CINE › ADRIáN CAETANO HABLA DE SU SEXTO LARGOMETRAJE, MALA, QUE SE ESTRENA MAñANA
El director de Un oso rojo admite que su nueva película es “la más despojada de la cuestión social”. Pero dice que “la idea de una sociedad donde las mujeres son maltratadas, el amor es menospreciado y prevalece la venganza está muy presente en Mala”.
› Por Ezequiel Boetti
Hubo un momento a mediados de la década pasada en el que Israel Adrián Caetano dijo basta. Sentía que los aspectos sociales de su cine, marca de agua desde la seminal Pizza, birra, faso, pasando por las reconocidas Bolivia y Un oso rojo, estaban a punto de convertirse en un lastre del que nunca podría liberarse. “No encontraba un caldo de cultivo para seguir abordando esas temáticas. La marginalidad me había superado y no podía tener una mirada romántica sobre ella. Después de Crónica de una fuga me llamaban sólo para hacer películas de ese tipo y, la verdad, no tenía ganas de hacer eso”, recuerda. Fue entonces cuando intentó pegar un volantazo artístico incursionando en el cine de género, más precisamente en el terror. Pero una mala experiencia con un productor (“le llevé el proyecto y después lo cajoneó”) lo obligó a parar nuevamente la pelota, ahora para analizar las condiciones de la industria. “A partir de ahí decidí hacer películas en las que tuviera el control de la producción. Varias veces me pegué palazos en ese sentido, así que no quiero darle a nadie guiones propios”, sentencia. Ya liberado de las voluntades de terceros, era el momento de poner en pantalla aquellas ideas que desde hacía años venía almacenando en algún lugar de la memoria, de “seguir indagando en un camino que empezó con Francia”, tal como define ante Página/12. Camino que lo llevó hasta Mala, curioso ejercicio de género que desde mañana se verá en la cartelera comercial.
El opus seis del uruguayo está protagonizado por Rosario (Florencia Raggi, Brenda Gandini, Liz Solari y María Dupláa, una por cada una de sus distintas facetas), una asesina a sueldo cuya principal particularidad es la de elegir sólo trabajos vinculados a desengaños amorosos en los que las futuras víctimas sean hombres. Sus características cuadran a la perfección con los requerimientos de una mujer (Ana Celentano) deseosa de vengarse de su ex esposo (Rafael Ferro), hacendado clase media-alta en la dulce espera del primerizo junto a su nueva pareja (Juanita Viale). Lejos de las referencias habituales, Caetano confiesa más abajo que su principal referencia audiovisual no proviene de la pantalla grande, sino de la chica. “Quizás sea medio populista, pero el culebrón tiene algo muy popular que es interesante ver. Lo que yo quería lograr era eso”, asegura.
–Existe una diferencia temática importante entre sus primeros films y los dos últimos. ¿Temía que lo encasillaran como director “social”?
–No diría que era cuestión de encasillamiento, sino que estaba incómodo porque me había pegado otro palo. Ya me había pasado con Bolivia y un productor que resultó ser un chanta, después tuve varias discusiones con Lita Stantic por Un oso rojo; si bien la película quedó bien, no era lo que tenía en mente. Por eso quería hacer cosas que tuviera en la cabeza, como en su momento había pasado con Pizza, birra, faso. Y con Francia volví por ese camino de búsqueda. Hacía rato que tenía ganas de empezar a darle vueltas a la imaginación pura para que las ideas no salieran de afuera, sino de adentro. Igual, quizás había un temor inconsciente al encasillamiento porque salirse implica mucho riesgo. Encasillado estás seguro: todos esperan lo que vos sabés hacer y no otra cosa.
–Da la sensación, además, de que ésta es su primera película donde el contexto social no ocupa un espacio preponderante en las formas de actuar de los personajes. ¿Es así?
–Es que Mala tiene que ver con la telenovela. En ese sentido, si bien tiene la realización de una película, busqué hacer un culebrón bien sangriento. Sí es verdad que es la más despojada de la cuestión social. En Francia todavía había algo: un patrón al cual despreciar, un jefe ausente, fábricas que cerraban. Mala está bastante corrida de eso. Aunque para mí Un oso rojo también lo estaba porque no tenía referencias de tiempo ni de espacio y podría haberse filmado en cualquier lado.
–¿Por qué le interesó la telenovela culebrón?
–Yo estuve haciendo comerciales en Colombia y me llegó un proyecto para adaptar un libro de Laura Restrepo que se llama Leopardo al sol. Era una ficción absoluta, pero que a su vez podía tener una cierta referencia porque hablaba de los narcos. El texto tenía un tratamiento absolutamente telenovelesco que me fascinó. La verdad es que fue un placer muy grande escribir ese guión con Luciana Piantanida, que finalmente fue coguionista de Mala. Al final la película nunca se hizo porque era muy grande (estaban Antonio Banderas y Mickey Rourke), pero me quedó el gusto de indagar en un melodrama donde el narcotráfico pasaba a ser algo secundario para darle lugar a una suerte de culebrón muy colombiano.
–En las distintas definiciones que dio sobre la película siempre habla de amor y pasión, pero también de humor y sinceridad. ¿Cómo se combinan estos últimos aspectos con los anteriores?
–Siempre me gustó el humor. No es algo que me resulte ajeno. Y también tiene esa cosa del género de terror que el que miente está condenado a muerte. Es como una vengadora casi católica, una inquisidora. La idea de una sociedad donde las mujeres son maltratadas, el amor es menospreciado y prevalece la venganza está muy presente en Mala. Están todos los valores trastrocados, pero es una película sincera porque para mí los crímenes pasionales son los más puros. El hecho de matar por amor es intrínseco a la civilización y a la cuestión católica. En ese sentido, Mala adolece de todo lo que tenga que ver con la idea de un modelo de amor civilizado. Acá todos tienen algo para esconder, deseos de venganza y mucho odio, pero así como está fuera de campo el maltrato a la mujer también está fuera el amor. Es una película de amor por ausencia del mismo.
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