CINE › ROBERT B. WEIDE HABLA DE SU DOCUMENTAL SOBRE WOODY ALLEN
Fan incondicional de Allen desde su adolescencia, a Weide (director de la tira Curb Your Enthusiasm, con Larry David) le llevó 27 años convencer a Woody de hacer una película sobre su vida y su obra. Pero cuando lo consiguió, tuvo acceso total.
› Por Diego Brodersen
De paso por Londres, donde se encuentra preproduciendo una serie de televisión humorística llamada Mr. Sloane, Robert B. Weide atiende a Página/12 vía Skype. Pocos lectores sabrán quién es este señor de 54 años nacido en los Estados Unidos, con la excepción de los más aguerridos seguidores de las sitcoms y series cómicas de la TV por cable, una raza de televidentes con características de tribu urbana global. La carta de presentación de Weide es, ha sido y será Curb Your Enthusiasm, la tira producida por HBO que el comediante Larry David protagonizó a lo largo de ocho temporadas; además de oficiar como productor ejecutivo, dirigió una treintena de episodios. Pero la relación de Weide con la comedia es mucho más profunda y su reciente largometraje sobre Woody Allen –cuyo estreno en Argentina se anuncia para mañana jueves– es el último ejemplar en una serie de documentales sobre comediantes y figuras del espectáculo. “Todos estos documentales han girado alrededor de mis influencias e intereses culturales. Mi primer amor fueron los Hermanos Marx, por lo que mi primera película como productor, hace treinta años, fue acerca de ellos. En el fondo podrían definirse como confesiones públicas acerca de mi fascinación por esta gente: Lenny Bruce, W. C. Fields, Mort Sahl y Kurt Vonnegut, gente que me ha influenciado mucho, desde mis años de adolescencia, y siguen siendo de enorme interés”, afirma el productor y realizador.
No sólo el humor cinematográfico, sino también la comedia stand up (que finalmente ha de-sembarcado en nuestro país como formato teatral ubicuo) aparece como interés en su primer documental como realizador, The Great Standups (1984). La figura de Woody Allen reúne en su biografía los orígenes en el teatro y la televisión y su posterior carrera como realizador cinematográfico, elementos que Woody Allen: el documental (traicionera traducción del mucho más modesto original A Documentary, “un” documental) desarrolla cronológicamente con entrevistas íntimas al neoyorquino más famoso, ilustradas con una ingente cantidad de material de archivo y fragmentos de sus films. “Woody Allen siempre estuvo en esa lista de figuras influyentes en mi vida. Su primera película, ¡Robó, huyó... y lo pescaron! (Take the Money and Run, 1969), fue lanzada cuando yo tendría unos nueve años; Bananas llegaría un año después. Annie Hall (N. de la R: estrenada en la Argentina con el título Dos extraños amantes) se estrenó cuando cursaba la escuela secundaria y se convertiría en una de mis películas favoritas. De alguna forma, sus películas maduraron al mismo tiempo que yo.”
–¿La idea de realizar una película sobre Allen estuvo siempre presente?
–Absolutamente. Woody aparece incluso en un momento del documental sobre los Hermanos Marx, por lo que ya lo conocía desde aquel entonces, aunque muy superficialmente. El primer acercamiento para hacer un documental sobre su vida y obra debe haber sido a mediados de los años ’80, pero entonces me dijo cordialmente que no. Tal vez por mi juventud decidí tirarme un lance una vez por década, o algo así. Y eso fue lo que hice, hasta que finalmente logré cansarlo. En octubre de 2008, le escribí una carta y pensé “si no me cierra la puerta de un portazo, si la deja apenas entornada, la empujaré y trataré de hacer realidad el proyecto”. La respuesta vino a través de su asistente: “Woody recibió tu carta y quiere saber, en caso de aceptar...” En cuanto leí la línea “en caso de” me di cuenta de que estaba adentro. Habían pasado unos 27 años desde mi primer intento.
–Allen es ciertamente famoso por ser una persona no muy accesible para la prensa.
–Es cierto que, en el pasado, cuando estrenaba películas financiadas en mayor o menor medida por algún estudio, evitaba por completo hacer publicidad. Pero ahora que sus films son financiados de manera independiente, se siente obligado a hacer un esfuerzo para promocionarlas. Hoy en día Allen da entrevistas y sus respuestas suelen ser reflexiones muy interesantes. Al mismo tiempo, no deja de ser cierto que, cuando uno lo ve durante entrevistas grabadas para la televisión, se lo suele ver incómodo. Uno de los grandes cumplidos que recibí por la película vino de gente que conoce a Woody muy bien y se relacionan con el hecho de que nunca lo habían visto tan relajado hablando a cámara sobre su vida.
–¿Fue difícil optar por una determinada estructura narrativa, encontrar un balance entre los aspectos personales de Woody Allen y su obra?
–Me interesaba la biografía de Woody, su vida, básicamente porque es parte esencial de su obra. Cuanto uno mejor conoce su infancia en Brooklyn, su familia, sus padres, cómo era de niño, su interés en la música, su salto de escribir columnas en periódicos a escribir guiones y gags para comediantes, todo ello ilumina su obra. Creo que sus orígenes son muy interesantes y lo llevaron a una carrera muy prolífica y única. De todas formas, el foco siempre estuvo puesto en el trabajo. Por supuesto, al llegar a ese período a comienzos de los años ’90, cuando se da la situación con Mia Farrow y su hija adoptiva Soon-yi, sentí la obligación de incluirlo, porque lógicamente el público lo estaría esperando y no hacerlo hubiera significado lavarse las manos. Creo que fue periodísticamente responsable tocar ese tema en el documental, pero ciertamente no quería que esa historia secuestrara todo el film y lo transformara en un drama de tribunales. La pregunta es, ¿ocurrió algo en la obra de Woody como consecuencia de esos hechos? A fin de cuentas, no mucho. Y eso es algo interesante, esa habilidad para compartimentar, expresión que todos parecen usar para referirse a su habilidad para separar su vida personal del trabajo. En un momento del documental, la persona encargada de los castings para sus películas dice que Woody podía estar en la corte durante la mañana, salir de allí e ir inmediatamente a una sesión de casting, para luego pasar la tarde en la sala de edición. Pero los detalles de ese caso judicial no me interesan particularmente, no tengo mentalidad de tabloide. Lo traté como lo que fue: un incidente en su vida, aunque el documental sí le dedica un par de minutos al circo mediático alrededor de esa situación.
–¿Hubo alguna clase de imposición de límites por parte de Allen a la hora de tocar ciertos temas?
–En lo más mínimo. El único pedido que me hizo, y que encontré muy razonable, fue ver la película terminada antes de ser enviada a la señal de televisión para su transmisión (existen dos versiones del film, una televisiva y otra cinematográfica. Ver recuadro). Es gracioso, porque Woody encuentra particularmente difícil verse a sí mismo en pantalla y es famoso por el hecho de que nunca vuelve a ver sus películas. Su único miedo era que el proyecto se transformara en una suerte de tributo, no quería sentirse cómplice de un homenaje a su persona. En algún momento me sugirió hacer la película sin incluirlo, pero afortunadamente esa idea no prosperó. Lo más difícil fue sortear su propia modestia. Al mismo tiempo, una vez que aceptó participar del proyecto, no intentó de ninguna manera ejercer control creativo.
–Allen explica en un momento su deseo de pasar de un film a otro, sin detenerse o pensar en hacer una obra maestra.
–Es difícil imaginar otro director de cine norteamericano que combine la más completa independencia y al mismo tiempo una obra tan prolífica. Grandes y reverenciados cineastas como Martin Scorsese no pueden avanzar con un proyecto a menos que le muestren un guión a la gente que tiene el dinero. Saqué a colación este tema con Woody y me respondió: “Bueno, pero las películas de Marty son mucho más caras que las mías”. Woody hace sus películas con 18 o 19 millones de dólares, que para los estándares del cine norteamericano actual es prácticamente nada, hablamos realmente de bajo presupuesto. Pero hay una larga fila de gente que quiere financiar sus películas, y esa gente no lee los guiones ni hace comentarios sobre el montaje o el casting. Es gente que simplemente quiere producir “una película de Woody Allen”. Es una combinación interesante de total independencia creativa, que tuvo desde sus inicios, y el hecho de que no realiza las películas desde el sistema de estudios actual.
–¿Podría definir a Woody Allen desde su calidad de ícono cultural?
–Woody me odiaría si me escuchara definirlo como un artista, le parecería realmente aborrecible. Pero él es, sin dudas, un artista capaz de desarrollar cualquier idea que se le cruce por la cabeza. Al mismo tiempo es un pragmático, en el sentido de que si tiene una idea que no va a interesar a nadie, completamente no comercial y autoindulgente, la desecha y sigue adelante con otra. Allen hace una película por año y el resultado es una suerte de mosaico de sus puntos de vista acerca del mundo, las relaciones personales, las preguntas grandes y las pequeñas preguntas, momentos serios y graciosos. Cuando hacés una película por año durante 45 años el resultado es una enorme pintura sobre la vida según su mirada personal. Eso es algo realmente único. Su carrera es realmente diferente de la de otros realizadores: si ves sus primeras películas, las así llamadas “graciosas”, ¡Robó, huyó... y lo pescaron!, Bananas, El dormilón, nada te prepara para el hecho de que unos años después creará Annie Hall o Crímenes y pecados. Woody ha cambiado radicalmente el estilo y tono de sus películas. Hay gente a la que no le gusta el cine de Woody Allen y me parece perfecto, al fin y al cabo, se trata de algo absolutamente subjetivo. Pero nunca estaré de acuerdo con cierta clase de comentarios del tipo “bueno, hace siempre la misma película, una y otra vez”. ¿Cómo pueden Bananas y Match Point ser consideradas la misma película? ¿O El dormilón y Crímenes y pecados? Por supuesto, Woody tiene sus obsesiones personales: la mortalidad, el rol del artista, las relaciones y la fidelidad, y es cierto que las revisita película a película, pero de manera muy diversa.
–¿Cuál es su opinión sobre el estado de la comedia, tanto en el cine como en el teatro y la televisión?
–Hacer películas es tan caro que los encargados de decidir qué se filma y qué no son básicamente contadores que cuidan sus inversiones y quieren márgenes de ganancia. Ellos tienen sus algoritmos que les dicen, por ejemplo, ¿en qué momento hacen más plata las películas? ¿Quiénes van más asiduamente al cine? Respuesta: los chicos de veinte años. El resultado es que las películas están destinadas, en gran medida, a esa franja etaria. Tengo 54 años e incluso a mis veinte años apreciaba material más adulto, por lo que no necesito tantos superhéroes e historietas en mi vida. Estoy haciendo una generalización, por cierto, hay grandes excepciones, pero la gran mayoría de las comedias que se estrenan en estos días no me interesan, son simplemente tontas y toman el camino más fácil. En la televisión, por otro lado, se da una situación similar. Con la serie que produje durante muchos años, Curb Your Enthusiasm, no hicimos ningún esfuerzo por agradar a una gran audiencia. A partir de ese momento, me han llegado varias ofertas y guiones para producir, y muchos de esos guiones no son buenos o interesantes. Pero eso es lo que ocurre cuando las cadenas de televisión tratan de ganarse a un público mayoritario, intentando agradar a todo el mundo. Mis gustos son un poco menos comerciales y masivos. Creo que la comedia debería hacer algo más que repetir los mismos viejos chistes una y otra vez.
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