Mar 29.10.2013
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CINE › ALCIDES CHIESA Y CARLOS MARTíNEZ PRESENTAN SU DOCUMENTAL DIXIT

“El país entero sufrió la represión”

Amigos desde sus tiempos de estudiantes de cine, Chiesa y Martínez hicieron un film exhaustivo sobre los centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar. “Los hubo en casas, en fábricas, hasta en un hospital”, cuentan.

› Por Oscar Ranzani

El terrorismo de Estado golpéo fuerte a Alcides Chiesa, quien luego de permanencer secuestrado durante diez meses, estuvo detenido en los penales de La Plata (la temible Unidad 9) y de Rawson. Por aquella época, Chiesa estudiaba en la escuela del Instituto de Cine junto a Carlos Martínez. Ambos entablaron una profunda amistad que perdura con el paso de los años. Mucho tiempo después de la etapa más dolorosa, en los albores del nuevo milenio, una amiga en común les acercó un material importante de los informativos de los canales de televisión de la época de la dictadura que, como se sabe, estaban en manos de los militares. A partir de entonces, comenzaron a limpiarlo y a pasarlo a otros formatos. “Después de hacer el trabajo y ver todo lo que había, nos dimos cuenta de que no cerraba para una película porque era un material que mostraba un país casi perfecto, sin conflictos, no había huelgas, manifestaciones, todo estaba bien y sólo hablaba de las bondades del régimen, donde había un enemigo que era la subversión”, cuenta Chiesa a Página/12.

Ambos prefirieron conservarlo y no hacer el film. Hasta que durante el gobierno de Néstor Kirchner, cuando se anularon las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y comenzaron los juicios por delitos de lesa humanidad, Chiesa fue testigo por haber estado detenido. “Yo tenía la imagen de lo que me pasó, pero no pensé en la verdadera magnitud cuando empezaron a abrirse todos los archivos con las informaciones de los casi 600 centros clandestinos de detención de todo el país”, explica Chiesa. Y entonces, la dupla se planteó realizar un documental que contrastara la versión oficial de entonces (los genocidas y sus apologistas) con la visión de gente que fue secuestrada, pero también “de otras personas que, de alguna forma, fueron víctimas, aunque no hayan estado secuestradas, pero que pudieran relatar esa cosa subterránea, oscura, donde se torturaba”, agrega Chiesa. Ambos dirigieron Dixit, documental sobre la memoria histórica que se estrena este jueves en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635).

Dixit combina, entonces, el material de archivo televisivo de la dictadura, donde se escuchan discursos de los represores que aún hoy resultan escalofriantes, sumados a los de sus defensores y, en consecuencia, cómplices, tanto del campo del periodismo, la Iglesia Católica, como del mundo empresario. Narrado en capítulos, cada uno de éstos hace referencia a un ex centro clandestino de detención. Y de cada uno de estos recintos ominosos hay relatos de sobrevivientes, familiares y testigos. El film tiene fuerte impacto emocional, tanto por lo que dicen como por la manera en que expresan el momento doloroso que tuvieron que padecer. A lo largo de más de dos horas de duración, Dixit presenta los hechos sucedidos en nueve centros clandestinos de detención, algunos de ellos muy conocidos y otros que dan una idea de la magnitud de la represión, como, por ejemplo, el que se instaló en la planta de la empresa Ford en Pacheco y otro en el Hospital Posadas.

–Teniendo en cuenta que hubo más de 500 centros clandestinos de detención (CCD), ¿cuál fue el criterio para elegir los que finalmente se ven en el documental?

Carlos Martínez: –El criterio fue buscar la diversidad, porque había centros clandestinos que podían llegar a ser una casa, un hospital o una fábrica. Buscamos diversas maneras de lo que uno conocía o desconocía de lo que podía llegar a ser un CCD. Así como hubo algunos que eran destacamentos del Ejército, de la Marina o un destacamento policial, cualquier sitio podía ser un CCD.

–¿El hecho de presentar sobrevivientes y testigos de centros clandestinos de detención no sólo de Buenos Aires tenía como objetivo mostrar que la represión tuvo lugar en todo el país?

C. M.: –Esa era la idea. Buscamos mostrar que el país entero sufrió este proceso. En principio, la idea era enfocar sobre Capital y Gran Buenos Aires, pero después nos dimos cuenta de que era mucho mejor mostrar que había sido una represión “federal”, si se quiere.

–Los testimonios de los ex detenidos y de los familiares de desaparecidos se contraponen con los de los genocidas y periodistas y religiosos apologistas de la dictadura. ¿Por qué pensaron la estructura narrativa de esta manera?

C. M.: –Porque no fue sólo un golpe militar. Fue hecho por los militares, por los empresarios, con el apoyo de la Iglesia y de dirigentes sindicales.

Alcides Chiesa: –Y por una parte de la prensa que sirvió a los fines de mantener el régimen. Por eso también aparecen en las notas.

–Contrapusieron los discursos de los genocidas y sus apologistas con los testimonios de las víctimas y testigos, pero al ver el documental queda claro que ustedes no buscaban una “objetividad”, sino exponer frente a cámara las barbaridades que los militares decían, más allá de las que hacían.

A. CH.: –Sí. Ahora no se dice tanto, pero durante mucho tiempo escuché: “Yo no estuve enterado, no me enteré de todo lo que pasó”. Y realmente si vos escuchás los discursos de los militares, fueron claros, en realidad. Lo que pasa es que es muy difícil imaginarse una barbaridad y una brutalidad de ésas. Porque uno dice: “El ser humano no puede ser así”. Pero fue. Y ahora que estás enterado de lo que pasó, decís: “Lo dijeron”. Y lo dijeron en todos los medios.

–¿Presentan el caso del centro clandestino de detención de la planta de Ford en Pacheco para hablar de esa complicidad empresaria con los criminales?

C. M.: –Sí. Hay centros de detención que son conocidos por la mayoría de la población, como la ESMA, pero también había otros lugares, como el caso de la Ford y el Hospital Posadas. Era impensable que un hospital tuviera su propio centro clandestino para sus empleados. Esta fue la idea al elegirlos.

A. CH.: –Eso demuestra que era secuestrado cualquiera que molestara a los empresarios. No importa quién fuera. No interesaba la ideología. Si al empresario le parecía que vos estabas molestando las actividades de la empresa te mandaba a los militares y te secuestraban. Y, además, te secuestraban en el mismo lugar para que no tuvieran problemas para ubicarte. Por eso, nos parecía importantísimo que se mostrara esa parte de los secuestros y torturas.

–¿Cómo fue el trabajo con los sobrevivientes y familiares que testimonian teniendo en cuenta que lo que recuerdan es terriblemente doloroso?

A. CH.: –Fue difícil. Muchas veces no quisieron dar entrevistas. Estos son los que accedieron. Pero muchos nos dijeron que no. Sobre todo las mujeres fueron bastante medidas, con mucho prejuicio de contar todas las cosas que les pasaron. Uno sabe que la violación era una forma sistemática de tratar a las mujeres en todos los centros clandestinos. Por razones totalmente entendibles no quisieron hablar de esos temas. Y hubo casos que directamente nosotros nos autocensuramos porque eran tremendos, al límite casi repulsivo. Hubo entrevistas muy fuertes. Incluso, con respecto a las emociones, pusimos algunas, pero tratamos de evitarlas.

–¿Buscaron evitar la representación ficcional por la potencia que tienen de por sí los testimonios?

A. CH.: –Sí. Se habla mucho en desmedro de la “cabeza parlante” en el documental, pero en realidad creo que en estos casos es necesario mirar a la persona, porque le da veracidad y emoción. Y hay que mirar a los ojos de esas personas. Te están contando cosas que para ellos fueron muy importantes. Y la verdad es que no hay otra forma de relatarlo. Nos parecía fundamental que los espectadores vieran a esas personas, sus ojos, sus debilidades. Incluso, para que lo sientan como propio.

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