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Sábado, 6 de julio de 2013

CINE › PIEDRA QUE LATE MUESTRA LO QUE GENERA UN SHOW DEL INDIO SOLARI

Apología de un sentimiento

El documental dirigido por Julio Leiva refleja el fenómeno que se produce cada vez que el cantante toca en el interior y contó con el beneplácito del propio ex Redondos. Se verá el 9 de julio en Vorterix, con entradas que regala la radio, y también vía streaming.

 Por Mario Yannoulas

Alfredo Avalos (productor), Julio Leiva (director) y Maximiliano Diaz (realizador), responsables del film.
Imagen: Joaquín Salguero.

Julio Leiva enciende otro cigarrillo, y la ceniza se consume demasiado rápido. Mucho más rápido de lo que viaja el tiempo, de lo que corren las horas hasta que den las 13 del 9 de julio, o de lo que pasó entre su último –único, mínimo– contacto con el Indio Solari y el momento en que entre los dedos sólo queda un filtro oloroso. Piedra que late es el nombre del primer documental dirigido por Leiva, que no sólo significa su absoluto debut audiovisual, sino también la primera obra que relata de manera organizada, prolija y autoconsciente todo lo que genera un recital del ex cantante ricotero donde quiera que vaya. En este caso, en la ciudad de Tandil, donde tocó por segunda vez como solista el 3 de diciembre de 2011. “La idea básica era reflejar aquello que la histeria de los medios impide mostrar: ese fenómeno único que se genera cada vez que el Indio visita algún lugar del país”, expone el director.

Es cierto que, como indica el legado de esa criatura única que fue Patricio Rey, cuando toca el Indio Solari el tiempo parece correr al margen de la Historia, y ese es un hecho que merece ser contado de alguna manera. “La idea arrancó cuando vimos a 150 mil personas conviviendo en paz en Junín. Nos pareció que había que mostrarlo, como para que el que alguna vez fue pueda recordarlo, y el que no, logre entender un poco más de qué se trata”, prosigue Leiva. El documental se va a proyectar por primera vez el próximo martes a las 13 en Vorterix –las entradas las regalan en cada programa de la emisora– y se transmitirá en vivo vía streaming desde la página oficial de la radio. A futuro, la idea es “liberarlo” en algún momento.

Herencia de la juventud bohemia y rockera de los ’80 que se exaltó con el regreso de la democracia, de la generación no future de los ’90 y de la camada post Cromañón también. Todos esos actores sociales están contenidos en la película, que cuenta con testimonios de fanáticos, puesteros, lugareños, más algunas voces externas como las de Mario Pergolini, Lalo Mir, Gonzalo Bonadeo y el poeta Camilo Blajaquis. “El caso de Camilo nos conmovió mucho –confiesa Leiva–. Mientras estuvo preso, las letras del Indio lo ayudaron a salir adelante, fueron inspiración para escribir. Ahora se dedica al arte.” Lo curioso es que Leiva y su equipo –productores de Vorterix–, siempre vinculados al mundo radial, carecían de toda experiencia en el campo audiovisual. Se hicieron de una cámara HD y un camarógrafo con oficio, compraron una computadora y apelaron a tutoriales de YouTube para aprender pormenores de la edición y el montaje, principalmente su realizador, Maximiliano Díaz. Pero, por sobre todas las cosas, nunca supieron si iban a poder contar con un elemento vital: la música del Indio. “Decidimos contactarnos con él a través de su manager cuando ya teníamos la mitad del documental terminado. Primero, por una cuestión de respeto; segundo, por el permiso para usar esos temas”, dice el director. “Es increíble hasta qué punto llegó nuestra inconsciencia, el tipo tranquilamente nos podría haber dicho que no. Sin embargo, justo un año después de aquel recital nos llegó su respuesta, que nos transmitía ‘emoción y alegría por ver el documento filmado’.”

Piedra que late se centra, entonces, no en el concierto en sí, sino en su periferia, como una apología del sentimiento más que un ensayo sociológico: miles de seguidores de todo el país, el recibimiento del lugar y el montaje de una ciudad paralela en pos de abastecer a esa población fantasma. “Fuimos a los camping, a hoteles, restaurantes, charlamos con los puesteros, con la gente del lugar y hasta con una pareja de jubilados que había ido a pasar el fin de semana sin saber que había un recital tan grande. Teníamos una sola cámara, fueron cuatro días de ir de acá para allá tratando de recoger la mayor cantidad de testimonios posible, pero en un marco relajado, sin frenetismo. Intentamos dialogar mucho los días anteriores y dejar que la previa se relatara con la fuerza de las imágenes.”

Si una parte del mito de los Redondos –del que el Indio es un continuador– tuvo que ver con cierto ocultismo deliberado, durante los últimos años la proliferación de cámaras personales en los shows tuvo que necesariamente redefinir ese esquema. Como símbolo de un cambio de época, el documental parece organizar esa información que deambula sin dirección por la web: “Por un lado estaban esos registros demasiado confusos y, por otro, la visión televisiva que se queda sólo con lo malo. Pretendemos explicar el fenómeno de alguna manera”.

–¿Y qué explicaciones aparecieron?

–Surgieron cuestiones comunes, aunque es difícil que la gente explique algo que siente. Evidentemente, la música y las letras lograron tocar fibras que ningún otro músico pudo tocar. Algo que aparece mucho es el respeto por la historia del Indio, su independencia, y también el sentido de pertenencia a un fenómeno tan importante. Hay familias enteras que se traspasan el sentimiento, casi como un club de fútbol.

–¿Encontraron más similitudes con el fútbol?

–La gente destaca que ver al Indio es incluso mejor que ir a la cancha: acá gritás “Gol” cada dos minutos y no está la angustia del que pierde. Todos hinchan por lo mismo. Y al final del show, todos ganaron.

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