CINE › ELISEO ANTUNAGA, DECANO DE LA CATEDRA DE GUION EN SAN ANTONIO DE LOS BAÑOS
El representante de la Escuela Internacional de Cine y Televisión llegó al festival Unasur para presentar una jugosa retrospectiva de cortometrajes realizados en la isla de Cuba. “Creo que en ningún país de América latina hay una industria formalizada”, dice.
› Por Ezequiel Boetti
Desde San Juan
Tiene razón el catálogo del Festival de Unasur cuando define a la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Eictv) como Torre de Babel del cine. Fundada a fines de 1986 por Gabriel García Márquez, el realizador cubano Julio García Espinosa y su colega argentino Fernando Birri, quien además sería el primer rector, la entidad cubana surgió casi como una entelequia. Esto es, pregonar la enseñanza audiovisual respetando la diversidad cultural y poniéndola al servicio de la creación. Esa línea ideológica y artística encontró rápida adhesión no sólo en el continente sino también en el resto del mundo, convirtiéndose en una marca de agua del establecimiento. Así, a lo largo de su historia recibió alumnos y docentes procedentes de más de 50 países. “Que se la llame la mejor escuela latinoamericana de cine es producto de esa multiplicidad de imágenes, puntos de vista y culturas”, sintetiza el actual decano de la cátedra de Guión y una de las máximas autoridades de la entidad, Eliseo Antunaga, quien vino a tierras sanjuaninas para acompañar una jugosa retrospectiva de cortos realizados en la Escuela.
“La selección de alumnos es bastante rigurosa desde el punto de vista cultural y también del personal, porque el arte es una cosa que no se puede adquirir con dinero. Para la gente de pocos ingresos, hay algunos países, como Brasil y República Dominicana, que pagan la matrícula de doce mil euros por los tres años de carrera. En cuanto a nivel académico, hay una primera etapa general que sirve para definir la orientación porque todos llegan con la idea de ser directores, pero ahí muchos descubren que son mejores como escritores o productores. En total tenemos como máximo siete personas en cada aula, lo que es casi una clase personalizada. A lo largo de la carrera se hacen un corto de un minuto y después otro de tres, una pre tesis y el proyecto final, y la idea es que durante ese proceso todos los alumnos pasen por todas las especialidades”, explica el asesor en el texto de la reciente No, de Pablo Larraín, que también se verá en este festival.
–¿Esa multiplicidad cultural condiciona el trabajo creativo?
–Sí, claro, porque la manera de ver el mundo de cada una de esas culturas es diferente. Un fotógrafo sueco va a tener una perspectiva visual acostumbrada a lo oscuro, que va a ser muy distinta a la de, por ejemplo, un puertorriqueño. También influye que vengan del llano o la montaña, de sociedades más calladas o extrovertidas. Todo eso se siente y le da una cualidad especial a los grupos de creación multinacionales.
–¿Es posible despegarse del acervo cultural propio para trabajar en un proyecto colectivo?
–El primer año todos los alumnos sufren un shock cuando enfrentan su texto al resto del colectivo. Los argumentos de los otros hacen que el contenido humanístico y la forma de ver el mundo se estremezcan, más allá de lo profundas que sean. La naturaleza festiva de algunas zonas de Brasil enfrentada a otra más meditabunda de los andinos, por ejemplo, genera algo parecido al choque de un tren.
–¿Cree que la catalogación de la Eictv como la mejor escuela de la región es producto del “choque” que usted menciona?
–Sí, pero más allá de eso, también influye que los 150 profesores sean cineastas activos, por lo que la dinámica de producción tiene una mirada avalada por la experiencia de 10, 20 o 50 producciones antes que por la del mundo académico formal. Es un marco retórico formado en lo práctico, lo que hace que se generen miradas diferentes que le permitan formar a cada alumno una opinión propia. Creo que lo que más termina influyendo en la calidad de escuela es la ductilidad de los profesores, la diversidad cultural y una libertad formal absoluta. Los manuales hablan de tres actos o de plantear un conflicto, pero si alguien no quiere seguirlo puede hacerlo sin ningún problema.
–Los países latinoamericanos, con excepción de Argentina, Brasil y en los últimos años Chile, no se caracterizan por tener una gran cantidad de películas al año. ¿Eso va en detrimento del aprendizaje?
–Yo pienso, y esto lo digo a nivel personal, que en ningún país de América latina hay una industria formalizada. Hay algo que se le parece, pero los creadores deben poner mucho de sí. No hay una industria que planifique cien películas y las ejecute, sino que existe un sentido de producción segregado. Lo más parecido a un carácter cuasi industrial es la televisión, como por ejemplo O Globo, que tiene un modelo parecido al estadounidense y produce muchísimo. Deberíamos mirar siempre a la industria porque es un objeto de estudio que existe y está en el mercado.
–Muchos cineastas miran de reojo a la televisión por considerarla un lenguaje menor y secundario. ¿Coincide?
–Para mí la televisión es un canal por el que puedes pasar lo que quieras. El tema es que los intereses económicos imponen ciertos modelos de producción dentro de ese medio, como la telenovela. Pero tenemos por ejemplo las series, que tienen una factura cada vez más cercana al lenguaje cinematográfico con un rigor impresionante. La televisión y la publicidad son elementos que han marcado al cine, y nadie puede estar a favor o en contra porque la narrativa de la aceleración, de la yuxtaposición de imágenes y de la fragmentación del espacio está presente.
–Podría pensarse que el sistema económico de la isla no facilita el acceso a la última tecnología para filmar. ¿Es así?
–Cuba forma parte de lo real maravilloso. Hay áreas donde la tecnología es de última generación para los efectos de la escuela, como en cámaras y sonidos, aunque hay alumnos que alquilan las cámaras o las traen de Panamá. A nivel profesional están las cosas más contemporáneas gracias a la propia actividad, la gente que va, las donaciones de algunas instituciones y otras compras que hace el gobierno cubano.
–En los últimos años la isla ha tomado algunas medidas económicas tendientes a liberalizar mínimamente el régimen. ¿Esto se ha reflejado en las temáticas abordadas por la cinematografía local?
–En este momento los jóvenes creadores y las tecnologías más ligeras de la producción han hecho que surjan más escuelas en Cuba. Eso también se ha reflejado en películas que marcan algunas tolerancias, como por ejemplo con el mundo gay-lésbico. Pero no sé si existe un cine lo suficientemente profundo como para decir que hay una relación o más capacidad de entendimiento hacia ciertas zonas de la realidad. Yo pienso que no es tan automático, ni tampoco las aperturas son tan grandes; siempre hay sectores que no están tan a favor y hacen todo lo posible para que no se hagan. Entonces, un joven que esté trabajando siente el peso de esas limitaciones.
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