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Martes, 9 de septiembre de 2014

CINE › GABRIELA GUGLIOTTA Y LAS CLAVES DE ARREBATO, SU NUEVA PELíCULA

“Me gusta el enrarecimiento del relato”

Para el film que se estrena este jueves, la realizadora tomó elementos del thriller, pero también buscó jugar en el límite de lo real y lo imaginado. Y contó con el aporte de actores que se conocen bien: Pablo Echarri, Leticia Brédice y Mónica Antonópulos.

 Por Oscar Ranzani

A veces, los cineastas encuentran el germen de una ficción en la realidad de las noticias. Eso le sucedió a Sandra Gugliotta, quien prestó atención a una crónica policial sobre escritores acusados por lo que plasmaron en sus obras y, a partir de ahí, sumándole los condimentos de celos, pasión y traición, ideó el thriller Arrebato, que se estrena este jueves y que tiene como particularidad que lo protagonizan el trío de actores de la tira televisiva El elegido (2010): Pablo Echarri, Leticia Brédice y Mónica Antonópulos. La historia creada por la directora de Un día de suerte y Las vidas posibles se focaliza en la mente de Luis Vega (Echarri), un profesor de literatura y escritor, en crisis con su mujer, Carla (Antonópulos), que encuentra en un caso policial difundido por la prensa una historia que le calza justo para su próxima novela. Se trata del inentendible asesinato de Grotzki, un dentista sin enemigos, al menos en teoría. Su enigmática mujer (Brédice) parece, en principio, sospechosa. Pero cuando Vega publica su libro, debido a una serie de coincidencias entre la realidad y la ficción, quedará en el ojo de la tormenta. Arrebato puede catalogarse como thriller psicológico: “Tiene elementos de eso porque uno está siguiendo a un personaje y el devenir o el derrotero de ese personaje. Y lo está siguiendo porque no sabe si es cierto o no lo que pasa. Y también tiene algo de película de personajes. Los personajes te van llevando a la acción”, explica Gugliotta en diálogo con Página/12.

–¿Fue dificultoso combinar esta heterogeneidad de elementos?

–El resultado que se logró está muy bien. Y en términos de estructura y de la ambición que tenía el relato era difícil porque hay distintos elementos. Siempre pienso qué difíciles que estas historias transcurran en Buenos Aires y estén habladas en español, porque estamos muy acostumbrados a verlas en inglés y en alguna geografía que no es la nuestra, donde hay un distanciamiento. En este caso, había que trabajar en una cierta sofisticación del relato pero, por otro lado, con personajes que pudieran ser reconocibles. Igual, dentro de la trama hay un personaje que para mí es absolutamente del orden de lo cinematográfico, el de Leticia Brédice.

–Sin embargo, todo el resto se ajusta bastante a la realidad...

–Me gustaba un cierto enrarecimiento del relato, pero fue como jugar en ese límite donde uno dice: “Es Buenos Aires, es la ciudad, reconozco las calles”, pero no hay un naturalismo en la película. Buscaba huir de eso y del realismo, pero sin perder de vista que estaba contando algo humano y que todos pueden saber de qué estoy hablando.

–En Las vidas posibles también había un misterio por revelar, pero de otra naturaleza. Más allá de que son historias diferentes, ¿encuentra algún punto de contacto?

–Encuentro muchos puntos de contacto. Entre ellos, los personajes se llaman igual, fue como un chiste para mí: Luis y Carla. El corazón de la historia es casi el mismo. No me interesaba escribir la historia de un escritor. Eso surgió como una herramienta de trabajo que me era útil para lo que quería contar, que tenía que ver con qué pasa en la cabeza de un tipo, “si lo que me estoy imaginando es real o no”; la mezcla entre la realidad y la ficción. Para todo eso me servía la herramienta “escritura”. Pero eso estaba también en Las vidas posibles: “Si lo que me estoy imaginando es verdad o está sólo en mi cabeza, cuánto hay de cierto en lo que me estoy imaginando”. Y también había una historia de amor y una historia de obsesión. Lo que pasa es que ésta es mucho más compleja y yo quería contar varios cuentitos en la misma película. Además, es mucho más hablada, tiene más producción y los personajes son más complejos.

–La arquitectura de una película se sostiene con el misterio que encierra y esto en los policiales es condición fundamental. ¿Cómo fue la construcción del guión?

–El guión tuvo varias versiones. En algunas estaba más exacerbada la cuestión del misterio y en otras más presente la cabeza del personaje, el derrotero, lo que el tipo va descubriendo. Y en el montaje terminó siendo otra película porque si bien es muy fiel en algunas cosas al guión, creo que las dos cosas están entremezcladas. Hay algo que es muy bueno: el ver si este tipo se está imaginando todo, que era el desa-fío que teníamos que construir. Y por otro lado, sabemos que hay un crimen y si existe la posibilidad de que él lo haya cometido o no.

–¿Qué relación encuentra entre la ficción que imagina un escritor con la realidad? Más allá de esta historia, ¿siempre tienen puntos de contacto?

–Al escribir, él toma muchos elementos de su vida. Todavía no tengo la distancia para verla, pero eso era un hilo que estaba. El iba tomando cosas que estaba sintiendo y las ponía en la novela. Y, a su vez, la relación que establece con el personaje de Leticia, que tiene que ver con el caso que está investigando, le hace sentir o lo hace pasar por cosas que también vuelca en la novela. Y yo, cuando escribo, también pongo cosas de lo que me rodea, de lo que siento, lo que veo, de las historias que me cuentan. Y últimamente mucho de las noticias, porque las noticias que estamos viendo día a día son alucinantes y de un nivel de complejidad y de locura que me parece que realmente son una fuente. Todos los días podría escribir algo.

–¿Cuánto incide la vocación de escritor en su personalidad?

–Cuando hablábamos con Pablo de la construcción del personaje, fue un trabajo en el que él participó muchísimo. Fueron como tres meses, con un gran nivel de obsesión y de detalle. Y él trabaja de una manera muy meticulosa, muy racional. Tiene un gran compromiso con el trabajo y también una gran concentración. Y pensábamos cómo resuelve esta situación un tipo que es un intelectual. Estamos hablando de un conflicto de pareja, de celos, de traición en una persona que vive en su cabeza, que su universo es lo intelectual. Lo que hace Luis Vega es una solución de un hombre que es un intelectual. Y es la solución que elige este intelectual, que puede mediatizarla por su cabeza. Es un hombre del ámbito de la mente y fue lindo de trabajar para Pablo y para mí, porque Luis es un hombre que sabe que hay mucho, pero que no lo dice y controla lo que dice. Está tratando de armar una cosa que la cierre mentalmente. Era lindo el desa-fío porque, además, Pablo es un hombre muy emocional. No tiene que ver con eso y yo tampoco. Entonces, decíamos: “Este tipo hace lo que yo nunca haría”.

–¿Mientras elaboraba el guión imaginaba a los actores que finalmente eligió?

–Empecé a trabajar el guión con personajes arquetípicos y abstractos. A partir de que convoqué a Pablo y se sumó, la película tomó un impulso terrible, además por la energía desbordante de Pablo. Y para mí, la rubia con esas características era Leticia Brédice. Mónica era también perfecta para el personaje, pero estábamos trabajando con un plus: gente que ya trabajó junta porque formaron un equipo. A Claudio Tolcachir lo conozco desde hace mucho porque fue mi profesor. Yo estudié teatro en Timbre 4 con él, lo adoro, así que era un orgullo poder dirigirlo. Y a Gustavo Garzón no lo conocía, pero él y el personaje son perfectos.

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“Las noticias que vemos día a día son de un nivel de complejidad y locura que realmente son una fuente.”
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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