Jueves, 17 de abril de 2014 | Hoy
CINE › ANDREA SCHELLEMBERG Y SANTA LUCíA, EL DOCUMENTAL QUE ESTRENA HOY EN EL GAUMONT
Mientras realizaba la producción de un film para la TV alemana, la realizadora supo del estado de ocupación militar que vivió la pequeña localidad tucumana en la dictadura. Y decidió reconstruir la historia a través de la mirada de una docente del lugar.
Por Oscar Ranzani
Santa Lucía es un pueblo ubicado en el departamento de Monteros de la provincia de Tucumán que, a pesar de formar parte del interior profundo, no logró escapar al terrorismo de Estado. Allí funcionó el Ingenio Santa Lucía, donde trabajaba la mayoría de los obreros del pueblo. Pero todo cambió en 1968, cuando la dictadura de Juan Carlos Onganía ordenó el cierre del ingenio. No todo terminó allí. También fue uno de los epicentros del siniestro Operativo Independencia, ejecutado a través de un decreto del gobierno de Isabel Perón que tenía como objetivo “aniquilar” a los miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Todo este plan funcionó como la antesala del genocidio perpetrado por los militares en la dictadura cívico-militar que encabezó Jorge Rafael Videla, que continuó sembrando el terror en Tucumán. En ese pueblo vive la profesora de historia Lucía Aguilar, hija de ex obreros del ingenio. Su tío Pedro, hermano de su madre, permanece desaparecido. Lucía decidió transmitir a sus alumnos lo que significaron aquellos años en que el horror militar era el protagonista de una Argentina devastada. Pero Lucía también quería saber más sobre su tío y sobre el accionar de los represores en Tucumán. Así realizó una investigación en el pueblo que la llevó a encontrar los rastros de ese triste pasado en el presente. Por ese camino transita Santa Lucía, documental de Andrea Schellemberg que se estrena hoy en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont.
La realizadora, autora de los mediometrajes Cuatro días en Berlín (sobre la caída del Muro) e Infancia en la Argentina y del corto El ángel de los pobres (acerca de Eva Perón y realizado para la TV alemana) cuenta que en 1992, mientras hacía la producción de un film para la televisión alemana, se contactó con los militares retirados que integraban el Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida) y que manifestaron su oposición a la dictadura. A través de ellos llegó al teniente coronel Jorge Luis Mittelbach. “Cuando los conocí me dijeron: ‘Hay un militar que levantó una sesión de tortura en Tucumán en medio del Operativo Independencia’”, cuenta la documentalista en diálogo con Página/12. “Entonces tomé contacto con Mittelbach y fueron sus dichos los que me llevaron a Santa Lucía. En los legajos de Mittelbach figuraba que había estado dos meses ahí y estaba registrado que lo habían relevado por esta situación”, agrega la directora. Ese fue el germen del documental. “No es que yo fui a buscar a Santa Lucía, sino que yo estaba buscando militares antigolpistas y que rechazaron el genocidio y así llegué a Santa Lucía; es decir, fue a la inversa”, explica Schellemberg. Después, la historia cobró fuerza cuando la realizadora se enteró de que había sido un pueblo ocupado militarmente, donde funcionó un centro clandestino de detención. “Tomé entonces contacto con abogados de derechos humanos y empezamos a hablar con la gente y les pedí entrar al comedor, que era donde funcionaba el centro clandestino de detención.” Y allí conoció a Lucía Aguilar.
–El film tiene dos ejes de relato: uno más general, en el que Lucía brinda los datos del contexto histórico, y otro más personal, que tiene que ver con su búsqueda familiar. ¿Por qué lo pensó así?
–Porque hay dos ejes que la atraviesan a ella. Primero, lo no dicho en esa familia que no se puede hablar porque angustia a la madre. Hay un mandato familiar que no se puede hablar de eso. Y después la historia social, porque la historia familiar es una proyección de todas las historias del pueblo. Funciona como ejemplo. Siempre en cada historia hay un conflicto interno y otro externo. Y Lucía me pareció un personaje adorable porque no es melancólica. Ella va a contar cosas tristes, se planta y habla y es muy sólida como profesora. Es la primera en la generación de esa familia que llegó a hacer una carrera secundaria y una terciaria. Es un personaje muy rico.
–¿El Ingenio Santa Lucía fue cerrado en 1968 porque los dictadores no querían que las luchas obreras de entonces estimularan nuevas rebeliones?
–Eso por una parte y, por otra, porque había un proyecto político de destruir la industria. Los historiadores del Conicet de Tucumán hacen muchos trabajos sobre esto y lo que dicen es que cuando conseguían capitales extranjeros la decisión era política. Cerrar el ingenio era una decisión política. Es ahí donde se produce la debacle, porque el pueblo se formó alrededor de la fuente de trabajo y la identidad de la gente está creada y sujeta a esa construcción del trabajo.
–Tucumán es un lugar clave en la historia de la guerrilla. Por lo que pudo reconstruir, ¿cómo incidió el Operativo Independencia en Santa Lucía?
–El Operativo Independencia continuó con la llegada de la dictadura militar. Y para Santa Lucía no hay una división: desde el ’75 hasta el ’83 el pueblo estuvo ocupado militarmente, con toque de queda, con esa sensación de miedo, con esa exhibición del terror: se producía un fusilamiento a las doce del mediodía, a la salida de la puerta del colegio, frente a la mirada de todos los nenes.
–¿Incluir el momento en que la profesora de historia les cuenta a sus alumnos adolescentes lo sucedido durante el terrorismo de Estado tiene como objetivo mostrar la transmisión oral de la memoria?
–Sí, y además tiene otro objetivo. Eso también lo hace Lucía porque está en el Programa Educación. Así que no es solamente hablar sobre el pasado, sino que la película también trata sobre este presente. Lucía está ahí parada con la currícula de la escuela y es algo que también la atraviesa a ella.
–¿Cree que esta película es más factible de hacer ahora porque el contexto del país cambió y se habla mucho más del tema?
–Esta película la quería hacer desde la década del ’90. La puedo contar ahora porque evidentemente cambiaron la política cultural y la industria del cine. Jamás habría pensado que el instituto me hubiera dado el subsidio para poder hacer esta película. Era impensado.
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