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Miércoles, 11 de septiembre de 2013

CINE › MAñANA EMPIEZA EN EL VILLAGE RECOLETA EL FESTIVAL DE CINE ALEMáN

El estado de las cosas en Alemania

El menú para esta decimotercera edición incluye doce largometrajes producidos durante el último año, un clásico restaurado y trece cortos de estudiantes de cine que fueron presentados en la última edición del Festival de Cannes.

 Por Diego Brodersen

A partir de mañana, y durante una semana, el Village Recoleta se vestirá de negro, rojo y dorado. El Festival de Cine Alemán, cuyo principal objetivo ha sido desde siempre mostrarle al público porteño un puñado de la más reciente producción cinematográfica de ese país, se ha transformado en una sana costumbre por estas épocas del calendario. “Comenzamos hace trece años en el cine Lorca, en la calle Corrientes, y luego nos mudamos al Village. Sabemos que hay un público que se interesa: las funciones se agotan, año tras año tenemos más espectadores. La conclusión es que hay un público sumamente interesado en el cine de otras nacionalidades”, comenta Gustav Wilhelmi, director artístico del evento y, desde hace mucho tiempo, verdadero puente entre el cine alemán y los espectadores argentinos. Wilhelmi es consciente de los problemas causados por la hegemonía de cierto tipo de cine en las pantallas, que actividades como el Festival de Cine Alemán han intentado contrarrestar, aunque más no fuera en dosis pequeñas. “Como ocurre con casi todas las cinematografías, la alemana ha tenido en los últimos tiempos muchas dificultades para estar presente en las pantallas del mundo. No es fácil desde la distribución mantener el interés por todo aquel cine que no es norteamericano y los festivales son una buena manera de ir en pos de dos objetivos: mostrarle al público las películas más recientes y demostrarles a los exhibidores que hay un público para el cine europeo.”

El menú para esta decimotercera edición incluye doce largometrajes producidos durante el último año, un clásico restaurado y trece cortos de estudiantes de cine que fueron presentados en la última edición del Festival de Cannes. Wilhelmi aclara que “cuando elegimos las películas optamos por la variedad y preferimos no concentrarnos en un tipo específico de cine. En esta edición hay una preponderancia de cine realizado por mujeres y, por otro lado, de directores jóvenes. La gran excepción a esto último es el film de Margarethe von Trotta”. Hannah Arendt, que debe destacarse por la potente performance de Barbara Sukowa en el rol central, no es tanto una biopic de la famosa pensadora como un retrato de un momento histórico particular, cuando en pleno apogeo de la Guerra Fría, Arendt comenzó a publicar una serie de notas en el semanario The New Yorker, introduciendo el concepto de “la banalidad del mal” luego de cubrir el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén. Cine político a la vieja usanza, el último largometraje de la veterana directora de El honor perdido de Katharina Blum, Las hermanas alemanas y La promesa tiene estreno asegurado en la Argentina para las próximas semanas, por lo que la exhibición de Hannah Arendt será en calidad de preestreno.

A diferencia de Von Trotta, la joven realizadora Frauke Finsterwalder resulta por completo desconocida para el público local. Finsterwalder estará presente en la función de apertura del Festival mostrando su primer largometraje de ficción, Finsterworld, cuya première mundial tuvo lugar en el Festival de Montreal hace apenas un par de semanas. Comedia dramática –o drama cómico– coral con personajes excéntricos, el film es deudor en parte del universo de Wes Anderson, aunque aquí lo entrañable es reemplazado por una sensación de desastre inminente. La mirada de Finsterwalder sobre la sociedad alemana contemporánea es ácida y oscura, como lo indica el título original de la película y tal vez su propio apellido. Más esperanzada, aunque con sus buenas dosis de dolor personal, resulta Caída libre (Freier Fall), cuyo protagonista, un joven cadete de la policía a punto de entrar en el mundo de la paternidad, comienza a sentir una irrefrenable atracción por uno de sus compañeros. No es fácil descubrirse gay en el seno de una agrupación donde la homofobia corre a altas velocidades, y el film de Stephan Lacant se concentra en pequeños detalles, evitando los excesos del melodrama, al menos hasta la cercanía de su desenlace, cuando las puertas del closet están a punto de abrirse por completo.

Varias de las películas incluidas en la selección meditan acerca del estado de las cosas en Alemania. En algunos casos estas reflexiones se dan a partir de una descripción de las generaciones más jóvenes, como en Nuevos horizontes (Am Himmel der tag, de Pola Beck). En otros, los realizadores vuelven a mirar el pasado reciente, como en Fin de la veda (Ende der Schonzeit, de Franziska Schlotterer), film que analiza las relaciones de poder durante los años del nazismo a partir del drama particular de una familia de granjeros que le da cobijo y protección a un joven judío.

Eclecticismo y variedad parecen ser los conceptos centrales de los organizadores del Festival. “Alemania está produciendo unos 180, 200 títulos por año”, dice Gustav Wilhelmi, horas antes del puntapié inicial. “Es una cinematografía muy saludable. El problema de la exhibición internacional de estas películas es coyuntural y ocurre en todo el mundo; y corre no solamente para el cine alemán, es también el caso del francés, el italiano, el español. El problema es la falta de salas. Pero estoy viendo un pequeño cambio en la Argentina: se está demostrando que hay un mercado, se están abriendo más salas para cine de arte o alternativo.”

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Hannah Arendt, de Margarethe von Trotta, no es tanto una biopic, sino el retrato de un momento histórico particular.
 
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