Miércoles, 21 de mayo de 2014 | Hoy
CINE › BENJAMíN NAISHTAT, DIRECTOR DE HISTORIA DEL MIEDO
El director presentó su primer largometraje en la Berlinale. La película, un potente thriller con elementos de terror, pero anclado fuertemente en la realidad social, tendrá mañana su estreno comercial en la cartelera porteña.
Por Oscar Ranzani
Pocos cineastas tienen la posibilidad de debutar a lo grande con su ópera prima. Uno de esos casos fue el de Benjamín Naishtat, quien con tan sólo 27 años presentó su primer largometraje, Historia del miedo, en la Competencia Oficial del Festival de Berlín en febrero de este año, y que mañana tendrá su estreno comercial en la cartelera porteña. Naishtat, graduado de ese inagotable semillero de cineastas que es la Universidad del Cine (FUC) que dirige el legendario Manuel Antín, también realizó una capacitación en el prestigioso Le Fresnoy, el Estudio Nacional de Artes Contemporáneas de Francia. Con ese currículum ingresó al mundo cinematográfico a través de la première en la Berlinale. El joven realizador asegura que aquella “resultó una experiencia increíble, positiva a todo nivel porque fue una ventana mundial para la película”. Naishtat reconoce que Historia del miedo tuvo mucha exposición por estar en la competencia oficial de la muestra alemana. “Y de ahí surgieron muchas cosas, como invitaciones a que la película esté en un montón de festivales por el mundo. Por otro lado, tuvo repercusión de prensa internacional en ese momento y también sirvió para generar un eco acá en la Argentina, sobre todo en vistas a este estreno que estamos preparando.”
Todo comienza en un verano con un calor sofocante en una Buenos Aires con cortes de luz (cualquier semejanza con lo sucedido este verano es mera casualidad porque la película es anterior a esos hechos). En un country exclusivo, Christian, un muchacho que corta el césped, es el único “del otro palo” que logra ingresar cotidianamente al barrio privado (es interpretado por Jonathan Da Rosa, uno de los bailarines del grupo Km 29, que participó en el espectáculo Los posibles, de Juan Onofri Barbato, luego llevado al cine por Santiago Mitre). Y Christian es el que conoce también el otro mundo: el de una villa cercana. Esa demarcación del “afuera” y del “adentro” le sirve a Naishtat para narrar los miedos que tiene cierta gente acaudalada ante una atmósfera amenazante y permanente, sólo por el hecho del miedo en sí porque no hay nada material ni concreto que se haya convertido en un enemigo de esos adinerados. Sin embargo, Naishtat no cae en el maniqueísmo y logra un potente thriller con elementos de terror, pero anclado fuertemente en la realidad social. Historia del miedo funciona, entonces, como una radiografía de una sociedad dividida que está siempre al borde de eclosionar. Es una suerte de “fractura social”, según las palabras del realizador, la que se produjo en la Argentina y la que expone en la historia de su primera ficción.
–¿Ubicaría a Historia del miedo como una película de género a secas o más bien se vale de elementos del terror y del suspenso para contar una historia con un trasfondo social?
–Tiene razón como la define porque es una película con elementos de thriller y de terror, pero que tiene en el fondo una temática muy contemporánea argentina, que es social y está relacionada con la paranoia, con la psicosis en la que estamos entrando. Sobre todo en los últimos meses con estas polémicas sobre linchamientos, psicosis colectivas que tienen que ver con la inseguridad, con la violencia que hay en la calle.
–¿Su objetivo fue, entonces, mostrar los comportamientos sociales en una sociedad dividida?
–Sí, absolutamente. La película muestra una sociedad tajantemente dividida, enfrentada, que no logra estar en armonía y que, en lugar de eso, está como llevada por una violencia muy primitiva que aflora en lo más cotidiano, no solamente en grandes episodios de violencia. Por ejemplo, si se frena un ascensor o la espera en un peaje pueden aparecer episodios de máxima violencia. Ese es el clima que encuentra la película y que está inspirado en la realidad.
–¿Cómo se explica que en el imaginario de la clase acomodada el country funciona como un lugar seguro, como una especie de mundo aislado de la realidad, y en la historia, quienes lo habitan tienen un miedo constante?
–No me parece una contradicción. Si uno decide ir a encerrarse entre rejas y guardias es porque ante todo ya está bastante asustado. Parte de una concepción de la realidad que consiste en vivir con miedo. Y también vivir en un country habla de una percepción del “afuera” amenazante.
–¿Cuánto influye la subjetividad en la sensación de miedo de una persona y cómo trabajó este concepto?
–Es la subjetividad lo que define nuestra personalidad y nuestra percepción de la realidad. Lo trabajé con el sonido porque la película tiene un diseño de sonido muy espeso. Cualquier sonido le parece amenazante a la gente. Entonces, si escucha una alarma, cosa que pasa todo el tiempo en la ciudad, en vez de tomarla como un ruido de la ciudad lo vive como una amenaza directa o una posibilidad de violencia o de algo que nos puede pasar. Entonces, es en esa subjetividad donde empiezan a construirse el miedo y la paranoia social.
–¿Y cuánto influyen los prejuicios de clase en la visión de un “otro” amenazante?
–Influyen totalmente porque uno construye la realidad desde muy chico a partir de una extracción de clase que tiene y de la que es muy difícil tomar distancia y trascender para ser un libre pensador. En ese sentido, los personajes de la película, tanto los de clase alta como los de clase baja, están asustados por distintas razones. Pero es una especie de violencia y un miedo común a la sociedad. No hay que pensar que la inseguridad es una bandera de las clases altas. Es una bandera de todas las clases. El problema acá es la gente que no está incluida en la sociedad, que son millones de personas.
–¿Por qué no mostró un enemigo visible para esa clase social atemorizada que enfoca la película?
–Porque no me daban ganas de filmar cosas indignas. No creo que nadie necesite ver que hay gente que vive en barriales, en casas de cartón o de lata en la provincia o en la Capital. No se necesita ver eso para saber que existe.
–¿Buscó trabajar la realidad y lo misterioso como dos mundos paralelos para que se terminen confrontando?
–Sí, hay una especie de doble capa en la película que tiene que ver con esta realidad de personajes aterrorizados y, por otro, es una cosa más objetiva que se deja entrever. Al final, no voy decir cómo pero, de alguna forma, los personajes toman conciencia de cómo vienen volviéndose locos por la subjetividad propia más que por la realidad.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.