Lun 16.09.2013
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CINE › ENTREVISTA A LA ACTRIZ Y DIRECTORA MARíA DE MEDEIROS

“Mi carrera como actriz fue mi escuela como directora”

La portuguesa viajó al 23º Festival Iberoamericano de Cine de Ceará para recibir un homenaje y presentar una retrospectiva de su trabajo como intérprete y realizadora. Allí se prestó a una extensa charla con Página/12 que reveló a una mujer intensa e inquieta.

› Por Oscar Ranzani

Desde Fortaleza

Algunos la recordarán como la novia de Bruce Willis en Pulp Fiction, de Quentin Tarantino: esa película le dio mayor proyección internacional a la portuguesa María de Medeiros, que ya había empezado a ser conocida en Henry & June, de Philip Kaufman, como la escritora Anaïs Nin. Pero esta simpática y sencilla estrella del cine (también cantante, con tres discos editados) puso su rostro en más de cincuenta títulos. De Medeiros participó tanto en el cine estadounidense como en el europeo, es actriz de TV y teatro y cineasta, trabajó con el catalán Bigas Luna y el legendario Manoel de Oliveira, entre otros. Habla seis idiomas, conocimiento que le ayudó a abrir las puertas del cine de otras latitudes. Y como directora se destacan sus documentales Capitanes de Abril (sobre la Revolución de los Claveles en Portugal) y Repare Bem, sobre la familia de un joven guerrillero asesinado por la dictadura militar brasileña, después de haber sido torturado durante 109 días. Su vocación de actriz no vino desde la cuna: en su infancia le encantaban las bellas artes y la actuación “vino como una sorpresa de la mano de un director muy importante en la cinematografía portuguesa, João César Monteiro”, cuenta De Medeiros a Página/12, quien viajó a Fortaleza para recibir un homenaje y presentar una retrospectiva integrada por films en los que actuó y otros que dirigió en el 23º Festival Iberoamericano de Cine de Ceará. “Cuando yo tenía quince años, él me propuso protagonizar Silvestre. Y para mí fue el descubrimiento del cine. Y también de un tipo de cine, el autoral, que es el que aún hoy me gusta”, explica.

–¿Pulp Fiction funcionó como una bisagra en su carrera?

–Seguramente, pero yo no tenía conciencia de eso porque conocía a Quentin Tarantino, que era un joven director que había hecho sólo una película, buenísima, Reservoir Dogs (Perros de la calle), y nos hicimos amigos por la cinefilia porque he visto un montón de películas con él. Cuando me mandó el guión de Pulp Fiction me pareció genial. Y yo quería hacerlo por su talento increíble, pero también me acuerdo que pensé: “¿Quién va a ver esto?” Porque era una propuesta tan original, atrevida, personal y tan distinta. Y él ha demostrado al mundo que al hacer algo fuera de todas las normas podía tener un público universal. Creo que he tenido la suerte de hacer muchas films interesantes, pero es evidente que sólo los americanos saben realmente distribuir sus películas. Al hacer Henry & June, otra película que había hecho antes, y la de Tarantino, es evidente que la visibilidad fue totalmente otra.

–¿Cómo conoció a Tarantino?

–En un festival muy pequeñito de cine independiente en Avignon, en el sur de Francia.

–¿Cómo fue el trabajo con él?

–Era un trabajo muy divertido. Los actores teníamos la sensación de estar nosotros en el espectáculo, que el espectáculo era él, porque Quentin es una persona muy divertida, muy inteligente, además de ser un buen actor.

–Usted trabajó con directores prestigiosos como Bigas Luna, Philip Kaufman y Manoel de Oliveira. ¿De todos ellos aprendió siempre algo?

–Sin duda. Estoy muy agradecida de haber tenido esa escuela de cine. Mi carrera de actriz fue mi escuela de directora. Fue fantástico y sigue siéndolo ver trabajar a autores tan distintos.

–¿Y qué le resulta más sencillo: actuar o dirigir?

–Después de dirigir una película tan ambiciosa como Capitanes de Abril, mi primer largo como directora me pareció mucho más sencillo ser actriz. Y ahora disfruto mucho más estar en las manos de una directora o un director. Claro que es otro nivel de responsabilidad.

–Capitanes de Abril trata sobre la Revolución de los Claveles que sucedió cuando usted era una niña y vivía en Viena. ¿Tiene algún recuerdo personal que la haya llevado a hacer esta película o tuvo que ver con un compromiso como ciudadana portuguesa?

–Nació de recuerdos personales, sin duda, porque la Revolución de los Claveles nos trajo de vuelta a Portugal, como a muchísimas familias portuguesas que vivían fuera del país. Mi madre era periodista política. Así que gracias a ella yo conocí a casi todos los protagonistas de la Revolución. Y me acuerdo de discusiones políticas muy fuertes entre los primeros diputados del Parlamento recién electo democráticamente. El primer año, tras el regreso, vivíamos en un hotel que estaba muy cerca del Parlamento. Los niños jugábamos en el patio del hotel, pero me acuerdo de escuchar las discusiones para la nueva Constitución ahí mismo.

–¿Cómo fue trabajar en el cine político con Repare Bem que muestra a mujeres luchadoras contra la dictadura en Brasil?

–Fue una propuesta que me hizo la Comisión de Amnistía y Reparación de Brasil que pertenece al Ministerio de Justicia. Hicieron todo un trabajo de pedir disculpas de manera formal a las víctimas de la dictadura y de ofrecer a esas personas alguna forma de reconstruirse, tener acceso a sus documentos, a una identidad jurídica y administrativa que no poseían. Y en muchos casos hasta les ofrecieron una ayuda económica. Ellos me sugirieron trabajar sobre la historia de Denise Crispim, su madre (que ya falleció) y su hija. Es decir, las tres generaciones de mujeres que fueron las sobrevivientes de esa familia porque los hombres fueron masacrados. Es una historia muy intensa, muy fuerte, muy violenta pero también muy humana de supervivencia y de exilio. Y es una historia que establece puentes muy significativos entre Europa y Sudamérica, porque la familia de la madre de Denise huyó de la miseria en España. Luego, vinieron a Brasil y con la dictadura Denise tuvo que huir, pasó por Chile, donde también fue víctima del golpe de Estado de Pinochet y estuvo exiliada cuarenta años en Europa. Su hija es europea. De repente, se establece esta amnistía que hace descubrir a su hija Eduarda un pasado y una identidad que ella, de alguna forma, había ignorado, olvidado y también ocultado. Una historia muy intensa.

–Volvió al cine con temática política actuando en Viaje a Portugal, película que aborda el problema migratorio. ¿Cree que éste es uno de los grandes resabios de fascismo en Europa?

–Bueno, Europa es como un río con corrientes opuestas. Las corrientes fascistas siguen ahí. Siempre hay que penalizar a alguien y, en general, es a los más débiles, a los que están en posición de fragilidad. Viaje a Portugal es una de las películas que más prefiero de mi carrera. Es muy reciente y una apuesta muy radical porque ocurre todo en el aeropuerto, donde la policía portuguesa, cumpliendo las reglas migratorias, destroza la vida de mi personaje y de su pareja.

–¿Su participación en el film colectivo Mundo invisible responde a su compromiso de hacer cine destinado a reivindicar los derechos humanos?

–Me interesan esos temas. Mundo invisible también fue una propuesta. La Mostra de San Pablo propone desde hace años a directores de todo el mundo que hagan cortos para integrar un largometraje. Hicieron uno que se llama Bienvenido a San Pablo, en homenaje a los 450 años de la ciudad. En éste participé con una película muy cortita de apenas dos minutos. Ahora nos han propuesto trabajar sobre la idea de la invisibilidad. Y eso es muy interesante porque cada director la trató de forma muy distinta. Wim Wenders hizo una película muy bonita sobre las personas que tienen un grado altísimo de falta de visión. Hace unos años hubieran sido consideradas ciegas y hoy se descubre que esa poquísima visión que tienen puede ser desarrollada desde niños para que puedan leer y dibujar. Atom Egoyan trató la invisibilidad del genocidio armenio. Y yo hice un corto de ficción buscando mostrar la invisibilidad de las clases sociales en Brasil. En una ciudad como San Pablo hay gente muy rica y muy pobre. Y van ignorándose paralelamente. Son 24 horas en la vida de un camarero en un hotel de lujo.

–¿Cuánto de entretenimiento y distracción y cuánto de formador de conciencia tiene que tener el cine? ¿Cómo lo entiende usted?

–Siempre digo que el cine que me interesa no es el puro entertainment. Un cine que es sólo de distracción me provoca la sensación de estar perdiendo dos horas de mi vida. Quedas distraída y, mientras tanto, por ejemplo se está destrozando Siria. Entonces, creo que el cine está para despertarnos, no para distraernos. Ahora, nos puede despertar de forma muy divertida. Eso sí.

–¿Cómo observa el panorama actual del cine portugués?

–Como en todo el mundo, en Portugal estamos muy preocupados porque la situación ahora es básicamente de parálisis. Estamos esperando una ley de cine que todavía no ha sido aplicada. En este momento, Portugal y España con estos gobiernos de derecha que han entrado, lo primero que han hecho en ambos países fue acabar con el Ministerio de la Cultura. Y eso obviamente no es una medida económica porque no es el Ministerio de la Cultura el que esté arruinando nuestros países. Sabemos muy bien de dónde viene la crisis: viene de la irresponsabilidad de los bancos y de muchos sectores industriales. Es obvio que no es la cultura la que está arruinando la economía. Así que acabar con los Ministerios de la Cultura es una elección política, no económica. Esa corriente va en contra de la cultura. O sea que la pelea se tiene que volver más fuerte ahora.

–¿Cómo le afecta como ciudadana portuguesa la crisis de Europa y, en particular, la de su país?

–Me preocupa muchísimo porque Portugal es un país frágil, pequeño, que produce muy poco, con una economía también muy frágil. Y, al mismo tiempo, creo que somos un país muy grande histórica y culturalmente. Somos muy ricos en cosas que no son valoradas. Yo vivo en París y estoy muy cerca de los franceses que están peleando en Europa para mantener lo que ellos mismos han denominado la excepción cultural. Es decir, los productos culturales no pueden ser considerados como cualquier producto comercial. De hecho, nunca lo fueron. Todo el arte siempre fue apoyado, siempre tuvo un status distinto; nunca fue una simple mercancía. Los museos de Europa prueban eso. Todo el patrimonio cultural de Europa tuvo un status especial. Por eso, es importante que mantengamos la idea de la excepción cultural.

–¿Qué significó haber sido distinguida como Artista por la Paz de la Unesco?

–Fue una gran sorpresa y un gran honor. Creo que todos los artistas trabajamos por la paz. Hacer arte implica no hacer guerra. Es privilegiar otros medios de comunicación y de reflexión. O sea que, por un lado, fue una gran alegría. Por otro, me da una un cierto sentimiento de impotencia porque veo que no estamos logrando mucho.

–Desde ese rol, ¿qué opinión le merece el objetivo de Barack Obama sobre Siria?

–Estoy perpleja y dudosa. Por un lado, es evidente que la situación en Siria es terrible, de violencia, que no puede seguir así. Pero, por otro lado, hasta ahora ninguna de las invasiones americanas significó ni paz ni democracia. Realmente pienso que tendría que haber otra solución que no fuera una intervención de guerra porque no hay ninguna prueba de que eso resuelva algo.

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