Viernes, 12 de abril de 2013 | Hoy
CINE › CAMPANA DE LARGADA PARA LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
La indie estadounidense Tchoupitoulas sigue a un trío de hermanos en plan de descubrimiento permanente de Nueva Orleáns. En la francesa Ma belle gosse también hay adolescentes en circulación, pero durante sus vacaciones veraniegas.
Por Diego Brodersen
Señal de largada para la Competencia Internacional de este Bafici quinceañero, que además trae algunas novedades. De particular relevancia resulta la ampliación de una sección que, desde su primera edición, sólo aceptó primeras y segundas películas; de ahora en más, el tercer largometraje de cualquier realizador puede competir en la vidriera más importante del festival. En conferencia de prensa a fines del año pasado, Marcelo Panozzo, flamante director del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, explicó que “nos parece que las condiciones para filmar cambiaron muchísimo en estos últimos años. Dos películas nos quedaban cortas para dar cuenta del inicio de la carrera de un director, así que creemos que tres es un número más cabal”. Tal vez por ello el número de contendientes este año asciende a veinte, contra los tradicionales dieciocho. Dos decenas de films que incluyen títulos de las más diversas nacionalidades, entre ellos tres largometrajes argentinos de reciente factura.
Los dos primeros en exhibirse, durante la jornada inaugural, comparten protagonistas jóvenes, aunque su estilo es bien diferente, como también el método de trabajo de sus realizadores. En el caso de Tchoupitoulas –que, a pesar de su título, no llega desde Grecia, sino desde los Estados Unidos–, un trío de hermanos en tránsito permanente son la excusa para la descripción de una ciudad, sus espacios y habitantes. Un poco a la manera de las sinfonías citadinas de fines del período mudo, aunque aggiornada con procedimientos bien de principios de este siglo, el segundo largo de los también hermanos Bill y Turner Ross se instala en ese limbo entre el documental y la ficción tan conocido por los habitués de los festivales de cine (y poco transitado por el cine mainstream de cualquier latitud, usualmente claro en sus divisiones territoriales). El título hace referencia explícitamente al nombre de una calle, una de las más importantes de Nueva Orleáns, densamente poblada, vibrante y colorida, particularmente durante las noches.
Los hermanos Ross hacen que el trío de protagonistas adolescentes pierda el último ferry que podría trasladarlos de vuelta a casa, obligándolos a pasar la noche en las calles de la ciudad. Músicos callejeros, artistas de diversa categoría y tenor, bailarinas de cabaret y poetas de la vida son algunos de los personajes con los que van topándose, en un viaje nocturno que culmina inevitablemente a la salida del sol, como si se tratara de un hechizo efectivo solamente desde el crepúsculo hasta el amanecer. Si la película va perdiendo algo de fuerza a mitad de camino, cuando parece que Tchoupitoulas ya no tiene nada más para decir los hermanos ingresan ilegalmente en un buque abandonado, una suerte de Titanic a escala que los chicos recorren casi como si se tratara de una mansión embrujada, con miedo y asombro. Allí los realizadores reencuentran cierta magia, un tono poético que es el mejor componente de este film pequeño pero atractivo.
Algo similar puede decirse del largometraje francés Ma belle gosse, ópera prima de Shalimar Preuss que viene de presentarse en la sección Bright Future (dedicada al descubrimiento de jóvenes talentos) del Festival de Ro-tterdam. Aquí también hay chicos y adolescentes, aunque su circulación, durante una temporada de vacaciones veraniegas, es más bien diurna, de la playa al hogar y viceversa. O no tanto, porque quien podría describirse como su protagonista –en una película coral, dramáticamente desconcentrada– suele acercarse a una cárcel cercana sin que los demás lo noten. Y es que Maden, la joven en cuestión, se cartea desde hace tiempo con un recluso a quien no conoce personalmente y que la dobla en edad. Lo que podría reconocerse en principio como conflicto central es, en realidad, un apunte más en una película que prefiere concentrarse en detalles, algunos de ellos minúsculos.
En lugar de construir una estructura dramática tradicional, Preuss presenta las escenas como una sucesión de viñetas, descripciones cotidianas donde es posible advertir conflictos latentes –y no tanto– entre padres e hijos, hermanos y primos, matrimonios y ex parejas. Uno de los mayores logros del film, la naturalidad y frescura con la cual el grupo de chicos y chicas se mueve delante de cámara, tiene su origen en una puntillosa dirección actoral y una cámara que los sigue de cerca, pero con cierto pudor e incluso respeto. Por momentos, Ma belle gosse parece una versión minimalista, sensible y madura de Verano azul, aquella popular serie española de principios de los años ochenta. Pero el film no parece estar dirigido tanto a una audiencia juvenil como a los adultos que todavía recuerdan esos momentos de la infancia y pubertad, cuando entre los 10 y los 20 años parecía mediar una engañosa infinidad.
* Tchoupitoulas se exhibe hoy a las 17.55 y mañana a las 12.10 en Village Recoleta 2. Ma belle gosse se verá mañana a las 13 en ArteMultiplex 3 y el domingo 14 a las 13 en Village Caballito 7.
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