Jueves, 6 de julio de 2006 | Hoy
CINE › “DOMICILIO PRIVADO”
Apadrinado por Gus Van Sant, Caouette resignifica su diario fílmico personal, acopiado a lo largo de diecinueve años. En Domicilio privado una familia palestina convive con soldados israelíes.
Por H. B.
Presentada en competencia en el Bafici 2005 (ganó el Premio al Mejor Actor), el estreno de Domicilio privado viene a sumarse, en la cartelera porteña, al film palestino El Paraíso ahora, generándose entre las dos una considerable sinergia alrededor del que posiblemente sea el conflicto más irresoluble del planeta: la convivencia entre israelíes y palestinos. Quien tenga alguna duda, vea nomás lo que sucedió en los últimos días, a partir del secuestro de un soldado israelí, y podrá comprobar con qué facilidad, en la zona, el hecho más pequeño puede llevar las cosas al borde mismo de la guerra, en apenas cuestión de horas y por una mecánica de escalada, en la que cada parte devuelve cada golpe con otro mil veces más fuerte.
Coescrita y dirigida por el italiano Saverio Costanzo, actuada por actores palestinos, israelíes e italianos y filmada de manera que la pedregosa Calabria pase por un sector de Medio Oriente (lo logra), Domicilio privado da toda la impresión de haber sido pensada bajo una fuerte carga alegórica. Pero sucede que la situación que aquí se narra sucedió en realidad (sucede ahora mismo), por lo cual el efecto de alegoría tiende a atenuarse. Una noche, tras un enfrentamiento en las inmediaciones, una avanzada del ejército israelí entra en una vivienda particular, propiedad de una familia palestina, y la ocupa. La vivienda está situada en una suerte de tierra de nadie, a medio camino entre una colonia israelí y una ciudad palestina y los miembros del ejército israelí primero pretenden tomar posesión de la casa y echar a sus ocupantes. Sobreviene una negociación y se acuerda un sistema de cohabitación. El living será de allí en más la vivienda de sus antiguos ocupantes. Allí estarán bajo llave, pudiendo pasar al baño y la cocina tras pedir autorización. No así al piso superior, que de allí en más será ocupado por los soldados y queda vedado para los miembros de la familia (a la que los títulos de crédito llaman simplemente familia B.).
Sin quedar del todo libre de cierto tufillo alegórico, la situación es como un boccato di cardinale para cualquier dramaturgo o guionista, por varios motivos concurrentes. Permite una representación a escala de un conflicto mayor; reúne máxima concentración dramática en términos de tiempo y espacio; da pie para investigar el complejo juego de alianzas, tácticas y contradicciones, tanto en el interior del grupo familiar como en relación con los ocupantes. Y encima de todo, una vez que está instalado, este esquema funciona como bomba de tiempo. Esto es literal, y allí Domicilio privado se emparienta muy específicamente con El Paraíso ahora. El hijo mayor de Muhammad (a quien encarna Muhammad Bakri, veterano actor palestino, dueño de un rostro que recuerda al de Pasolini) capturó una granada israelí y refina un mecanismo casero de detonación, en el invernadero familiar. Cuando el padre le dice: “Si lo destruyen lo reconstruiremos, y si lo vuelven a destruir volveremos a reconstruirlo, y así sucesivamente”, suena a metáfora excesivamente subrayada, con el invernadero ocupando el lugar de la tierra palestina.
Con apoyo de dos coguionistas, cámara en mano y soporte digital (que le da a la película una textura adecuadamente sucia, terrosa y decolorada), Costanzo le saca jugo a este concentrado dramático, con la suficiente contención como para no caer en golpes bajos. Salvo en una única escena, en la que se genera suspenso con el concurso de un niño. Por lo demás y haciendo muy buen uso del apagón total en algún momento, Domicilio privado hace vivir al espectador el encierro, la angustia, la dosis de incertidumbre y lo humillante de la situación. Como lo demuestra esa escena en la que, por no poder ir al baño, a uno de los chicos no le queda más remedio que hacerse pis encima. Costanzo pinta a un paterfamilias culto, liberal y realista (pero autoritario puertas adentro), que intenta que la precaria entente alcanzada no se haga añicos de un momento a otro, mientras su mujer preferiría dejar la casa para siempre.
A la vez, una de las hijas comienza a subir al piso de arriba, para enterarse qué traman los soldados. Esta dinámica familiar (padre negociador, tironeado por hijos radicales) también resulta un poquito excesiva, en su carácter alegórico. Cuando –como de milagro, súbitamente una mañana– todo parece haber vuelto a la normalidad, no hará más que empeorar. Es la forma en que las cosas parecerían suceder en Medio Oriente, una y otra vez.
7-DOMICILIO PRIVADO
(Private) Italia, 2004.
Dirección: Saverio Costanzo.
Guión: S. Costanzo, Sayed Qashua, C. Costanzo y Alessio Cremonini.
Fotografía: Luigi Martinucci.
Intérpretes: Muhammad Bakri, Lior Miller, Tomer Russo, Areen Omari y Hend Ayoub.
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