CINE › LAS NOVIAS DE MIS AMIGOS, CON ZAC EFRON
› Por Ezequiel Boetti
Un repaso por la cartelera y lanzamientos a DVD de los últimos años muestra que la comedia goza de buena salud, manifestándose en exponentes para todos los gustos y públicos: las hubo absurdas y delirantes (No te metas con Zohan), estúpidas (Jackass 3D), anárquicas y retorcidas (Proyecto 43), inteligentes y melancólicas (Bienvenidos a los 40), festivas pero amargas (21: La gran fiesta), salvajes (la primera ¿Qué pasó ayer?, ¿Quién *&$%! son los Miller?, Proyecto X) e incluso adultas y sofisticadas (Saber dar, ¿Cómo saber si es amor?, Una segunda oportunidad). Todas ellas son, además de buenas para arriba, ejercicios de autoconciencia creativa, películas en cuya génesis subyace la intencionalidad de no ser más de lo que proponen. Las novias de mis amigos la pifia feo desde su misma idea inicial, presumiéndose “profunda” cuando es un muestreo apenas simpaticón de lo buen comediante que podría llegar a ser Zac Efron cuando acepte que ya no es el galancete infanto-juvenil de High School Musical. El resultado es, parafraseando al crítico norteamericano Scott Foundas, un producto menor que quizá disfruten aquellos “adolescentes y veinteañeros que tengan menos experiencia de vida y menos madurez emocional que estos personajes”.
El punto de partida de Las novias de mis amigos no es original, pero había antecedentes que abrían un resquicio de interés. Al fin y al cabo, la bisagra entre una adolescencia que no termina de irse y los temores de una adultez inminente es el tema predilecto de Judd Apatow desde las fundacionales Freaks and Geeks y Undeclared, pasando por gran parte de su filmografía posterior como director y productor. El film de Tom Gormican, en cambio, limita la complejidad del crecimiento al aspecto únicamente sexual, con esos tres amigos –Efron, un tal Michael Jordan que no es el 23 de los Bulls y el gran Miles Teller, revelación absoluta desde El laberinto en adelante– prometiéndose que seguirán solteros por largo rato, empardando así responsabilidad y madurez con noviazgo. El descontrol y el absurdo era una posibilidad, pero Gormican elige mostrarles a sus personajes –y a los espectadores, claro– que en el fondo todos quieren encontrar su media naranja. Así, el derrotero emocional del trío terminará emanando un tufillo a enseñanza aleccionadora patentado en la aparición de una mujer ideal para cada uno de ellos. Mujeres que, como no podía ser de otra forma en una comedia que malentiende al universo masculino, son huecas, básicas y enamoradizas. Igual que estos tres amigotes dominados por su entrepierna.
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