CINE › ENTREVISTA A MEHRAN TAMADON, DIRECTOR DEL EXCELENTE DOCUMENTAL IRANIAN, EN EL BAFICI
El realizador iraní, radicado en Francia, volvió a su país, reunió a cuatro mulás, defensores de la república islámica, y debatió con ellos frente a cámara sobre la libertad de expresión. “No tengo los prejuicios que tiene un iraní que vive en Irán”, dice.
› Por Oscar Ranzani
La revolución de 1979, que desembocó en la instauración de la República Islámica de Irán, bajo el liderazgo del ayatolá Khomeini, abrió un nuevo escenario en Medio Oriente. Muchos sintieron que vivían el momento más importante en la historia de sus vidas, pero también hubo otros que, con el correr de los años, se desencantaron de la revolución. Mehran Tamadon tenía doce años en 1984, cuando junto a su madre y a su hermana, decepcionadas por la revolución, decidieron radicarse en Francia. Tamadon terminó la escuela secundaria en París y también se recibió de arquitecto. Pero en materia de cine es autodidacta. En 2000, cuando volvió a Irán por cuatro años, se relacionó con un grupo de intelectuales de Teherán. “Me sentía muy ahogado en ese medio tan aislado y tan cerrado. Tenía necesidad de ver lo que pensaban los demás. A diferencia de lo que me pasa en Francia, no poseía el hábito de ver cómo vivía el resto de la gente. Tenía la sensación de vivir como un exiliado en Irán”, señala a Página/12 este documentalista que vino a presentar un film tan polémico como impactante: Iranian, que se exhibirá por última vez hoy a las 16.20 (Village Caballito) como parte de la programación de la Competencia Internacional del 16º Bafici.
En Iranian, Tamadon, ateo y crítico del régimen, reunió a cuatro mulás, defensores de la República Islámica de Irán, en una casa que alquiló especialmente para realizar su documental en la ciudad religiosa de Qom. Y les propuso un temario fuerte para discutir sobre la mesa: la sociedad secular, el velo, el aborto, las minorías y la libertad de expresión, entre varios disparadores espinosos. Tres días le llevó filmar a Tamadon esta reunión para dilucidar si era factible establecer una sociedad plural en ese pequeño contexto, donde pudieran convivir religiosos y no creyentes. Si se observa lo que sucede en esos encuentros, la posibilidad se ve bastante diluida y, por momentos, el aire se corta con un cuchillo.
La pregunta obligada es cómo Tamadon logró convencer a estos mulás para que hablaran ante cámara de temas tan sensibles. “Hay que comprender que es un ámbito que yo frecuenté doce años, tengo el hábito de hablar con ellos y no tengo los prejuicios ni esas heridas que tiene un iraní que vive en Irán. Entonces, tengo algún tipo de complacencia hacia ellos que me permite hablar y abordarlos”, explica. Tamadon también señala que previamente a este grupo de cuatro, había hablado con una veintena de mulás, que finalmente no participaron de la película. “Con ellos cuatro sólo hablé poco antes de ir a la casa, ya que necesitábamos la frescura para poder charlar de esos temas en la casa”, recuerda.
–¿Antes que plantear discusiones en cámara se propuso más que nada dejarlos hablar y que expusieran sus maneras de entender estos temas?
–Yo conocía bastante bien su manera de pensar. Entonces, lo que me interesaba verdaderamente era este proyecto de vivir juntos. Era una preocupación muy personal.
–¿Por qué cree que es importante conocer el pensamiento de quienes están cercanos al régimen? ¿Puede abrir un debate para mejorar la convivencia de la sociedad iraní?
–Por naturaleza, yo no soy para nada cínico. Siempre creo que aquel que defiende un sistema debe tener sus argumentos. Y estoy seguro de que esos argumentos son inteligibles. Pero creo que estas personas que están dentro del sistema también son conscientes de que hay una distancia. Y a partir de ahí veo que hay algo inteligible en su pensamiento que se asemeja a mí. Cuando hago películas sobre ellos no es que las realizo sólo sobre ellos, sino también me pregunto qué pienso de mí mismo.
–¿Y qué piensa?
–No es evidente. Yo también estoy cerrado dentro de mis propios paradigmas. Y en ese sentido, la libertad es también estar encerrado en algo.
–¿Qué consecuencias le trajo haber realizado este documental?
–Uno de los agentes que me interrogó me dijo: “Sabemos que tu proyecto es el de un laico que quiere convivir con ellos cuatro y estamos en contra de este proyecto. Tu proyecto es imposible porque un ateo no puede vivir bajo el mismo techo con un religioso”. Y yo le respondí: “Parece imposible, pero yo voy a mostrar que sí es posible, ya que voy a hacer un documental. Y allí se verá lo que es posible y lo que no”. Y después me advirtió: “No, porque si mostrás que es posible va a ser todavía peor”. Entonces, me hizo prometerle que no iba a filmar. Me estrechó la mano. También me amenazó: “Si filmás, va a haber una acción judicial en tu contra”. Salí y continué buscando a los personajes en un ámbito distanciado, donde no iban a estar al tanto de que yo buscaba gente. Y filmé un año después. Cuando terminé el rodaje en esa casa, sabían que yo estaba en Irán pero no que había filmado. Dijeron: “Le vamos a sacar el pasaporte, de manera que no haga su film”. Pero yo ya había filmado. Y ya tenía mis rollos de película, pero me sacaron el pasaporte y me dijeron que no podía volver para que no hiciera la película (que ya la había hecho). Después, me lo devolvieron y me dijeron: “Salí y no vuelvas”.
–Se entiende cuál es su posición con respecto a los temas que se discuten, como el uso del velo, el aborto y la libertad de expresión. En ese sentido, ¿cuáles son sus principales cuestionamientos al régimen?
–Para mí, la libertad individual en Irán no es respetada. Por ejemplo, la vestimenta que se impone a las mujeres, como el velo, que es obligatorio en Irán. Hay ideas que no se pueden refutar y hay que aceptarlas. Por ejemplo, en la prensa no puede haber otro tipo de ideas. Yo creo que en el momento en que haya una prensa libre, todo este tipo de ideas podrán evolucionar.
–¿Hablar sobre los temas que habla con los mulás sirve para contrarrestar la violencia?
–Desde el momento en que hablamos no podemos odiarnos de la misma manera. Creo que la palabra atenúa un poco esta violencia. Y creo que esta violencia es porque estamos dentro de una abstracción. Lo que se vuelve muy peligroso es que cuando uno tiene esta abstracción se imagina cosas sobre el otro. Nos pasa también cuando estamos con un vecino al que detestamos, pero después cuando empezamos a hablar con él, eso se contrarresta un poco. Y creo que para evitar tirarnos piedras tenemos que llegar a hablar entre nosotros.
–¿Cree que las ideas son más peligrosas que las armas?
–Yo creo que las ideas son peligrosas, pero lo más peligroso es la intolerancia. Ellos pueden tener las peores ideas del mundo, pero desde el momento en que aceptan que yo tengo otras puede cambiar un poco. Yo no busco que ellos cambien de opinión, pero sí que acepten mis ideas.
–¿Cuáles son, a su entender, las reformas indispensables en su país?
–Si hay algún tipo de mejora para hacer, no está solamente en ellos. Yo no puedo esperar solamente que ellos cambien. También siento que yo también debo ser capaz de cambiar. Mi proyecto tampoco fue bien acogido por la gente de mi entorno. Muchos de ellos no querían que yo hiciera este trabajo. Entonces, ¿cómo se puede evolucionar? Hay que hacer un trabajo en uno mismo.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux