshonesto en sus negociaciones conmigo”.

“La verdad sobre las películas de acción es que puede ser muy divertido, pero también algo muy agotador”, dice ahora. “El resultado de una escena puede ser muy excitante, pero el proceso de hacerla puede ser muy técnico, muy fragmentado. Lo veo más como un desafío de resistencia antes que algo que tenga que ver con la actuación. Pero me gusta lo que hizo Tony: consiguió crear un mundo oscuro, muy oscuro, que yo puedo explorar.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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