CINE › FICCION Y DOCUMENTAL PARA EL CIERRE DE LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
Rodada en Myanmar, Ice Poison arranca como una precisa pintura rural de un país casi inexplorado por el cine, pero luego derrapa en su paso al ambiente urbano. Fifi Howls from Happiness, en cambio, acierta en su retrato de un artista plástico iraní.
› Por Diego Brodersen
Todo tiene un final y el Bafici no es la excepción. Ya se respira en el aire la sensación de fin de fiesta, con sus apuros para conseguir entradas para esa película elusiva y la tristeza de saber que, a partir del próximo lunes, las salas de cine porteñas volverán a su homogénea normalidad. La Competencia Internacional presentó los dos últimos largometrajes en concurso, una ficción y un documental que, casualmente, tuvieron su estreno mundial en la última edición de la Berlinale, hace apenas un par de meses. Los jurados ya han deliberado y los ganadores de ésta y las otras secciones competitivas serán anunciados en el día de hoy, cerca del mediodía. Pero a no precipitarse: habrá tiempo para las discusiones, los enojos y las alegrías, típica situación post premiación en todo festival de cine que se precie.
Nacido en Myanmar (nombre oficial del país que casi todos conocen como Birmania) y ciudadano de la isla de Taiwán, Midi Z es un realizador con varios cortometrajes y un par de largos en el morral, además de un favorito de los programadores del Festival de Rotterdam. Rodada en su país natal, Ice Poison puede confundir a más de un espectador con su rústica simplicidad: las primeras imágenes podrían pertenecer a un documental rural, con ese padre y su hijo, ambos campesinos, encontrándose a conversar y fumar con amigos y familiares en el pueblo al pie de la montaña. No hay mucha alegría en las charlas. La cosecha ha sido mala y es imperioso conseguir otro medio de subsistencia, aunque ello implique empeñar esa única vaca para comprar una motoneta que haga las veces de taxi. Esa primera parte del film es la más interesante, no sólo formalmente –con sus planos abiertos, exquisitamente encuadrados–, sino también como ventana a un país poco conocido por estos pagos y su relación de dependencia cultural y económica con países vecinos como China y Taiwán.
Pero Ice Poison transita luego otros caminos, con el muchacho devenido moto-taxista y eventual repartidor de drogas sintéticas junto a una chica recién llegada al lugar, una forma sencilla de hacer buen dinero de manera rápida. A partir de ese momento, el film va perdiendo parte de su frescura y se empeña en mostrar el derrotero de la pareja de jóvenes como callejón sin salida. En el final, Midi Z transforma su película en un cuento con moraleja, un relato admonitorio acerca de los males que acechan junto a la pobreza y la falta de oportunidades. El plano que cierra el film es, a la vez, conclusión lógica y metáfora algo zonza.
Si algunos de los personajes de Ice Poison fuman como chimeneas, el protagonista excluyente de Fifi Howls from Happiness –de producción franco-estadounidense y dirigida por la cineasta y artista plástica Mitra Farahani– no se queda atrás en su consumo intensivo de tabaco. La historia del escultor y pintor (iraní, como la realizadora) Bahman Mohasses recuerda a la de tantos creadores soviéticos que, bajo las estrictas directivas del “realismo” estalinista, quedaron relegados al ostracismo, acusados de practicar un arte demasiado personal y rebelde. Antes de la revolución islámica de 1979, que llevó al poder al ayatolá Khomeini, Mohasses era un venerado artista que, más allá de algún pequeño roce con el sha, llevó adelante una carrera de mucha actividad gozando de una libertad casi absoluta. Luego llegaría la proscripción de su obra, el exilio en el extranjero y una etapa marcada por la destrucción de gran parte de sus pinturas y esculturas (por la desidia del Estado iraní y por las manos del propio autor). A comienzos del siglo XXI, su figura era poco conocida internacionalmente, apenas por un selecto grupo de estudiosos del arte contemporáneo. Farahani encontró a Mohasses en un hotel de Roma en el año 2008 y se ganó la confianza del veterano artista, sin la cual Fifi Howls from Happiness nunca hubiera existido.
Inteligentísimo, afilado, dueño de un sentido del humor ácido, conocedor del cine, la poesía y la literatura, Mohasses es el sujeto ideal para un documental y escucharlo con su voz cascada, lastimada por décadas de humo de cigarrillo es un placer poco habitual. No se habla solamente de arte, sino también de su condición de homosexual (algo que da pie a una curiosa reflexión sobre los gays en sociedades no represivas), las guerras, la contaminación ambiental, la cultura en general. Farahani elabora el montaje de su película con un formato clásico, entrelazando las charlas con imágenes de archivo de 1974 (uno de los pocos registros audiovisuales de ese período en su vida), fotografías de algunas de sus obras más “famosas” y una serie de placas que dividen al film en capítulos. Por momentos, el mismo Mohasses dicta la forma del material: “Aquí va esta frase, aquí una imagen del mar”. La aparición de un par de coleccionistas devenidos en mecenas pone en movimiento la posibilidad de una nueva obra pictórica de gran tamaño, pero el artista murió en julio de 2010, antes de dar la primera pincelada. Fifi Howls from Ha-ppiness es, a la vez, una entrevista y un homenaje a la figura de Mohasses. Es también un preciso e inteligente retrato de un ser humano excepcional.
* Ice Poison se exhibe hoy a las 14.40 y mañana a las 15.20 en Village Recoleta 6.
* Fifi Howls from Happiness se exhibe hoy a las 12.30 y mañana a las 13.10 en Village Recoleta 6.
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