CINE › EMILIANO JELICIé, PABLO KLAPPENBACH Y SU DOCUMENTAL SOBRE UN ESCRITOR MALDITO
Ante la ley. El relato prohibido de Carlos Correas parte de un cuento de temática gay, censurado en 1959 por “obsceno”, y reconstruye la escena cultural porteña del momento, con testimonios de Juan José Sebreli, Jorge Lafforgue y Ricardo Piglia.
› Por Oscar Ranzani
La primera vez que se abordó una relación homosexual en la literatura argentina de manera tan directa y contundente fue en el cuento La narración de la Historia, escrito por Carlos Correas, un autor de culto que pertenecía al grupo de la revista Contorno. Nacido en 1931, Correas había escrito ese texto en 1959 para la revista académica Centro, del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. No la pasó nada bien: él y el director de la publicación, Jorge Lafforgue, fueron acusados por el delito de “publicación obscena” y ambos tuvieron una condena de prisión en suspenso (Correas a seis meses y Lafforgue a tres meses). El cuento –que significó el último número de la publicación– retrataba la historia de un muchacho de clase media y un adolescente considerado un “marginal”. Muchos años después, en 2000, Correas terminó suicidándose, dejando un halo de misterio sobre tan trágica decisión. La historia de este caso judicial –impensable hoy en día con la amplia libertad de expresión que tiene la Argentina democrática y con los avances en materia de derechos sociales y de género de la última década– la recuperaron Emiliano Jelicié y Pablo Klappenbach en el documental Ante la ley. El relato prohibido de Carlos Correas, que se estrena hoy en el Cine Cosmos-UBA (Corrientes 2046).
Klappenbach fue el primer interesado en realizar el documental sobre Correas, cuya obra conoció gracias a un amigo escritor, Andrés Tejada Gómez. “Me sedujo la figura del intelectual marginal, suicida, que habla, que no se calla nada, que paga con su propia vida el hecho de decir todas las verdades que se le ocurren y termina en la miseria. O sea, me sedujo el final y de ahí fui para atrás”, dice Klappenbach en la entrevista con Página/12. A su lado, Jelicié recuerda que su colega vino con la idea y que entre ambos pudieron concretar el documental. También cuenta que ambos habían leído a Correas y “a los dos nos gustaba al menos un libro suyo famoso: La operación Massota”. Aquello que más los seducía era indagar en la censura que había sufrido el cuento La narración de la Historia.
El documental cuenta con una investigación del caso judicial y ambos directores aparecen en escena, como si fueran sabuesos yendo a olfatear los archivos judiciales para tratar de saber qué quedó en los papeles oficiales sobre la denuncia, el expediente y la sentencia. Pero el film de 131 minutos es mucho más que eso, porque recorre parte de la vida literaria de Correas y en este registro se vale de los testimonios de varios intelectuales que lo conocieron: desde Juan José Sebreli, Ismael Viñas y Oscar Traversa hasta Tomás Abraham, Jorge Lafforgue, Ricardo Piglia y Horacio González, quienes no sólo analizan la obra de Correas, sino también su forma de vivir la vida en aquella época. Qué significó Carlos Correas en la historia de la literatura argentina es otro de los tópicos que tiene el documental, que se completa con pequeñas ficcionalizaciones del cuento censurado.
–La película comienza con el caso judicial, pero después muestra otras aristas como la obra de Correas, el relato de una generación y la vida gay en la Buenos Aires de los ’60. ¿Este abanico temático estaba planteado desde el guión o fueron encontrando otros focos de atención, más allá del caso judicial?
Pablo Klappenbach: –En verdad, hicimos una investigación que también la filmamos y ahí fueron apareciendo distintas aristas. Nos parecía que el suceso del cuento funcionaba como metáfora de la biografía completa de Correas: esa idea de la oposición, de enfrentarse a la legalidad cualquiera sea.
Emiliano Jelicié: –Teníamos como punto de partida el hecho de censura también para hablar un poco de la historia y para ir a investigar algo de esa historia, a partir de los archivos judiciales. Intuíamos que algo de lo imposible nos estaba esperando porque, además, meterse en Tribunales era una especie de situación laberíntica.
–¿Creen que la película tiene una mirada más política que cultural?
P. K.: –Yo creo que política, en tanto pone en escena los discursos intelectuales en su estado presente. En ese sentido es política, porque en definitiva ese caso de censura tiene menos peso hoy o menos interés. Pero la politicidad de la película está en el discurso de los que aparecen.
E. J.: –También tiene que ver con usar ciertas convenciones del documental para observarlas, para ver qué pasa con ellas. A veces, usar el testimonio supone una expectativa de que el testimonio te va a dar mucha garantía de una verdad de lo que está hablando y, en realidad, usamos el testimonio para observarlo también, para ver las limitaciones y los funcionamientos de la palabra, de la memoria y del ego del que habla. Eso nos interesó mucho. Y, en realidad, el testimonio es una convención del género, pero es una convención que tratamos de agotar y reflexionar sobre ella.
–¿Cómo leen lo sucedido con el caso judicial en la actualidad?
E. J.: –En términos de lo que sucedió en su época no hay lazos de conexión. Incluso en su época resultó un tanto absurdo porque la persecución a Correas también tenía que ver con una persecución previa que se estaba haciendo contra las universidades públicas. No es que iba contra Correas, porque a Correas no lo conocía nadie.
P. K.: –Lo interesante de los casos de censura es que ponen en evidencia los límites morales de una época. Ahí aparece algo rico para ver qué se pone en juego.
–¿A través del enfoque sobre Correas también buscaron reflejar el mundo intelectual de los ’60?
P. K.: –Definitivamente. Buscamos reconstruirlo a partir de los relatos de los testigos o de los personajes protagonistas.
E. J.: –Muchos de los cuales son figuras prominentes ahora. No todos, porque hay varias capas de generaciones, pero de la generación que participó en el debate en el que estuvo inmerso Correas a raíz de la publicación de ese cuento, muchos están vivos.
–¿Qué interrogantes tenían sobre la vida y obra de Correas y a cuáles no les encontraron respuesta?
P. K.: –Está el suicidio, que siempre es un enigma y que deja un margen de imposibilidad de completar qué pasó ahí. Hay hipótesis.
E. J.: –Es un tema. Nosotros fuimos yendo para ese lado, como si todo fuera un embudo que nos dirigiera a ese misterio.
P. K.: –El problema es cómo leer un suicidio sin poner todo lo anterior como una causa, porque eso es lo más fácil: todo lo que pasa antes es causa del suicidio.
E. J.: –Hay un misterio en Correas que es una especulación que hacen varios: no consiste en pensar la literatura de Correas como una autobiografía –como se define comúnmente–, sino pensarlo a él como una obra de su propia literatura. Y el suicidio sería una de esas cuestiones, porque hay textos que se pueden leer como premonitorios de ese desenlace. Toda su literatura es una construcción que luego cuando ve el derrotero de Correas ve que ya estaba siendo escrito.
P. K.: –Es un personaje que cruza el límite entre literatura y vida y paga el precio por eso. Tiene que pagar el precio de mezclar lo literario en lo biográfico y lo biográfico en lo literario. Y le cuesta caro.
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