CINE › EN TV EL NOTABLE CICLO PRIMER PLANO AHORA VA LOS DOMINGOS
En su nuevo día y horario, el programa que se dedica a rescatar películas que no tuvieron estreno comercial en la Argentina recupera dos nombres por demás revulsivos: el documentalista alemán Rosa Von Praunheim y la realizadora francesa Catherine Breillat.
› Por Horacio Bernades
Cambio de día y hora, pero no de nivel. A partir de este mes, el ciclo Primer Plano del canal de cable I.Sat, que durante años se emitió los miércoles a las 22, pasa a hacerlo los domingos a las 22.30, con repeticiones los viernes a la 0.50. La programación de agosto, reducida a tres títulos (el domingo 4 quedó vacante) e integrada, como es costumbre, por films inéditos en el país, estará en manos de dos nombres con probadas credenciales de revulsión. Uno de ellos es el cineasta alemán Rosa Von Praunheim, quien como parte de su larga reivindicación del mundo Lgbti le dedica un documental a Ralf König, rey del comic gay. La otra, la francesa Catherine Breillat, todo un icono del estudio del deseo femenino en cine, esta vez en una inesperada doble relectura de los cuentos de hadas. Más precisamente, dos escritos –reescrito, el segundo de ellos– por su compatriota Charles Perrault: Barba Azul y La Bella Durmiente. Presenta, como siempre, el escritor Alan Pauls.
“Mucha gente me dice que se hace la paja con mis comics y a mí me parece bárbaro.” Muchas de ellas editadas en castellano, si algo no ahorran las historietas escritas y dibujadas Ralf König es explicitez. Pero no se trata de historietas porno –aunque en un comienzo lo fueron–, sino cómicas. Dedicadas siempre al mundo gay, las viñetas de este hombre de cincuenta y pico suelen presentar a hombrecitos lampiños que sueñan con hombrones peludos. “La clásica iconografía gay”, se ríe König de sus propias fantasías en El rey del comic, el documental de Von Praunheim, que se presentó en el Bafici 2012 y ahora lo hará en televisión. El título original, König des Comics-Ralf König, juega con el hecho de que en alemán, el apellido del dibujante quiere decir pura y simplemente “rey”. Suerte de autobiografía documental, El rey del comic repasa, en su propia voz y con la reproducción de sus cuadritos, la vida y obra de este nativo del pequeño pueblito de Soest, que siendo adolescente descubrió que lo que le gustaba no era su mejor amiga.
Allí está, junto a König, esa mujer que sigue siendo su mejor amiga, riéndose al recordar el día que ella estaba por declararle su amor y él terminó por declarar su amor secreto. “A la primera marcha del orgullo gay que fui –recuerda König–, vi a unos transformistas que no me gustaron nada. Es gracioso: unos pocos meses más tarde yo mismo me presentaba en un show junto a unos amigos, como drag queen.” Delgado, fibroso y sumamente simpático, König parece tener una sonrisa siempre a flor de piel. Pero su mirada azul trasluce melancolía, y él lo confirma. Y también sus dibujos: si bien la actividad sexual es frenética en ellos, hay una historieta en la que uno de los protagonistas (se trata de una serie, protagonizada por el matrimonio integrado por Konrad y Paul) está tan depre que logra que el otro, que quería tener sexo, quede derrumbado sobre el sillón, igual que él.
El público se mata de risa, al ver ese último cuadrito. ¿Qué público? El de un show en vivo que König brindó para festejar sus 50 años. Gran “doblador”, desde un costado del escenario el autor de El hombre deseado, El condón asesino (ambas de 1987) y Suck My Duck (2004) hace todas las voces de sus propias historietas, que se proyectan, en forma de cuadritos, en una pantalla de cine. Incluida la de la matrona alemana, interesadísima por las funciones anales de su hijo gay. Pero no todo es cuestión de metesaca-metesaca: a König puede vérselo en manifestaciones de oposición al papa alemán Ratzinger, sosteniendo que desde la Biblia en adelante no hay institución más homofóbica que la Iglesia Católica. Prototipo (2008), Arquetipo (2009) y Antitipo (2011) son los volúmenes en los que este hombre que pasó solo casi una década, hasta encontrar al “hombre de su vida”, la emprende más resueltamente contra el catolicismo y sus mitos.
“Cuando era chica, era mi cuento favorito”, explica Catherine Breillat sobre Barba Azul, que filmó para el canal Arte y estrenó en 2009 en el Festival de Berlín. La Bella Durmiente se puso en pantalla al año siguiente. En el ciclo de Primer Plano irán los domingos 18 y 25, respectivamente. Con un único film estrenado en Argentina (el escandaloso Romance X, de 1999), esta cineasta nacida en 1948 tiene una relación con el cine tan larga como diversa. No sólo con el cine: a los 20 publicó su primera novela, L’homme facile, que hasta mediados de los ‘80 estuvo prohibida. Publicando con regularidad de allí en más, a partir de ese momento Breillat mantuvo una carrera paralela, que incluye apariciones como actriz (la primera de ellas, en Ultimo tango en París), guiones para terceros (incluyendo participaciones en los de Bilitis, de David Hamilton, y La piel, de Liliana Cavani) y realizaciones propias, la primera de las cuales es de mediados de los ’70.
“Acusadas” en ocasiones de “pornoautorismo”, las investigaciones de Breillat sobre la sexualidad femenina nunca pecaron de timidez. Nadie vaya a imaginar, sin embargo, al grandote Barba Azul y su esposa adolescente en la alcoba. O a la Bella Durmiente despertada por algo más que un beso. En ambas versiones no hay mayor sexualidad explícita que el baño en el estanque de algún hada rubia. Lo que sí hay es relectura y, en el caso de la primera, lo que se llama “puesta en abismo”, que es cuando la ficción se incluye a sí misma como tal. Eso está dado, en Barba Azul, por la lectura que dos niñas contemporáneas hacen del cuento. Lectura que se intersecta con la traslación cinematográfica del relato. En la escena culminante, que también es la más sangrienta (tanto como en el cuento de Perrault), ambos planos se fusionan, con la niña que lee poniéndose en lugar de la protagonista.
Mucho más libre es la rendición que Breillat hace de La Bella Durmiente, cuento que Perrault reescribió a partir de la tradición oral. Hay, como en la historia original, una princesa, hadas buenas que quieren protegerla, una bruja que lanza una maldición y la maldición que se cumple, quedando la princesa (que aquí es rusa y se llama Anastasia) dormida por cien años. La versión Breillat es un relato de iniciación, que transcurre en buena medida en el mundo de sueños de la heroína. Las cuestiones de género que siempre interesaron a la realizadora se ven reflejadas aquí en que, de pequeña, Anastasia quiere ser Vladimir. Así como más tarde las circunstancias la llevarán a vestirse de varoncito (de modo semejante, en algún momento, la Catherine de Barba Azul se pone a devorar una pata de chancho con tanta bestialidad como la bestia de su marido). En las antípodas de las princesas tradicionales, Anastasia es una muchacha emprendedora, que sabe lo que quiere y enfrenta todos los peligros. Trátese de una gruta oscura, un ogro lleno de ampollas o el primer enamoramiento.
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