Miércoles, 16 de julio de 2014 | Hoy
CINE › DANIEL CASABé Y EDGARDO DIELEKE, DIRECTORES DE LA FORMA EXACTA DE LAS ISLAS
El viaje a las Malvinas fue crucial para una estudiante de Literatura, que filmó allí a dos ex combatientes y que decidió volver, esta vez con la compañía de dos cineastas que la registraron a ella. El resultado es un documental con un abordaje diferente.
Por Oscar Ranzani
Julieta Vitullo estudiaba Literatura en Estados Unidos cuando decidió que su tesis doctoral sería sobre la guerra de Malvinas, pero abordada desde la narrativa de ficción tanto literaria como cinematográfica. Fue entonces que planificó un viaje a las islas, que finalmente concretó en 2006. Pero al llegar, todo cambió. Es que Vitullo se encontró con Dacio y Carlos, dos ex combatientes que habían viajado veinticinco años después del conflicto bélico por motivos tan personales como dolorosos. Ellos tenían 18 años cuando desde el balcón de la Casa Rosada un genocida alcohólico declaró la guerra. Vitullo filmó a Carlos y Dacio, cámara en mano, casi sin pedir permiso, como si estos hombres no vieran el efecto de mediatización que produce una cámara. La experiencia fue tan fuerte para la cineasta que decidió volver a las islas en 2010, porque Malvinas terminó transformándose en un ámbito con un sentido íntimo y personal. Vitullo conocía a Edgardo Dieleke desde los tiempos de estudio en Estados Unidos. El y su coequiper Daniel Casabé se encargaron de registrar las imágenes del segundo viaje de Vitullo. Y la relación entre las tomas realizadas por Vitullo del primer viaje y las de los dos cineastas le dieron estructura a un documental que, por momentos, parece una ficción: La forma exacta de las islas, que se estrenará mañana en el Malba y en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont.
El film combina los relatos y las vivencias de los dos ex combatientes con testimonios propios de la protagonista que tiene el impulso de hablar con algunos isleños en la calle. Pero el documental guarda un misterio que se devela sobre el final y que refiere a una experiencia dolorosa de la protagonista. Otro tipo de dolor, pero dolor al fin, como el de esos hombres que fueron soldados a los 18 años. Algo importante de señalar es que La forma exacta de las islas no es una película sobre la guerra de Malvinas, pero está atravesada por ese hecho obviamente ineludible. “La idea de la película tiene que ver no sólo con el material que había registrado Julieta, sino que ese material a nosotros nos permitía tratar Malvinas y el tema de la guerra por fuera de los abordajes que nos parecían habituales o que habíamos visto y que tenían que ver con la mirada de la celebración del ex combatiente o la mirada de conmiseración respecto de alguien que vuelve a Malvinas. Y el único lugar que le deja al espectador es una mirada de piedad”, reflexiona Dieleke en la entrevista de Página/12, de la que también participa Casabé. Y también a ambos cineastas les interesaba indagar “cómo se hacía para mostrar el espacio donde tuvo lugar la guerra y, de algún modo, exponer relatos sobre guerras que son experiencias difíciles de transmitir”. Por eso, Dieleke señala que trabajaron “con esa imposibilidad de poder contar, mostrar o transmitir ese tipo de experiencias límite”.
–¿Trataron de no hacer una película nacionalista?
Daniel Casabé: –Sí, totalmente. No era nuestro enfoque ni nuestra idea. Queríamos trabajar en lo que decía recién Edgardo, enfocarnos también en la representación del dolor y, de alguna manera, abrir un poco más las ideas, el ámbito de discusión.
–¿Cómo trabajaron el material que recogió Julieta Vitullo durante el primer viaje con el que filmaron ustedes en el segundo?
Edgardo Dieleke: –Por un lado, trabajamos como una especie de oposición que se ve en la película entre el material registrado de manera muy fresca, muy espontánea y de la inmediatez con la que ella filmó allá a los ex combatientes y su diálogo con ellos y, por otro lado, el nuestro tenía una mirada mucho más distanciada, que se puede ver en los planos generales de las islas y el paisaje. Hay también una búsqueda junto a ella de tratar de ver cómo se hace para volver a un espacio de dolor, que es tanto el de los ex combatientes como el de ella. Y en relación con la pregunta anterior, también nos interesaba tratar de abstraernos y de pensar en las posibilidades que tiene una isla como espacio metafórico, como espacio literario, como espacio de la imaginación.
–¿Por qué el tema de lo absurdo de la guerra lo comenta uno de los ex combatientes, pero no hay ninguna mención a eso en la voz en off? ¿Creen que el trauma es inexplicable?
E. D.: –No diríamos que el trauma es inexplicable, porque la película propone algunas puntas desde donde diferentes espectadores pueden tirar. La película propone una especie de coro respecto de posibilidades de lidiar, por ejemplo, con el trauma. Ahora, respecto de la guerra y de la idea de lo absurdo de la guerra, nosotros no lo explicamos, en principio, porque ahí hay voces más autorizadas. Y ya el hecho de ponerlos allí y que digan ciertas cosas las habilita. Nosotros tomamos la decisión de hasta qué punto ese material ingresaba o no. Pero tenemos una posición respecto de lo absurdo de las guerras en general que tiene que ver con lo que hablábamos antes del nacionalismo: Malvinas es una especie de punto ciego donde muchos discursos coloniales e imperialistas respecto de la patria hacen agua, porque es una historia muy reciente. Es un espacio muy simbólico.
–Pisar Malvinas ya tiene de por sí una connotación histórica. ¿Cómo trabajaron, entonces, esa especie de ambigüedad entre el relato personal e íntimo de la protagonista con el más público de los ex combatientes y de los isleños?
E. D.: –La relación entre lo público y lo privado respecto de eso está en el título que traemos, que tiene que ver con la imposibilidad de dar un cierre al relato sobre Malvinas en los entresijos entre esas islas privadas, que son las que puede recordar Julieta, o las miradas que pueden tener un isleño o estos dos ex combatientes. Retomando lo de antes, las posibilidades de las islas en la imaginación para nosotros servían como alegoría o metáfora de los espacios del dolor, del trauma.
D. C.: –Trabajamos mucho en la representación del dolor, de qué manera una experiencia personal está atravesada por la historia de la guerra. Y uno de los trabajos que intentamos hacer fue de qué manera se representa el dolor.
–Hay muchas tomas del paisaje de las islas. ¿El objetivo de estas imágenes es permitir que el espectador pueda conocer Malvinas de una forma diferente a las imágenes de la guerra?
E. D.: –Sí, el proyecto tuvo varias etapas y fue muy largo, pero ésa fue de las cosas más firmes que quedaron siempre: la película tenía que invadir el espacio. Para eso mostramos cómo son las islas, porque muy pocos sabemos cómo se ve el paisaje. Y eso es algo tan importante si pensamos en la tradición argentina como, por ejemplo, el paisaje de la pampa en un montón de textos fundacionales. El espacio de las islas está ligado a las imágenes de archivo. Entonces, teníamos la posibilidad de mostrar la belleza con planos muy generales. Una idea diferente de belleza que siempre es subjetiva, depende del contexto histórico. Uno diría: “No se podrían mostrar imágenes bellas de Malvinas”. Sí, ¿por qué no? Hay playas, el mar es turquesa, la arena es blanca, cosas que uno no asociaría.
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