Lunes, 21 de enero de 2013 | Hoy
CINE › DESPUéS DEL DISCURSO DE JODIE FOSTER EN LOS GLOBO DE ORO
El modo y las palabras con que la actriz “salió del armario” fueron una manera de remarcar lo poco que ha avanzado la industria del cine en el reconocimiento de la identidad sexual de sus integrantes. Sobre todo, sigue imperando el dinero.
Por Geoffrey Macnab *
¿Es Hollywood homofóbico? Es una pregunta antigua, pero una pregunta que vuelve a hacerse luego del discurso de Jodie Foster en la última ceremonia de los Globo de Oro. Cuarenta y siete años después de su debut como actriz infantil, la intérprete de 50 años hizo una “declaración” sobre la que se declaró “nerviosa”. Mientras el público hacía un silencio expectante, ella bromeó y declaró con una solemnidad burlona que estaba soltera. “En serio, espero que no se sientan decepcionados porque esta noche no haga un gran discurso de ‘salida del armario’, porque en realidad salí del armario como cien años atrás, en la era de piedra”, ironizó. Su discurso fue juguetón y lleno de sarcasmos. La actriz siempre protegió su privacidad; de todas formas, el hecho de ser tan oblicua al respecto fue una manera de remarcar la cautela con la que actores y actrices gays del sistema de Hollywood aún sienten que deben enfrentar su sexualidad.
El discurso de Foster causó una gran conmoción en Hollywood. Llegó días después de que el sitio web de noticias y chismes The Wrap citara al director Steven Soderbergh señalando que Behind the Candelabra, su nueva biopic sobre el músico Liberace, fue rechazada por todos los estudios por ser “demasiado gay”. El presupuesto era modesto (solo cinco millones de dólares), el elenco impresionaba (Matt Damon y Michael Douglas), pero Hollywood simplemente no quiso saber nada. “De paso, recordemos que esto sucede después de Secreto en la montaña, que ni siquiera era tan divertida como esta película. Estoy aturdido, no tiene ningún sentido para ninguno de nosotros”, comentó Soderbergh.
Hollywood se enorgullece de tener una reputación de ser un lugar liberal y tolerante. A la hora de recaudar fondos para la campaña presidencial, fue un lugar muy fértil para el presidente Obama: en mayo, hubo un encuentro en el que invitados como George Clooney, Salma Hayek, Tobey Maguire y Robert Downey Jr. pagaron 40 mil dólares cada uno para cenar con Obama. “Obama ni siquiera necesitó mencionar el matrimonio gay para ganarse un vigoroso aplauso”, señaló un diario británico en su cobertura del evento. Cuando El discurso del rey ganó el Oscar a la mejor película, su productor, Iain Canning, subió al escenario para tomar el premio de manos de Steven Spielberg. En su discurso, tras agradecer a todos sus colaboradores y parientes, también dedicó el premio a su novio Ben, “que me ayudó cada día a hacer lo que tenía que hacer”. El discurso recibió un aplauso salvaje. Nadie consideró incongruente el nombre del novio de Canning, aunque pocos años antes, cuando el productor Scott Rudin recibió el premio a la Mejor Película para Sin lugar para los débiles, de los hermanos Coen, su dedicatoria a su pareja John Barlow fue borrada de algunas transcripciones del discurso.
El verdadero asunto aquí es, por supuesto, lo económico. Cineastas gays y lesbianas, productores, presidentes de estudios y actores de reparto pueden ser muy abiertos con respecto a su sexualidad, siempre y cuando no interfiera con el trabajo. Es con los actores principales con quienes la ley del silencio se aplica de manera más estricta. Hace poco, en una entrevista con el programa Hard Talk de la BBC, el actor gay inglés Rupert Everett advirtió a los jóvenes actores masculinos con ambiciones que no salgan del armario si quieren llegar a tener un protagónico. Cuando Rock Hudson murió de una enfermedad relacionada con el sida en 1985, los analistas remarcaron la intolerancia del viejo sistema del estudio que lo había obligado a mantenerse en silencio sobre su sexualidad. “Cuarenta años atrás, el mundo era un lugar muy diferente, y no había virtualmente ninguna persona gay disponible en ningún aspecto de la vida pública”, apunta Brian Robinson, programador del London Lesbian and Gay Film Festival, caracterizando la época en la que Hudson trabajaba intensamente. “Ahora han cambiado muchas cosas, una generación entera ha crecido con una idea de normalidad sobre la identidad gay.”
Aun así, Hollywood sigue en el negocio de hacer “películas de cuatro cuadrantes”, una manera de definir las películas ultra mainstream que buscan públicos masculino, femenino, joven y viejo. Cuando un estudio gasta cien millones de dólares en una película de primera línea, y un monto similar en campañas de marketing en el país y el extranjero, trata de evitarse todo lo que pueda poner en riesgo la performance en la taquilla. Así, los agentes presionan a sus clientes para que “no salgan”. Todos los que trabajan o han trabajado en Hollywood hablan de una elaborada cultura de fraudes y engaños que aún perdura. En el momento de auge del sistema de estudios, antes de las productoras independientes, publicistas y agentes acostumbraban “arreglar” matrimonios para estrellas gays y lesbianas, como una manera de garantizarles a los fans que eran heterosexuales. Y aún hoy existen matrimonios por conveniencia.
Un periodista gay que cubre temas de la industria cinematográfica recuerda que comenzó a armar una lista de las figuras gay y lesbianas más potentes de Hollywood. Una vez que empezó su investigación, descubrió rápidamente que “inclusive aquellos que sabés que son gay no pueden ser delatados”. Lo que debería ser un secreto abierto a la comunidad de Hollywood aún se ocultaba a toda cosa del público más amplio. Directores líderes de películas de acción no podían revelar su homosexualidad porque eso podía minar la imagen machista que sus películas proyectaba. Y en cuanto a las grandes estrellas... “están haciendo películas en primer lugar para el estadounidense medio... simplemente no podés salir del armario. Podrías arruinar tu encanto mainstream de un hombre heterosexual de pura sangre”. A menudo las estrellas mismas tienen poco poder de decisión sobre el modo en que se moldea su imagen. “Creo que estas personas tienen buenas intenciones, pero una vez que sus agentes les ponen las manos encima, reciben un mensaje del estilo ‘¡ni te atrevas a confesarlo!’.”
La comunidad gay en Estados Unidos se ha sentido traicionada por estrellas que se rehúsan a salir del armario. De manera bastante comprensible, esas figuras han argumentado que al cabo su vida privada es asunto suyo y de nadie más. Jodie Foster es una estrella de primera línea a la que se le pagaron millones de dólares por sus performances en películas como El silencio de los inocentes y Acusados. Si ella hubiera “salido” públicamente, su carrera seguramente se habría visto afectada. Basta mirar sus roles para darse cuenta de que raramente ha aparecido en comedias o dramas románticos. Apareció junto a Richard Gere en Sommersby, pero la mayoría de sus personajes han sido como una mujer dura, que depende de sí misma, soltera. Difícilmente pueda ser acusada de hipócrita.
Una de las grandes ironías en la historia del cine es que varios de sus mayores ídolos masculinos fueron, en efecto, gays. Hudson, Ramón Novarro e Ivor Novello (la mayor estrella británica de la era muda) son algunos de los nombres que acuden a la mente. Hay una anécdota memorable sobre el funeral de la figura del cine mudo Rudolph Valentino (cuya sexualidad es aún objeto de un fiero debate) en el libro USA, de John Dos Passos. Frente al cuerpo en el ataúd, hubo una estampida de mujeres; hubo autos dados vuelta, y se dijo que hubo fans femeninas que se suicidaron ante la noticia de su muerte. Dos Passos apunta que los principales medios intentaron “sacarlo del armario” de una manera muy cruel y vengativa. “The Chicago Tribune lo llamó ‘polvera rosa’ y todos comenzaron a menear su cabeza por la pulsera que usaba, y que decía que le había regalado su esposa, y por su gusto por los versos sensibleros que publicó en un librito llamado Daydreams... los rumores crecieron sobre que en el juicio de divorcio supuestamente su primera mujer había dicho que ellos nunca durmieron juntos. Todo eso le rompió el corazón.”
A veces parecería que si un actor joven interpreta un rol sensible, neurótico o exótico, inmediatamente se presume que es gay. Esto ha llegado a una interminable y a veces lasciva especulación sobre la sexualidad de actores que van de Valentino a James Dean, Cary Grant y Montgomery Clift. Y también han habido constantes versiones sobre la bisexualidad de las más grandes estrellas femeninas, como Greta Garbo, Barbara Stanwyck y Marlene Dietrich. En la era clásica del sistema de estudios, había películas hechas por los llamados “directores de mujeres”, como Douglas Sirk, George Cukor y Josef von Sternberg, que abordaban temas como los romances ilícitos y los deseos insatisfechos. En Inglaterra, Lo que no fue, de David Lean (1945), fue considerada por algunos como una alegoría sobre un amor gay prohibido. En las películas contemporáneas, rara vez hay esa clase de subtexto. En Duerme conmigo, de 1994, Quentin Tarantino tiene un monólogo memorable sobre por qué Top Gun, con Tom Cruise y Val Kilmer, es en realidad en esencia un film gay. “Vos creés que es una historia sobre un montón de pilotos de cazas –dispara Tarantino–. Es la historia de la lucha de un hombre con su homosexualidad. ¡Es así! De eso se trata Top Gun, loco. Tenés a Maverick, ¿no? El está justo en el borde, al borde mismo de la línea, ¿estamos? Y después tenés a Iceman y todo su equipo. Son gay, representan al hombre gay. Y ellos están diciendo vamos, tomá el camino gay, tomá el camino gay.” No es ciertamente una lectura que compartirían los inconfundiblemente machos productores Don Saimpson y Jerry Bruckheimer, que ayudaron a consolidar el estilo de “alto concepto” de filmación que influye a las blockbusters de hoy. Películas que, sin dudas, pueden definirse en una frase o dos.
En la última película de Bond, Operación: Skyfall, hay una escena homoerótica entre el villano de Javier Bardem y el Bond de Daniel Craig. Hay una escena similar en Casino Royale, en la cual Bond es torturado por Le Chiffre, interpretado por Mads Mikkelsen. Sin dudas, las indiscutibles credenciales de heterosexualidad que Bond acumuló con el paso de estos cincuenta años y las películas son lo que permiten que puedan aventurarse en semejante territorio. Y lo hacen sobre la convicción y el conocimiento de que Bond siempre va a conseguir a la chica.
La historia reciente de Hollywood presenta algunas ejemplos de actores heterosexuales que adoptan personajes gay, pero incluso esto causa consternación. De manera muy notoria, Tony Curtis y Ernest Borgnine se negaron a ver Secreto en la montaña. Curtis se quejó de que una película sobre cowboys gays no le caería muy simpática a John Wayne. El hecho de que la película no ganara el Oscar a la Mejor Película (ganó la inesperada Crash) remarcó la profundidad de la oposición presentada por los elementos conservadores de la comunidad de Hollywood. Milk, la película de Gus Van Sant de 2008, recibió críticas muy favorables y le significó premios de la Academia para Sean Penn y el guionista Dustin Lance Black, pero su performance en taquilla fue decepcionante. I Love You Philip Morris (2009), una comedia dramática sobre un artista de la estafa (Jim Carrey) que se enamora de un compañero de celda en la prisión (Ewan McGregor), ni siquiera pudo asegurarse una distribución a gran escala en Estados Unidos, a pesar de sus críticas positivas.
Las estrellas que finalmente salen del armario tienden a hacerlo cuando ya no tienen roles protagónicos, pero hay excepciones. Varias actrices –entre ellas Angelina Jolie, Anna Paquin y Evan Rachel Wood– asumieron su bisexualidad sin que eso afectara sus carreras, o su status como símbolos sexuales para los hombres. Aunque hay un monto potencialmente grande de “dinero rosa” que puede ganarse al poner el foco en audiencias gay, ese monto se vuelve insignificante en comparación con la recaudación que puede conseguir una gran película de acción o una comedia romántica. “El público gay es aún minoritario. Tradicionalmente, es uno en diez –apunta un analista de la industria–. No se hacen películas de grandes estudios para esa audiencia. Sin dudas, desde La boda de mi mejor amigo nada ha cambiado, y en esas películas hay menos personajes gay que nunca.” Según este observador, la televisión es por lejos “mucho más gay friendly” que el negocio de las películas. Cuando los estudios no respaldaron su película sobre Liberace, Soderbergh contactó a HBO: de Six feet under a Sex and the City y Girls, varias de las series televisivas de más alto perfil e impacto en años recientes han tenido personajes centrales gay. El cine mainstream estadounidense, por contraste, permanece resueltamente hétero. Es por eso que incluso una actriz tan distinguida y reconocida como Jodie Foster tiene tantos reparos sobre todo lo que se refiera a salir del armario.
Por una cuestión de estadística, todo indica que varias estrellas centrales de la escena son gays o bisexuales. Lo triste del asunto es que, a más de medio siglo del momento de auge de Rock Hudson, Tab Hunter, Sal Mineo y los demás, no consiguen estar más cerca de que el sistema de Hollywood les permita asumirlo y hacerlo público.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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