Miércoles, 18 de diciembre de 2013 | Hoy
CINE › “LA NOCHE MáS CORTA”, UN MICROFESTIVAL DE PEQUEñOS FILMS EN LA ALIANZA FRANCESA
Desde las realizaciones más celebradas de la animación francesa hasta clásicos de la talla de El globo rojo se verán hoy en dos sesiones gratuitas, todos cortometrajes producidos en las galias y muchos de ellos inéditos en la Argentina.
Por Andrés Valenzuela
Historias de globos rojos, de inventores, de amores enloquecidos y de bichos raros. Relatos en imágenes contados en poco tiempo. Eso es lo que encontrará el público hoy a partir de las 18.30 en la sede Centro de la Alianza Francesa de Buenos Aires (Av. Córdoba 946) cuando se acerquen a “La noche más corta”, un pequeño festival de cortometrajes que proyectará films producidos en las galias y, casi en su totalidad, inéditos en la Argentina. Los cortometrajes se proyectarán en el Auditorio de la Alianza en dos funciones. La primera estará dedicada al cine de animación, con joyas de Michel Ocelot y obras galardonadas tanto en el festival de Annecy (el más importante del mundo en el rubro) como en distintos festivales internacionales. La segunda comenzará a las 19.30 y presenta cortos con actores, la gran mayoría contemporáneos, aunque no falta una perlita de la década del cincuenta: Le ballon rouge, de Albert Lamorisse. Las entradas son gratuitas, pero deben retirarse media hora antes de cada función.
La selección de obras de “La noche más corta” tiene una curaduría sutil, con dos ejes. El primero es que, en general, se trata de films ambientados en entornos urbanos donde la ciudad no es acogedora con sus protagonistas, que son invariablemente personajes particulares. El distinto sufre la incomprensión y el rechazo, cuando no el escarnio, de sus congéneres. El segundo tema que atraviesa estos trabajos es la idea de un encuentro a partir de lo bello o de lo inusual. Una unión en la que alguna parte pequeña del mundo de la obra se abre para dar cobijo al personaje central y sus ilusiones.
Tras un pequeño panorama de la actualidad de la animación francesa, el primer bloque de “La noche más corta” presenta films desarrollados con distintas técnicas. Ahí está la belleza del papel calado en manos de Ocelot (algo de él se había visto en un panorama de la sección Baficito, del Bafici, algunos años atrás) en Los tres inventores, donde a los creativos, a los que proponen algo nuevo, se los acusa de alterar el orden público o transgredir la ley de Dios, con terribles consecuencias. De Ocelot también se proyectará La belle fille et le sorcier (La chica linda y el mago), narrado con técnica de sombras. En Cul de boteille (Culo de botella), pues alude a esos anteojos gruesos), Jean-Claude Rozec cuenta la historia de un niño con miopía que prefiere ver el mundo a partir de la imaginación fantástica que le despierta quitarse las gafas. Le Moulin (El molino), de Floran Thouret, cuenta la vida de un pueblo en el que todos los habitantes, menos uno, ven su vida animada por obra y gracia de un molino de viento. Con La queue de la souris (La cola del ratón), Benjamín Renner ganó el Cartoon Forum Europe 2008 gracias a su historia de un ratoncito que salva su vida de las garras de un león gracias a su ingenio. Tiene una animación inteligente, muy buenos recursos de color y una gran actuación de voz en el roedor protagonista.
A quoi ça sert l’amour (Para qué sirve el amor), de Louis Clichy, es casi una reformulación en clave de videoclip de la canción homónima de Edith Piaf. La voz del Gorrión de París sobre una animación sencilla, con trazo suelto pero muy expresiva y caricaturesca, se conjuga para una historia de amor sobre una parejita joven más bien disfuncional.
Finalmente, el más destacado de la sección es Edmon était un âne (Edmon es un asno), film multipremiado de Frank Dion que recibió, entre otros galardones, el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Animación de Annecy 2012. El director narra la vida de un hombre con trastorno de identidad que está convencido de ser un asno. La idea, según comentó el director en distintos reportajes, surgió a partir de unos esbozos que había realizado tiempo atrás y que se profundizaron cuando participó en un documental sobre esos animales. “Pero se trata de una historia de emancipación de alguien radicalmente distinto al resto”, explica allí donde se le pregunta.
En la segunda parte de la única jornada del festival las obras tienden a tener un contenido sociopolítico más explícito. En Allan, de Fréderic Azar, por ejemplo, el protagonista es un desempleado de 50 años que se quita una década en su currículum como parte de sus esfuerzos para volver al mercado laboral. En El globo rojo, el clásico de Albert Lamorisse, la amistad que entabla un niño con un globo termina siendo violentamente reprimida por otros chicos de su misma edad. En tren de atender los casos extraños, Yann Le Quellec presenta Je sens le beat quit monte en moi (Siento el ritmo que crece en mí), protagonizado por una chica que no puede evitar bailotear si por su ventana entra una ínfima melodía.
Finalmente, la sección tiene también su toque romántico o naif. En Demi-paire (Impar), una mujer se despierta y descubre que sólo tiene una cosa de cada par: medias, pantuflas, aritos, gafas, rueda de la bicicleta. Esas carencias, sin embargo, la ayudarán. Y luego está la premiada Comme un air, de Yohann Gloaguen, que comienza pareciendo una típica historia de acontecimientos encadenados y se revela como una pintura casi mágica, en la que una simple melodía salta de un parisino a otro para cambiarles el ánimo. Casi sin historia, pero muy bien filmado y narrado con inteligencia, este corto de apenas nueve minutos recuerda que es bueno sonreír en público y que no hay que tener tanta vergüenza por cantar alegremente frente a los demás.
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