Miércoles, 20 de agosto de 2014 | Hoy
CINE › HABLAN EL DIRECTOR Y LOS PROTAGONISTAS DE RELATOS SALVAJES
Damián Szifron, Ricardo Darín, Erica Rivas, Leonardo Sbaraglia, Julieta Zylberberg y Oscar Martínez reflexionan sobre la película que se estrena mañana.
Por Oscar Ranzani
Nueve años tardó Damián Szifron en volver a estrenar una película, tras sus dos primeras incursiones en la pantalla grande con El fondo del mar (2003) y Tiempo de valientes (2005). Este director de 39 años es también el creador de la exitosa serie de televisión Los simuladores y de Hermanos y detectives. Y mañana será el turno de su largometraje más ambicioso, Relatos salvajes, que luego de ser presentado en el Festival de Cannes –con una muy buena recepción–, llega a la cartelera cinematográfica argentina con una característica primordial: un film notablemente creativo que despertará innumerables debates, cuya arquitectura narrativa está construida sobre una sólida base de seis episodios o, mejor dicho, seis historias que no se conectan al estilo de los films del mexicano Alejandro González Iñárritu, sino que son independientes entre sí pero que comparten temáticas afines. La principal es la pérdida de control de las personas en un mundo dominado por el salvajismo del sistema capitalista que, parece decir Szifron, es el motor del desequilibrio de las personas. La corrupción, las injusticias, los prejuicios sociales y sobre todo la venganza son temas que navegan por el río de Relatos salvajes, que inunda la pantalla con altas dosis de violencia y de humor negro. Y como si esto fuera poco, tiene un elenco de lujo que esta nota irá comentando paso a paso.
“Definitivamente la realidad se mete en los pensamientos de uno y en su vida. Uno está en contacto con todo lo que lo rodea. Entonces, es una influencia. Pero diría que lo que domina a la actividad literaria detrás de todas estas historias es el ejercicio de la imaginación más que de la observación”, dice Szifron en la entrevista con Página/12. “O sea, la observación de la realidad y el contexto, una determinada situación y pinceladas sobre algunos de los personajes. Pero después los sucesos que se plantean en cada una de las historias son puramente ficcionales y hay un abandonarse al poder de la ficción muy rotundo como ejercicio”, explica el cineasta.
Como se señaló anteriormente, hay ejes temáticos que atraviesan a las seis historias y que hacen funcionar a Relatos salvajes como una cohesionada obra colectiva. “Aparece de una manera u otra un deseo de liberación en cada uno de los cuentos y el resultado de esa liberación es en varias ocasiones catastrófico y en otras esperanzador”, anticipa Szifron. Y completa la idea: “Aparece el lugar para un nuevo comienzo o para un nuevo estado de las cosas”. Por otro lado, el humor negro le permite al cineasta narrar aspectos oscuros de una manera un tanto más sutil. “Una mirada auténtica sobre esta realidad no puede dejar de lado el humor negro –postula Szifron–. Si uno mira lo que sucede en la realidad, eso tiene humor negro. El capitalismo aparece hasta en los momentos de máxima intimidad, como un nacimiento o una muerte: si el bebé irá en esta habitación o en otra, si este ataúd o el otro para un fallecido, o si va a una zona del cementerio o a otra. O sea, el humor negro surge de la observación”, reconoce Szifron.
A pesar del título, Ricardo Darín asegura que su personaje en el episodio “Bombita” no tiene rasgos del que compuso Michael Douglas en aquella película. “No hice ningún tipo de asociación con Un día de furia, a pesar de que entiendo que mucha gente hace una especie de paralelismo o comparación, pero en este caso está hablando de otra cosa”, entiende el actor. Su personaje es un ingeniero experto en demoliciones que tiene que llegar lo más pronto posible a su casa para festejar el cumpleaños de su hija, pero cuando la grúa le lleva el auto comienzan los problemas. “Es un ciudadano que, por acumulación de capas, termina en carne viva por no ser escuchado, por no ser atendido. En cambio, el caso de Un día de furia era el de un señor que, por acumulación de cosas en un mismo día, tenía un brote psicótico y se iba a la mierda. Este es un señor que tiene problemas con el sistema, con la sociedad que ampara el sistema, con las estructuras de las instituciones, con la falta de atención al ciudadano común; esa mínima previsión que uno debería exigir en cada institución que haya alguien que, por lo menos, escuche el reclamo de una persona que considera que su caso es particular. Son distancias en ese sentido”, analiza Darín.
Respecto de si su personaje es víctima o también victimario, el actor recuerda que el planteo de Damián Szifron en ese cuento en especial y en algunos otros “es que todos somos un poco víctimas de un sistema, de una forma o de otra”. Darín argumenta que “hay una serie de episodios burocráticos que tienden a detener el avance de llegar a la verdad o de descubrir cómo son las cosas en realidad. Y eso, evidentemente, es algo que a él le preocupa”. En líneas más generales, el actor afirma que Relatos salvajes obliga al espectador a pensar en sí mismo. “Te obliga a mirar para adentro. Te propone permanentemente el siguiente ejercicio: ¿Y vos qué harías? ¿Cómo te pararías frente a esto? ¿Cómo reaccionarías? ¿Cómo saldrías de esta situación? ¿Qué harías en tal punto? ¿Cómo harías para detener el avance o la escalada de violencia?”, analiza Darín.
“Yo creo que la película es un llamado a la reflexión profunda –entiende el actor–. No desconozco la posibilidad de que sea polémica. Probablemente nos encontremos con personas que frente a esto, en su capacidad de análisis encuentren hendijas o cierto resquebrajamiento en la estructura y que consideren que algunas cosas pueden ser polémicas para tal lado o para tal otro. Y me parece que están en todo su derecho. Pero yo creo que si tomaran un poquito más de reflexión probablemente se darían cuenta de que la exageración y la fantasía de llevar esas situaciones al extremo que las lleva Szifron no provocan ninguna otra cosa que la reflexión. Te obligan a reflexionar, a volver atrás y ver hasta qué punto estás comprometido con situaciones como ésas.”
En “El más fuerte”, Leonardo Sbaraglia compone a un hombre de clase media acomodada que tiene un incidente automovilístico en la ruta con un trabajador, dueño de un auto mucho menos costoso que el Audi que maneja su personaje. Sbaraglia no cree que el enfrentamiento entre clases sea la idea de esta historia, pero a la vez reconoce lo siguiente: “Son preguntas que nosotros nos íbamos haciendo con Damián. Me parece que no es el lenguaje de la película. Al menos de esa historia, la idea no era hacer una especie de realismo social, de que esto ocurre nada más que por una situación social, aunque también ocurre por eso. Que a un tipo que viene con una carga de hipersensibilidad social frente a muchas cosas y que está podrido de que conchetitos como éste le pasen el auto por encima y lo traten como si fuera un carniza, le dejan servido en bandeja la posibilidad de que el tipo drene todo su odio. Lo que pasa es que reducir eso a una cosa social es algo que me lo sigo preguntando. Me parece que puede ser disparador de algo”, explica el actor. También afirma que la historia “es políticamente incorrecta, muy sórdida, muy dura, muy incómoda porque ¿quién no se puede reconocer en uno u otro personaje? Al mismo tiempo te hace sentir esas cosas haneckianas de personajes burgueses que, de pronto, alguien les mete el dedo en el culo y, a partir de eso, se transforman en monstruos”, plantea Sbaraglia.
“Hasta que la muerte nos separe” tiene como protagonista a Erica Rivas, quien encarna a una novia que en su fiesta de casamiento descubre que su marido (Diego Gentile) la engañó con una mujer qué está en el salón Y, a partir de eso, se desata la locura al extremo. Con una actuación verdaderamente descollante, Rivas logra crear un personaje que, más bien, parece salido de una película de terror, a pesar de que es una de las historias con más humor (negro). “Yo también pienso que tiene algo de película de terror, como la fantasía del hombre de que su novia lo va a hacer mierda, que es la mujer que va a terminar siendo lo peor que él decidió en su vida. En ese mismo sentido, no pienso que una cosa quite la otra. Siempre me pareció que el terror tiene seguramente algo de humor. De la misma manera que lo cómico tiene también algo trágico”, afirma Rivas.
Es tal vez el episodio que desnuda un deseo de venganza más fuerte, más potente que los demás. O más pasional. “A mí me costó mucho imaginarme una persona que estuviera tan iracunda con una infidelidad. A esta altura de las cosas, y visto y considerando cómo son las relaciones amorosas en estos tiempos en que parece que hay más amplitud, más comprensión, más apertura, veo que no. Mucha gente piensa eso. Me costaba meterme en ese filo tan extremo”, reconoce Rivas. De todas, es tal vez la historia más difícil de encontrar en la realidad porque los convencionalismos sociales están en todo su esplendor en una fiesta de casamiento. Rivas comparte este análisis: “En realidad, no es difícil de encontrar el disparador pero sí la reacción de ella, ese sentido de liberación que hace que muchas mujeres y que muchos hombres también se encuentren identificados. Los casamientos tienen toda una serie de cosas que hay que hacer y tienen como esquematizado todo ese momento. No por eso no implican un disfrute. Pero sí muestran lo que se tiene ver y lo que se tiene que hacer”, analiza la actriz.
Julieta Zylberberg hace dupla con Rita Cortese en “Las ratas”, como camarera y cocinera, respectivamente, de un restaurante en un parador de una ruta. La lluvia obliga a un político (César Bordón) a detener su coche. El hombre está vinculado con la mafia y ¿casualmente? protagonizó un hecho trágico con la familia del personaje de Zylberberg. La cocinera incita a la camarera a que tome venganza cuando descubre que ese hombre que está sentado en el bar es alguien con quien hay que ser impiadoso. Pero la moza es menos oscura en su manera de ver las cosas que la cocinera o, en realidad, no tiene la suficiente valentía.
El personaje de Cortese busca hacer justicia por mano propia, pero no porque no cree en la Justicia, sino porque es así su personalidad. “Ella encuentra en esa situación una excusa de venganza y, a través de mi personaje, busca ejecutarla”, completa Zylberberg. A diferencia del personaje de Cortese, el de Zylberberg se siente integrado a la sociedad. “Un poco traicionada –admite la actriz–. Hasta ese momento es una persona totalmente oprimida. Ha sido traicionada, le usurparon la vida, se la arruinaron y ella no puede reaccionar, no puede defender. Está como anulada y detenida. Y a partir de esta situación podría llegar a liberarse.”
Al comparar lo que le sucede a su personaje con la realidad, Zylberberg piensa en ella misma: “En varias situaciones una se siente forzada, manipulada, molesta y no reacciona porque elige estar en un marco social. Por ética y porque una es parte de eso. Elegís reprimir tu ira porque así funciona. Si uno anda vengándose y liberando un alto nivel de emociones es imposible vivir. Eso es lo que tiene de maravilloso la película: la gente la va a ver y los personajes hacen lo que uno desea hacer todo el tiempo frente a esas situaciones, pero uno elige no hacerlo porque mide las consecuencias y porque forma parte de una sociedad”, concluye la actriz.
En “La propuesta” un joven de familia acaudalada atropella a una mujer embarazada, quien muere como consecuencia del impacto, mientras el conductor del vehículo huye del lugar. Cuando se lo comenta a sus padres (Oscar Martínez y María Onetto), ellos deciden llamar al abogado (Osmar Núñez) para ver cómo pueden evitar un juicio que llevaría a su hijo a la cárcel. El abogado –que representa un letrado sin códigos éticos– plantea hacer cargo del accidente al jardinero a cambio de que éste reciba una paga que podría disfrutar cuando salga de la prisión.
Martínez admite hay pocos datos de su personaje porque “las historias son breves, pero lo que vemos es un hombre que ha construido una holgada posición económica”. Y enseguida aclara que Szifron le explicó que no es un villano. “Según Damián, es un tipo que pudo haber sido un importante industrial, que empezó de abajo, que hizo su crecimiento y su desarrollo económico de manera honesta y que ha sido un buen patrón. Un hombre con mucho prestigio social.” Eso le interesó al actor porque “le da un matiz de contradicción y de culpa que un villano no tendría”. Martínez explica que un perverso haría lo que puede llegar a hacer su personaje sin ninguna contradicción. “Eso estigmatizaría al personaje y la gente, al verlo, diría: ‘Ah, un garca. Entonces, como es un garca, está acostumbrado a coimear, a adornar funcionarios.” No es la idea que tiene Damián”, reconoce el actor. Y recuerda lo que le comentaba el director para componer su personaje: “Damián me decía que esta fatalidad pone en riesgo a su familia: su mujer se desespera, su hijo no podría soportar las consecuencias de la fatalidad que protagonizó. Pero también pondría en riesgo su prestigio social, su buen nombre. Entonces, es un tipo que ve que se desmorona lo que le llevó una vida construir”, explica Martínez. También considera que esta historia es distinta a las demás “por varias razones”, pero fundamentalmente porque “todos están con las manos en la lata: la esposa, el fiscal, el abogado, el jardinero. El único que en un momento está dispuesto a hacer las cosas por derecha es justamente el pibe. Todos los demás están hasta el cuello”, concluye el actor.
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