CINE › PAMELA YATES, PACO DE ONíS Y LO QUE SUCEDIó A PARTIR DE SU PELíCULA GRANITO DE ARENA
La directora y el productor cuentan la experiencia y el resultado de su documental sobre las violaciones a los derechos humanos en Guatemala, que puede verse en el DerHumAlc. “El cine documental sí puede generar cambios, aunque lleven muchos años”, señalan.
› Por Ezequiel Boetti
Pamela Yates filmó gran parte de Granito de arena casi sin darse cuenta. A fines de los ’70, la sonidista trabajaba en Nicaragua y El Salvador al servicio de otros directores cuando escuchó de una guerra en Guatemala silenciada por sus víctimas y victimarios. Los primeros, por esa idea tan pródiga en los circuitos militares latinoamericanos de aquellos años de tomar las muertes y desapariciones como causas naturales de la “lucha contra la subversión”. Los segundos, casi todos ellos indígenas o campesinos sin recursos, a causa del inconmensurable dolor por sus caídos y el terror a las represalias. Inmediatamente recordó Fruta amarga, aquel libro que había leído hacía algunos años que describía las operaciones espurias de los norteamericanos durante la época de la United Fruit Company, y sintió curiosidad. Investigó e hizo las valijas con el objetivo de filmar un documental. “Como ciudadana estadounidense sentía una responsabilidad, una obligación de tratar de comunicarle al mundo entero cuál era el legado de la intervención norteamericana. Si una viene de un estado que está haciendo mal, es importante contar la historia, denunciarla y tratar de cambiarla”, dice hoy.
Y vaya si lo hizo: filmó el documental Cuando las montañas tiemblan (1982), un fresco social y político que hoy puede verse en YouTube y en los ’80 recorrió el mundo, visibilizando un genocidio indígena en plena ejecución que legaría más de 200 mil víctimas, además de la lucha de los resistentes encabezada por la entonces veinteañera Rigoberta Menchú, años después Premio Nobel de la Paz. En ese momento, Yates no podía saberlo, pero la película de su vida estaba lejos de terminar. Casi tres décadas después, aquellas imágenes recolectadas sirvieron de evidencia en los juicios contra dos militares y del recientemente condenado dictador Efraín Ríos Montt. De cómo el cine alteró la historia bien podría ser el título de Granito de arena, en el que Yates aprovecha las peripecias de su archivo para volver a retratar la coyuntura guatemalteca. “La película estuvo prohibida veinte años en ese país y yo fui a la primera exhibición pública en la Universidad de San Carlos, en 2003. Entre los espectadores estaba una abogada internacional que al final se acercó a preguntarme si me había quedado con material inédito porque había empezado a investigar a dos de los generales que yo había filmado. Gracias a Dios habíamos guardado todos los rollos en una gran bodega, así que fuimos a buscarlo”, recuerda la cineasta, entrevistada por Página/12 junto al productor Paco de Onís, ambos presentes para acompañar el film en su paso por el Festival Internacional de Cine de Derechos humanos.
–Yates, ¿por qué decidió guardar ese material? ¿Era consciente de su valor “extracinematográfico”?
Pamela Yates: –Lo guardé por el simple hecho de que ser documentalista es documentar, y todo lo que queda afuera de una película es importante. Sólo fue por eso.
–¿En qué momento se dieron cuenta de que había una película en toda esta historia?
Paco de Onís: –Después de la solicitud de la abogada, cuando vimos que existía muchísimo material que comprometía a los generales y no había aparecido en el corte final de Cuando las montañas tiemblan. Entonces pensamos que podíamos hacer una película sobre el papel que juega un documental dentro de un proceso de derechos humanos. La idea inicial era sencilla, pero no sabíamos con qué íbamos a encontrarnos en el camino.
P. Y.: –Además, al ver esas imágenes nos percatamos que yo aparecía en casi todas las tomas, y así se nos ocurrió poner el foco sobre el cine documental y hacer una carta de amor a la próxima generación de cineastas, diciéndoles que el cine documental sí puede generar cambios, aunque lleven muchos años.
–¿Notaron cambios en el país a lo largo de las tres décadas que pasaron entre ambos films?
P. Y: –Las nuevas generaciones no saben prácticamente nada acerca del genocidio. Pero quieren saber, lo que es un cambio muy grande. Yo fui a hacer la película pensando que iba a encontrarme con un país deprimido, y ocurrió todo lo contrario. Encontré otros “granitos” con mucho coraje que nunca dejaron de lado la búsqueda de justicia, y estaban trabajando muy fuerte buscando evidencia para el juicio a Ríos Montt. Viendo todo eso no podía dejar de lado la esperanza.
–Uno de los entrevistados dice que hubo mucho silencio porque hasta ese momento no había justicia. ¿Creen que la condena a Ríos Montt puede cambiar esa situación?
P. D. O.: –Definitivamente se rompió el silencio. Ahora hay un debate abierto y bastante polarizado sobre la cuestión del genocidio porque las elites económicas y políticas no quieren reconocerlo y están batallando muy fuerte a través de los medios y las amenazas. Pero, por otro lado, la juventud y el pueblo maya ahora tienen una herramienta muy fuerte que es la condena definitiva a Ríos Montt.
P. Y.: –Por eso ahora estamos preparando la última parte de la trilogía sobre Guatemala, que se llama 500 años. Filmamos todo el juicio, desde la primera palabra hasta la sentencia.
P. D. O.: –Nosotros hicimos ese trabajo pensando que se trataba solamente del juicio de Ríos Montt, pero nos dimos cuenta de que para los mayas se trataba de un proceso de los indígenas de todas las Américas, ya que fue el primero en su tipo en la región. Uno de los querellantes dijo que era la primera vez en quinientos años que se hacía justicia y por eso elegimos ese nombre.
–En la tercera parte del film se centran en la historia de un desaparecido, Fernando García, y el legado presente en su hija Alejandra. ¿Buscaron ponerles un rostro a las víctimas?
P. Y.: –Quería incluir un “granito” de la próxima generación. Ella no sólo nunca ha dejado de recordar a su padre, sino que él guió su vida más allá de su desaparición. Alejandra era importantísima en el panorama que queríamos contar.
P. D. O.: –A ella la conocimos durante la preproducción y nos contó que a veces quería ser una mariposa para entrar por las rejas de las cárceles para buscar a su padre. Nos marcó el enorme vacío que sienten los familiares hasta no saber dónde están sus desaparecidos. Ella expresaba mucha pasión y emoción, y eso nos parecía muy importante en un país en el que hubo 40 mil desaparecidos.
* Granito de arena se verá hoy a las 20 en la Alianza Francesa (Córdoba 946).
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