Jue 15.08.2013
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CINE › AIRE DE CHACARERA, EL DOCUMENTAL SOBRE MARIO ARNEDO GALLO, SE PREESTRENA EN EL GAUMONT

Bombos legüeros que no se callan

Fernando Arnedo, nieto del folklorista, sintió el impacto de la figura de su abuelo tras un viaje a Santiago del Estero y le pidió a su amigo Nicolás Tacconi que lo ayudara a construir una película. En la pantalla, el hilo conductor es la identidad a través de los bombos.

› Por Yumber Vera Rojas

“La historia escrita por vencedores no pudo hacer callar a los tambores.” A poco más de una década de la muerte de Mario Arnedo Gallo, el emotivo cierre de “Huelga de amores”, uno de los grandes temas de La era de la boludez (1993), la obra maestra de Divididos, toma una nueva connotación. Es que el legado artístico del padre de Diego, bajista del power trío, vuelve a retumbar con una fuerza maravillosa gracias al documental Aire de chacarera, que no sólo entreteje el primer perfil audiovisual del músico santiagueño, sino que recrea todo un escenario de identidad familiar e inclusive de costumbres que menguan ante el oscurantismo de la ansiedad postmaterialista. “Surgió casi sin querer, luego de un viaje que hicimos a Santiago del Estero. Fuimos a una fiesta, y a partir de eso las cosas se desencadenaron –señala Fernando Arnedo, nieto del desaparecido folklorista y protagonista del film–. Ir allá y ver lo que pasaba con ese tipo de música, y que muchos mencionaran a mi abuelo, me hicieron comenzar a pensar en el argumento.”

No obstante, Arnedo invitó a formar parte de este periplo idiosincrásico al director del largo, Nicolás Tacconi, amigo de la secundaria y con el que previamente compartió una experiencia radiofónica. “Cuando surgió hacer esta producción, naturalmente se dio la idea de llevarla adelante juntos”, explica el realizador de la película, que será preestrenada hoy a las 20 en el Espacio Incaa KM 0 Gaumont (Rivadavia 1635). “Nos fuimos adaptando a nuestros roles de manera espontánea. Fernando era una voz más autorizada, porque el disparador de la historia es su abuelo, así que se ocupó de las entrevistas, mientras que yo me encargué de la narración visual. El guión lo fuimos hablando porque comenzamos a filmar sin una idea de lo que queríamos contar, más allá de mostrar la manera como se vive la música en Santiago del Estero. A medida que investigamos, fui testigo de una transformación en él con respecto a la chacarera, al punto de que al año empezó a tocar el bombo legüero. Entonces el documental pasó a relatar lo que le sucedía.”

Si bien reunirse al son de la chacarera era una usanza típica en casa, el protagonista de la trama disfrutaba del género sin más intención que participar del fogón. “Aparte de que a mi viejo le gusta, no era un estilo distinto a los que se escuchaban en mi familia. Aunque sabía que mi abuelo era músico, nunca le presté atención a ese costado. Estaba separado de mi abuela y no lo veía todo el tiempo. Era un personaje muy pintoresco, un bohemio al que le gustaba salir de noche, así que nuestra relación no fue fluida –evoca Arnedo, de 41 años–. Después, de grande, empecé a darme cuenta de la obra que dejó y me metí desde ese lado.” Al mismo tiempo que recuperaba el acervo de su antecesor, Fernando se dio a la tarea de trabajar el tema de la identificación filial a través de la música. “El hilo conductor acá es la identidad, que comienza con mi abuelo y termina en la película con mi hijo, y que demuestra la manera como la musicalidad se va transmitiendo generacionalmente. Y es que todos tocamos el bombo, el instrumento que representa eso.”

Las canciones de Mario Arnedo Gallo, entre las que despuntan “La flor azul”, “Chacarera del cantor” y “Cuando el diablo anda en el vino” son parte del folklore argentino, amén de que fueron interpretadas por leyendas del género como Mercedes Sosa, Los Chalchaleros o Roberto Carabajal. Paradójicamente, el folklorista fallecido en 2001, a los 86 años, no dejó registro discográfico alguno. “Por una razón muy extraña no lo hizo. Sólo hay grabaciones caseras –reconoce su nieto–. De manera que redimí la figura de mi abuelo en ese sentido, no porque estuviera bastardeada. Era un artista muy ingenioso que escribió canciones muy buenas, y que tocaba el piano, el bombo y la guitarra. En el camino que hicimos, visitamos a sus amigos y los lugares en los que dejó huella, y el respeto que hay sobre él es enorme. No sólo destacan su talento, sino su capacidad para adaptar musicalmente lo que sucedía en el monte en las castas aristocráticas de Santiago del Estero.”

Pero la trascendencia del cantautor fue parca debido a su desinterés por hacerse de una trayectoria artística redituable. “Me sorprendió que con el tiempo se fuera retirando, especialmente porque tenía un repertorio propio muy importante –apunta Tacconi–. Al igual que otras expresiones relacionadas con el arte, un buen músico debe promocionarse. Sin embargo, Mario veía mal hacer eso. Aunque a Peteco también le incomoda esa barrera entre el artista y el público, pues tiene incorporado que lo que se toca es para que la gente baile. En Santiago, la música no es solemne, sino que es parte de un festejo.” Por esa misma razón, antes que por su puesta estética, el director recomienda el film por la banda de sonido. “Hay muchos temas que son grabaciones de Mario registradas por amigos suyos en reuniones caseras. Y por ahí algún homenaje que le hicieron cuando volvió a su tierra. Si surge la idea de alguna antología, me parece que debe partir de su familia. Es una pena que poca gente haya podido escucharlo tocando.”

Además del aporte de los folkloristas Vitillo Abalos, Alberto Bravo de Zamora, Morenito Suárez o Elpidio Herrera, Aire de chacarera cuenta, por supuesto, con el testimonio de Diego Arnedo, quien, a pesar de su condición de hijo, tío e icono del rock argentino en la trama, luce una participación prudente. “Aunque me gusta mucho Divididos y Sumo, la admiración que tenemos por la música de Mario es genuina. Por eso no abusamos con su presencia para atraer a otro tipo de espectadores”, asegura Nicolás, a lo que Fernando añade: “Es puntual lo suyo, al igual que lo de los amigos de mi abuelo, lo de la gente que tocó con él, lo de personajes de la mitología santiagueña o incluso lo de mi papá (llamado también Fernando, es el hermano mayor de Diego, se dedicó a la política en el oeste del conurbano, y, tras su retiro de esta actividad, se dedica a la escritura), que aparece bastante en la película porque fue un tipo de mucha consulta para hacer todo eso, pero desde un lugar informal”.

Rodado en formato HDD, el documental revela la influencia de la chacarera en el estilo interpretativo del bajista de Divididos, al tiempo que despeja algunas especulaciones musicales acerca de la agrupación, sobre todo en la época de los discos Acariciando lo áspero (1991) y el ya mencionado La era... “El primer instrumento que Diego aprendió fue el bombo”, destaca Fernando, quien, contrariamente a la veta de su padre o de su tío, trabaja de vendedor de una empresa. “Entonces cuenta la anécdota de una actuación a los 6 años, que le abrió un futuro en la música, y de cómo el golpe del instrumento lo trasladó al bajo.” Hasta acá parece que Marito, como lo llama Diego en la película, fue el causante de ese célebre pasaje del tema “El 38”, de la banda también conformada por Ricardo Mollo, que afirma que “en el oeste está el agite”. “Mi abuelo era de esos tipos que creían que Buenos Aires era París. Por eso se mudó a Hurlingham. Si bien crecí en la cultura rock del conurbano, luego se me abrió la puerta del folklore. La chacarera tiene un espíritu muy rockero.”

Aire de chacarera, que toma su nombre de un juego de palabras que aúna a un subgénero de la corriente folklórica con la forma de convivir con la música en la familia Arnedo, es la ópera prima de Nicolás Tacconi, quien anteriormente incursionó en el cine como actor en títulos de la directora argentina Ana Katz y productor del largo Los paranoicos. “Narrativamente, tiene problemas –se sincera el realizador–. Me interesaba la idea de mezclar ficción y documental dentro del discurso, pues me parecía afín a lo que se contaba.” Finiquitada después de tres años de trajín, en los que el equipo de filmación visitó una y otra vez la provincia norteña, lo que le permitió plasmar diferentes celebraciones asociadas al género folklórico, la película, cuyo estreno mundial se efectuará próximamente en Santiago del Estero, entrevé, asimismo, una realidad de la Argentina actual. “Mientras se recibe a artistas de todo el mundo, acá nomás están esos talentos que tienen que ver con nosotros. Hasta los cámaras, que son fan de Radiohead, no lo podían creer.”

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