Mar 13.08.2013
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CINE › ENTREVISTA A GUILLERMO FRANCELLA, JULIETA DíAZ Y MARCOS CARNEVALE

“Todos somos un poco enanos y también un poco jueces”

En Corazón de León, Francella encarna a un hombre de 135 centímetros de altura que tiene una cita a ciegas con la mujer que interpreta Díaz. Carnevale dice que su película puede aportar contra la discriminación y a favor de quienes la sociedad cataloga como “diferentes”.

› Por Oscar Ranzani

Las películas de Marcos Carnevale siempre abordaron temas tomados de la vida misma, como, por ejemplo, el amor en la vejez (Elsa y Fred) y la tolerancia con los discapacitados (Anita). Este cineasta siempre se ha preocupado también por la discriminación y el modo en que son educados los seres humanos para juzgar o ser juzgados. Ese aspecto siempre le rondó la cabeza. Hasta que, una vez, alguien le contó una anécdota real de una mujer excedida de peso que cuando apareció el tema del chat (antes del Facebook) empezó a crear un vínculo virtual con un hombre. La relación avanzó por la vía informática y, entonces, eran una suerte de novios virtuales, aun sin conocerse físicamente. Ella nunca le comentó que era gordita y un día pactaron un encuentro en un bar. Cuando miró por la ventana a su candidato, vio que se trataba de un hombre con mucha “facha” y que era joven. Se presentaron y establecieron una relación de pareja que duró diez años. Fue un éxito. “A partir de eso, di vuelta toda la historia y tomé un personaje que exacerba un poco esta cosa de las diferencias que notamos en los demás”, cuenta el director de Corazón de León, su más reciente largometraje, protagonizado por Guillermo Francella y Julieta Díaz, quienes también participan en la entrevista con Página/12. El film se estrena el próximo jueves.

La historia presenta a Ivana (Julieta Díaz), una morocha muy bella, abogada de profesión y divorciada desde hace tres años de Diego (Mauricio Dayub), pero con el que aún sigue siendo su socia (él también es abogado) en el estudio jurídico. Ivana pierde su celular y podría decirse que fue una desgracia con suerte. León Godoy (Guillermo Francella), un arquitecto exitoso, lo encuentra; en realidad, él vio que ella lo tiró cuando discutía telefónicamente con su ex. Cuando León habla con Ivana para decirle que tiene su celular, con su carisma, su humor y su simpatía convierte la conversación telefónica en un momento más que agradable para ambos. Pactan un encuentro para que el teléfono llegue nuevamente a manos de su dueña. Ivana va con entusiasmo al bar elegido hasta que ve... que el tipo mide 135 centímetros. A partir de entonces, Ivana deberá luchar contra sus propios prejuicios, pero también con los de sus amigos y familiares. El film de Carnevale no es para nada una comedia liviana, sino que aborda problemáticas como la discriminación, la enfermedad de una sociedad con prejuicios y la influencia de la mirada de los otros sobre el ser “diferente”.

Carnevale asegura que su película puede aportar un grano de arena contra la discriminación y a favor de quienes la sociedad cataloga como “diferentes”. Si bien reconoce que sería muy pretencioso “educar o hacer tomar conciencia, porque no pretendo hacer eso con una película, sí me gustaría que veamos reflejado un poco cómo somos”, explica. Y lo completa así: “Muestra que todos somos un poco enanos en algún aspecto, porque no todos cumplimos con las expectativas que tenemos y también todos somos jueces. Tenemos esa dualidad”. En líneas similares, Francella sostiene que Corazón de León puede aportar al tema. Y explica su visión: “El argentino, en general, es prejuicioso. Y siempre está la mirada de los otros, siempre está el preconcepto, la discriminación. Y también lo que estamos mostrando es qué sucede cuando alguien se enamora perdidamente de un ser ‘diferente’. Y qué pasa con el afuera, porque lo que le pasa interiormente a Ivana es que lo ama con locura, pero le cuesta exponerlo, le cuesta la mirada crítica de los otros, de su madre, de su ex pareja, de sus amigas. No le resulta sencillo vivirlo como una relación natural. Porque es diferente. Y es ese duelo campal que sufre la protagonista y, paralelamente, el sufrimiento que también tiene el ‘diferente’ porque está muy entrenado en que cada vez que le pasa una situación semejante lo sacan de lado. De modo que creo que sí va a aportar una mirada distinta”, confía Francella.

–El film podría haber derivado a una comedia de gags, pero está lejos de eso. ¿Era un riesgo no ridiculizar a una persona que tiene un problema físico?

Marcos Carnevale: –Absolutamente, sí. En general, yo no hago películas de gags. Muestro la vida. Y la muestro con tono de comedia, de drama, como pinte la vida. Y así la filmo. Siempre trato de que tenga un concepto detrás. Nunca quise hacer un enano “Patapúfete”. Ese hubiera sido el lugar más fácil y también el que menos hubiera aportado al espectador. Te reís de Francella siendo enano, con las peripecias que haría una persona bajita, pero no es eso lo que me interesa contar.

Cuando Carnevale le contó la historia a Francella, el actor se sintió seducido por el guión. “Indagué y pregunté si el efecto digital se vería perfecto y si no habría dudas de que estuviera bien hecho. Me dijeron: ‘Al contrario: es algo fantástico y queda muy bien’. Hicimos varias pruebas y me convenció absolutamente. Confié mucho en la sensibilidad de Marcos. Conozco su filmografía, y es de una enorme sensibilidad. Y sinceramente lo hace de un modo fantástico”, señala el protagonista. En Corazón de León, Francella retorna a la comedia (en este caso, dramática) y reconoce que es el género que más disfruta: “Me gusta que el humor sea parte de la situación, no un humor subrayado. Y que podamos tocar momentos de emoción, de tensión. Es una mezcla de géneros que me encanta”.

Julieta Díaz también se sintió atraída por el texto, pero también por otros aspectos: trabajó en numerosas ocasiones con Carnevale, pero nunca lo había hecho para el cine. A eso se le sumó que deseaba actuar junto a Francella, porque “me encanta su manera de trabajar y sentía que podía aprender mucho de él”, confiesa la actriz. Y la tercera pata de su decisión de participar tuvo que ver con su personaje: “Tenía ganas de hacer ese camino del héroe (en este caso la heroína) que cuenta la historia a través de mi personaje. He estado en proyectos maravillosos y muy importantes, pero ésta es la primera vez que una película se cuenta más desde el punto de vista de mi personaje. Y me interesaba todo el arco que hace mi personaje: muestra su vida desde que arranca hasta que aparece este hombre y cómo la modifica”, agrega Díaz.

–Si bien tiene momentos divertidos, no es una película que sólo haga reír, sino que también se inclina hacia el drama sentimental. ¿Coinciden?

M. C.: –No me gusta mucho la terminología “drama sentimental”, porque suena a género. Y la verdad es que yo no manejo géneros en este tipo de películas.

–Pero la pregunta apunta a que no es una comedia a secas...

M. C.: –No, no es una comedia de gags, definitivamente, y yo tampoco escribo ese tipo de comedias. Ahí estaría el riesgo de arruinar esta película. Había que superar la anécdota del enano. Por lo que estoy percibiendo, la gente se olvida de verlo enano, lo incorpora, porque, si no, hubiera sido una película de efecto. Yo quería que el efecto estuviera integrado totalmente dentro de la película. En Corazón de León, el efecto no tiene que llamar la atención y, de hecho, no la llama. Tiene momentos dramáticos, simpáticos y emotivos, pero no hay una manipulación.

–La construcción del personaje de Francella es la de un hombre exitoso: es arquitecto, tiene un hijo, no padece problemas económicos. No se presenta como un pobre tipo, sino como alguien que disfruta de la vida, pese a su problema físico. ¿No lo vive como una limitación o más bien se pone una máscara?

M. C.: –Se pone una máscara, pero sí lo vive como una limitación y, de hecho, en un momento de la película dice: “Estoy harto de ser bajo”. Lo padece desde siempre. Es una dificultad porque salir a esta sociedad siendo enano... no creo que nadie la pase bien. Lo puede elaborar y superar, de alguna manera, pero la mirada del otro siempre va a estar. Encontrar una mujer como ella y saber que se va a enfrentar con un 1,35 metro va a ser un tema. El entra y hace todo un despliegue, y la mete rápido en un avión para que no piense porque, si no, va muerto en dos segundos. Eso es porque estamos culturalmente seteados de ese modo. Hay ciertos parámetros que hay que cumplir.

–¿La reacción de ella cuando se encuentran por primera vez es la lógica?

Julieta Díaz: –No se puede juzgar cómo va a reaccionar cada uno. La idea es que el espectador se identifique. Para ella es una sorpresa. Creo que Ivana no lo juzga. Le pasan un montón de cosas y justamente cuando lo ve se desconcierta, porque no se lo esperaba. Y es muy fuerte porque tiene que ver con lo que nos pasa, con algo diferente. Tenemos estándares de que “esto tiene que ser así”. Además, León es avasallante. No tiene una personalidad introspectiva. El ataca, no te deja pensar.

–¿León le propone un mundo nuevo que la pueda quitar de su vida rutinaria y de su fracaso amoroso?

Guillermo Francella: –León no propone nada. Lo único que desea es que Ivana disfrute lo que tiene, lo que está pasando, que ella no tenga también la mirada de los otros, que pueda disfrutar un buen momento. Y, además, él siente que está enamorada de él. El quiere que nada boicotee esa relación. No está comparando. En un momento de tensión, es cierto que le dice: “Yo me di cuenta de que vos nunca fuiste feliz con un hombre, porque eso lo sentí como persona”. Pero no intenta doblegarla en ningún sentido sino, simplemente, busca ayudarla a que disfrute.

–Ella siente, en principio, vergüenza de presentarlo a su familia y a sus amigos. ¿Creen, en ese sentido, que los seres humanos suelen ser hipócritas con los demás por los prejuicios que tapan los sentimientos?

M. C.: –Total y absolutamente. En Occidente; en Oriente no sé... Y sí, porque vivimos mostrándole, incluso a nuestra propia familia, lo que los demás quieren ver de no-sotros. Nos armamos un personaje, hablamos de determinada manera, compramos el auto que hay que comprarse, la camisa que hay que tener, vamos de vacaciones a determinados lugares, a countries especiales, al barrio especial de un country, porque no es lo mismo vivir en Nordelta que en Las Gaviotas. Es una lista infinita que, como consecuencia, te lleva directamente a la frustración y a la infelicidad. Entonces te convertís en un hipócrita y mentís. Vivimos en la mentira.

–¿Cómo fue el trabajo desde el punto de vista actoral en cuanto a los gestos, las miradas para adaptarse a un personaje más pequeño?

G. F.: –Ensayamos mucho. No llegamos nunca al set sin tener muy claro lo que quería Marcos. Y los ensayos que hicimos nos ayudaron muchísimo, como encontrar el tono. La química con Julieta fue de entrada. Pegué una química extraordinaria con ella. Y luego, transitando con textos, fue muy valioso todo el proceso previo.

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