CINE › CALLES DE LA MEMORIA, DE CARMEN GUARINI, SE EXHIBE EN LA LUGONES Y EL MALBA
El documental, que se construye ante los ojos del espectador, toma como tema el de las placas conmemorativas que el colectivo Barrios X Memoria y Justicia instala en las calles de Buenos Aires como recordatorio de que allí pasaron cosas que no conviene olvidar.
La memoria no viene dada: se construye con tiempo, dedicación y esfuerzo. A veces remando contra la indiferencia y el olvido, otras contra la agresión lisa y llana. Lo mismo que una placa. Placas empezaron a aparecer en las veredas de Buenos Aires hace unos años, recordando que aquí o allá nació, vivió, fue secuestrado o asesinado este o aquel militante de los años ’70. Para su nuevo film sobre el tema de la memoria histórica y sobre el legado de las luchas de esa década –después de Jaime de Nevares, último viaje (1995) e H.I.J.O.S., el alma en dos (2002)– Carmen Guarini eligió ese tema: el de las placas conmemorativas que el colectivo Barrios X Memoria y Justicia viene instalando en las calles de Buenos Aires, como modo de recordar al caminante que en esas veredas, la misma ciudad, estos espacios que hoy pisa, pasaron cosas que no conviene olvidar. Guarini construye el film ante los ojos del espectador, del mismo modo en que vecinos, familiares, amigos y ex militantes construyen esas placas. Con máxima coherencia, Calles de la memoria opera una construcción en tres niveles. El primero es concreto: las placas. El segundo, simbólico: la memoria. El tercero, de carácter representativo: la película misma.
“Fue una propuesta vertical –reconocía Guarini ante Página/12, en la entrevista publicada el domingo–. Yo les bajé el tema, porque era un taller acelerado de dos meses y no iba a haber tiempo para que cada uno propusiera algo distinto.” El taller al que la realizadora de Tinta roja se refiere es uno que le tocó dictar en 2011 y que terminó dando por resultado este documental. Al incluir en la película el proceso de su producción (el taller, las clases, los alumnos –todos ellos extranjeros–, la propuesta de la profesora), Guarini inscribe en la película su propia construcción. Hay dudas (una chica chilena admite sin tapujos su escasa identificación con el tema), discusiones (dónde poner la cámara en determinada escena), queda registrado lo que en un documental convencional sería “investigación previa”. Los timbrazos en el portero eléctrico de un edificio frente al cual hay una placa permiten plantear, en una sola escena de un par de minutos, una precisa reproducción a escala de los modos en que la sociedad argentina elabora el tema: una señora pide que le pregunten a otro, otra dice que no sabe qué le parece el tema (sic), por último está el vecino que la tiene más clara. Falta la agresión directa: ya aparecerá.
En Meykinof (2005), Guarini filmaba la hechura de una película ajena (Ronda nocturna, de Edgardo Cozarinsky). En Calles de la memoria, filma el making off de una propia: la propia Calles de la memoria. Como en H.I.J.O.S., el alma en dos, como en toda su obra, la realizadora de Gorri (2010) no filma certezas, sino discusiones, dudas, debates, marchas y contramarchas. Procesos de construcción. Eso ocurre dentro del equipo de rodaje y, desde ya, dentro del grupo que compone Barrios X la Memoria. Durante una conversación telefónica con una señora que avisa que si ponen una placa la va a romper, uno de sus integrantes se muestra lleno de una paciencia envidiable. Una de sus compañeras avisa, en cambio: “Si ella rompe la placa, yo la rompo a ella”. Otra vez el ojo entrenado para ver la metáfora, que permite atisbar, en esa escena, la diferencia entre modos democráticos y justicia por mano propia.
“Es verdad que eso deberíamos haberlo debatido antes”, reconoce otra integrante de BXMJ, cuando surge una discusión, en la vereda, sobre el texto que debe llevar una placa. La placa homenajea a un militante asesinado en octubre de 1973, gobierno de Perón, y los parientes argumentan que no corresponde cargarle el crimen al terrorismo de Estado, como las otras, sino a “fuerzas irregulares del gobierno”. Se acepta el reclamo, se cambia el texto: democracia en funcionamiento. La memoria nunca termina, es un proceso de construcción permanente. El trabajo de BXMJ recién empieza. Consecuente con esta condición inacabada, Calles de la memoria es breve (dura sólo 65 minutos) y construida con fragmentos que no aspiran a una unidad, sino sólo a echar breves instancias de iluminación sobre un proceso mayor. Como las placas.
Por eso Guarini muestra en detalle cada una de sus piezas (los vidrios y su pintado, el cemento coloreado, los moldes de letras) y el entero proceso de armado, hasta el cavado, cementado y colocación en la vereda. “¿Cómo era el texto?”, pregunta alguien por ahí. “¿Dónde están las letras?” “¿Cómo colocamos las cerámicas?” “Está dura la vereda.” En la escena final, su hermano describe cómo era Ariel Adrián Ferrari, dónde lo secuestraron, cómo se lo extraña. “Dónde ponemos la cámara, qué planos dejamos, cómo los montamos”, se habrán preguntado Guarini y sus alumnos-asistentes, y esas preguntas implícitas completan los tres niveles de construcción de Calles de la memoria.
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