Jueves, 10 de abril de 2014 | Hoy
CINE › UNIVERSOS PREDOMINANTEMENTE FEMENINOS EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
En Algunas chicas, Santiago Palavecino arma un gineceo con forma de laberinto onírico. En Un château en Italie, la francesa Valeria Bruni Tedeschi se recluye en su mundo familiar. Y la canadiense Sarah préferè la course las corre por izquierda.
Por Diego Brodersen
Pasan los días, pasan las funciones, pasan las películas. Así lo sienten los habitués del Bafici, sean éstos hipsters, snobs, cinéfilos o espectadores comunes y silvestres (de los cuales hay muchos, con y sin anteojos de carey). Las más recientes presentaciones de la Competencia Internacional incluyeron el último de los films nacionales en concurso (el tercer largometraje del chacabuquense Santiago Palavecino) y dos títulos hablados en francés, aunque oriundos de distintos continentes. El estreno local de Algunas chicas –que ya se había presentado en el Festival de Venecia el año pasado, en la sección Orizzonti– confirma a Palavecino como una voz genuinamente personal en el cine argentino de la última década, al tiempo que cierra un trío de largos nacionales estimulantes, en lo que tal vez sea la selección más sólida en muchas ediciones del festival porteño.
Basado muy libremente (casi una excusa, podría afirmarse) en Entre mujeres solas, la novela de Cesare Pavese, el director de Otra vuelta y La vida nueva abandona definitivamente el coqueteo con la narración más clásica de esta última para abandonarse a los placeres y angustias de lo misterioso y lo onírico. Ya las primeras imágenes, mientras en la banda de sonido se escuchan ominosos acordes de Mahler, anticipan el tono de lo que vendrá, en una elegante secuencia que culmina con la imagen de una muerte que –se sabrá pocos minutos más tarde– no es tal. Palavecino se tira de cabeza al universo de lo “femenino”, en muchas de sus posibles acepciones. Las protagonistas excluyentes son las mujeres, a tal punto que los personajes masculinos aparecen algo desdibujados, fuera de campo. No se trata de un problema de guión o puesta en escena; por el contrario, la apuesta del realizador es alejar el fantasma del naturalismo desde un primer momento (con esa imposible imagen movediza a través de la ventana de un cuarto) y hacer de esos hombres figuras algo fantasmales, erráticas, proveedoras de drogas, sexo, contención o transporte.
Las chicas son cinco y también son cinco las actrices: Cecilia Rainero, Agostina López, Agustina Muñoz, Ailín Salas, Agustina Liendo. Algunas son más jóvenes, casi adolescentes; otras han cumplido los treinta años hace un tiempo. Los sitios donde transcurren los ¿hechos?, ¿fantasías?, ¿pensamientos? son una casa de campo y algunos lugares del pueblo cercano, como también la carretera que los une y un frondoso bosque. Las pasiones, deseos, miedos y emociones son diversos pero siempre extremos y Algunas chicas los pone en pantalla como una suerte de laberinto cinematográfico con aspecto de sueño. O pesadilla. Hay aquí algo del último David Lynch y otro poco de Luis Buñuel, pero son ecos, reverberaciones, ligazones que surgen al asistir a la proyección. Palavecino busca y encuentra un estilo propio para narrar los encuentros y desencuentros de sus heroínas y una de las virtudes del film es, precisamente, la dificultad a la hora de transmitir en palabras el “tema” o la “cuestión” que motoriza la trama y sus recovecos. Algunas chicas regala además un imponente trabajo de fotografía de Fernando Lockett, a esta altura el mayor creador de climas visuales del cine argentino, otro de los elementos esenciales de una película inquietante, por momentos incómoda y siempre sorprendente.
Si el coqueteo con algunos géneros (que nunca termina en noviazgo o casamiento) es una de las características de la película de Palavecino, el tercer opus como realizadora de la actriz franco-italiana Valeria Bruni Tedeschi se define desde un primer momento como un drama cómico (o comedia dramática) doméstico. Con más de un detalle autobiográfico reconvertido en ficción cinematográfica, Un château en Italie –presentado en la última Competencia Oficial del Festival de Cannes– es lo más parecido a un film mainstream que se haya exhibido en esta sección. Es también, para bien y sobre todo para mal, un despliegue de histrionismo actoral, a tal punto que podría retitularse como “Actores al borde de un ataque de nervios”. Bruni Tedeschi interpreta a una ex actriz de apellido también doble que viaja desde París al pueblo italiano donde se encuentra el castillo del título, último resabio –junto con un Brueghel auténtico– del pasado aristocrático de su familia, que parece estar dando sus últimos estertores.
La enfermedad terminal de su hermano, la tirante relación con su madre, el inicio de una relación amorosa con un hombre más joven que ella (Louis Garrell, ex pareja en la vida real de Bruni Tedeschi) y el imperioso deseo de ser madre antes de que sea demasiado tarde son algunas de las ideas que llevan adelante la (previsible) historia. Plagada de peleas y reconciliaciones, tanto las escenas dramáticas como los frecuentes pasos de comedia están poseídos por un hálito catártico, como si se tratara de un ejercicio actoral previo a los ensayos de una obra. Un château en Italie representa un tipo de cine ya visto en mejores circunstancias y con resultados más saludables.
La que no necesita un curso de relajación es la protagonista de Sarah préferè la course. Claro que, como suele decirse, la procesión va por dentro. Introvertida, bastante tímida, algo “extraña” –al menos, para los cánones sociales al uso–, Sarah realmente prefiere la pista de carreras a cualquier otra cosa: su trabajo como mesera, los estudios universitarios e incluso un novio. Es por ello que abandona la casa materna en Quebec para instalarse en Montreal, casándose de mentiritas con su compañero de cuarto para obtener ciertos beneficios del Estado y comenzar una carrera de obstáculos cuya meta final es lograr entrar en el equipo olímpico.
Pero la ópera prima de la canadiense Chloé Robichaud no es ni una comedia estudiantil con enredos románticos ni un drama de superación personal. Por el contrario, la realizadora encuentra en un tono medio la mejor herramienta para adentrarse en el estudio de carácter de Sarah (Sophie Desmarais, candidata cantada al premio a Mejor Actriz), y los mejores momentos de las películas son aquellos en los cuales Robichaud despoja el relato de cualquier clase de exceso estilístico y concentra la atención de la cámara en la expresiva mirada de su joven protagonista.
* Algunas chicas se exhibe mañana a las 15.40 en Artemultiplex Belgrano 3.
* Un château en Italie se exhibe hoy a las 18.30 y mañana a las 16.30 en Village Caballito 7.
* Sarah préferè la course se exhibe mañana a las 20.50 y el sábado a las 23 en Artemultiplex Belgrano 3.
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