CINE › “VECINOS INVASORES”, NUEVA ANIMACION DE DREAMWORKS
› Por Horacio Bernades
Son los problemas de hibernar. Uno se despierta, después de varios meses, y se encuentra con que lo que antes era bosque ahora es un gigantesco barrio privado. Separado de las inmediaciones por un larguísimo seto, versión verde del Muro de Berlín o el de Jerusalén. De un lado de la división, los impecables chalets y la gente. Del otro, la última franjita de bosque, la que les queda para vivir a los pobres palest... Perdón, a la tortuga, la ardilla, la zorrina y las vizcachas, que se despertaron el primer día de primavera y se encontraron con esto. ¿Y ahora, dónde obtener las nueces y frutos para el próximo invierno, si ya casi no hay bosque? ¿Qué hacer para sobrevivir?
Antes que una Intifada zoológica, a la larga Vecinos invasores termina apostando a la coexistencia de dos estados: el estado humano y el animal. Coexistencia tirando a mágica, gracias a un golpe final de guión que anula aquello que en un principio motorizó la acción. Para llegar a esa convivencia pacífica será necesario dejar fuera de combate a los elementos más extremistas del lado “humano”: una vecina dictatorial e insoportable (parecidísima a Bree, una de las Amas de casa desesperadas) y su brazo armado, un exterminador de alimañas que es como un Terminator del bicherío. De hecho, todo el barrio privado es igualito al de Desperate Housewives: una pesadilla de aceras impecables, césped prolijamente cortado y chalets todos iguales. Pero sería un error pensar Vecinos invasores como crítica al american way of life: si hay algo que la película jamás pone en duda es que haya sobre la tierra cosa más deliciosa, tentadora e irresistible que la comida chatarra. Hasta el punto de que nachos, papas fritas y snacks son el segundo motor que echa a andar la acción.
Nueva incursión en la digitalización a full a cargo del sello Dreamworks (los mismos de Shrek, El espantatiburones y Madagascar), Vecinos invasores reúne a uno de los directores de Antz (Tim Johnson) con Karey Kirkpatrick, coguionista de James y el durazno gigante y Pollitos en fuga, que hace aquí su debut como realizador. Todo comienza cuando el mapache RJ (voz de Bruce Willis, en las pocas copias subtituladas que se verán a partir de hoy) decide robarle su comida al oso Vincent (voz de Nick Nolte, en una de las elecciones más indiscutibles en toda la historia de la animación), aprovechando que el grandote está hibernando. No vaya a pensarse que la dieta del urso consiste en miel: tiene su cueva llena de bolsas de todos los tamaños, conteniendo... junk food, of course. No hay hibernación a prueba absoluta de ruidos, el angurriento de RJ no quiere quedarse sin un último tubo de papitas, Vincent lo descubre, su provisión se pierde y el peludo emplaza al chiquito a reponérsela en una semana, si no quiere morir espantosamente desgarrado.
De allí en más es la alianza entre RJ y los hibernadores pequeños, que al despertar se encuentran con el seto aquél. Más vivo que un zorro, el mapache organizará el operativo para saquear heladeras y alacenas del barrio privado, cuestión de hacer trabajar a todo el mundo para pagar su deuda. La cosa se complicará y habrá que intentar convencer a un gato persa de que la zorrina Stella no es zorrina, sino gatita (lindo homenaje invertido a Pepé le Pou). Menos dependiente de chistes y guiños que el grueso de la animación contemporánea (lo cual es bienvenido), los cuatro guionistas de Vecinos invasores se tomaron el trabajo de darle una personalidad a cada animalejo. Opuesta al vivillo de RJ, la tortuga Verne es la líder prudente, sensata y conservadora, que rechaza todo contacto con el exterior hasta que no le queda más remedio. Su grupo (su familia, en lo que constituye el mensaje más claro de la película) está integrado por la ardilla Hammy (que parece Scrat de La era del hielo, pero con sobredosis de efedrina), la susodicha Stella (que pasa de machona a zorrina enamorada), una familia de puercoespines y una zarigüeya, que vive recordándole a la hija las ventajas de hacerse el muerto.
Que tengan una personalidad no los convierte necesariamente en personajes: si algo le falta a Vecinos invasores es dar ese paso que va del diseño al personaje con tres dimensiones. Con lo cual el ritmo de la película no para nunca (e incluye alguna muy buena escena, como la desgraciada primera incursión de la tortuga más allá del seto, o el “ataque” final sobre la casa de Gladys), pero tampoco es que el espectador tenga ocasión de sentir una gran empatía por estos recolectores de diseño. Que terminarán recordando que lo importante es la familia y que hay que aprender a convivir con los del otro lado. Aunque se trate de humanos bastante repulsivos, la verdad sea dicha.
7-VECINOS INVASORES
Over the Hedge,
EE.UU., 2006.
Dirección: Tim Johnson y Karey Kirkpatrick.
Guión: Len Blum, Lorne Cameron, David Hoselton y K. Kirkpatrick.
Música: Rupert Gregson-Williams, con canciones de Ben Folds.
Voces de: Bruce Willis, Garry Shandling, Steve Carell, William Shatner, Nick Nolte y otros (versión subtitulada).
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