Lunes, 22 de septiembre de 2014 | Hoy
CINE › PRIMER FIN DE SEMANA EN LA MUESTRA DE SAN SEBASTIáN
En Competencia Oficial se presentó Une nouvelle amie, de François Ozon. En Perlas de Otros Festivales, la Pasolini, de Abel Ferrara. En Nuev@s Director@s, No todo es vigilia, de Hermes Paralluelo. Y se vienen las películas argentinas.
Por Horacio Bernades
Página/12 En España
Desde San Sebastián
En el último fin de semana del verano y con los hinchas de la Real Sociedad luciendo en la tarde ayer sus remeras blanquiazules, el Festival de San Sebastián empezó a mostrar sus cartas. En Competencia Oficial se presentó Une nouvelle amie, la nueva de François Ozon. En Perlas de Otros Festivales, la Pasolini, de Abel Ferrara, que viene de presentarse en Venecia y Toronto. A su turno, la sección Nuev@s Director@s estrena internacionalmente No todo es vigilia, opus 2 del catalán Hermes Paralluelo, conocido en Argentina por su ópera prima, el documental Yatasto, que filmó tiempo atrás en la provincia de Córdoba. Mientras tanto, el cine criollo templa sus armas antes de salir a la cancha. Lo cual se producirá de forma múltiple a partir de las próximas horas. Recuérdese que si a las diez películas argentinas presentes en distintas secciones se les suman las cuatro que arriban como proyectos futuros o en estado de semiconclusión, en busca de coproductores, llega casi a la quincena el total de cintas criollas dispersas por la grilla.
Inspirada en una novela de Ruth Rendell (de quien Claude Chabrol adaptó La ceremonia y La dama de honor, así como Pedro Almodóvar Carne trémula), Une nouvelle amie comienza de modo inusualmente trágico para los cánones del juguetón Ozon... para ponerse luego típicamente lúdica. Pero es un ludismo algo más existencial y hasta político-sexual, menos epidérmico, el del realizador de En la casa esta vez. A partir de una muerte joven (a Ozon le bastan cinco minutos para hacer desfilar casi media vida de una chica, con brillante concisión), se da un juego de sustitución de identidades y de transformaciones sexuales que parece extenderse al infinito. Con un sorprendente protagónico a cargo de Romain Duris, seguido de cerca por la siempre excelente Anaïs Demoustier (conocida sobre todo por su debut en L’année suivante, 2006), la nueva amiga de esta última es... el viudo de su amiga de toda la vida. En la superficie, Une nouvelle amie puede parecer una suerte de La jaula de las locas, con un señor de vestido, tacos altos y peluca rubia, pero lo que Ozon plantea, muy seriamente, es que no existe algo así como una “identidad sexual”. Basta animarse para que desde el interior de cada uno se suceda una serie sin fin de mutaciones de género, gracias a las que, según las circunstancias, se puede ser hombre, mujer o ambas cosas a la vez.
Pasolini es el segundo Ferrara del año. Primero fue, en Cannes, Welcome to New York, su película sobre el caso Strauss-Kahn, con Gérard Depardieu apenas disimulado bajo otro nombre. Ahora, el último día en la vida del autor de Accatone, para quien el realizador de El rey de New York contaba con la persona indicada. Willem Dafoe, su actor fetiche desde hace años, es el único hombre sobre la Tierra que posee un rostro tan tallado en piedra como el de PPP. Hablada un poco en italiano y otro poco en inglés (casado con la actriz y realizadora Giada Colagrande, el genial actor de La última tentación de Cristo algo del idioma del Dante champurrea), en el film de Ferrara un Dafoe con anteojos de marco grueso vuelve a casa tras una estadía en Estocolmo.
Decisión acertada, Ferrara –coautor del guión– condensa en 24 horas al Pasolini de los últimos tiempos. Se reencuentra con la mamma (con la que vivió hasta el final), concede una entrevista sobre Salò, se pone al día con el Corriere della Sera, avanza en su novela postrera, Petróleo, y en el guión de Porno-Teo-Kolossal, que nunca llegó a ser su siguiente película. A la noche levanta a un ragazzi de vita en su auto sport y lo lleva a Ostia, donde terminará con el cráneo aplastado. Apuntes sobre Pasolini hubiera sido un título más apropiado para el film de Ferrara, en el que Maria de Medeiros hace de su ¿pareja? Laura Betti, la veterana Adriana Asti de su mamá y aparece, en un papel secundario, nada menos que Ninetto Davoli, coprotagonista de Pajarracos y pajaritos y la Trilogía de la vida, hoy en día con el cabello más blanco que lo que se sirve Ferrara en el desayuno. La película es fragmentaria y tentativa, incluyendo fragmentos –imaginados por el realizador de Un maldito policía– de Petróleo y de Porno-Teo-Kolossal, típica parábola mística-herética pasoliniana, que jamás pasó del papel a la pantalla.
En Yatasto (2011), Hermes Paralluelo filmaba a unos chicos cordobeses dedicados al cirujeo, plantando la cámara frente al asiento delantero de su carro de caballos. En No todo es vigilia (título de resonancias macedonianas, pero no por Macedonia sino por Macedonio Fernández), filma a sus abuelos. Los abuelos tienen ochenta y pico y están no sólo bastante achacosos, sino –tal como los filma el nieto– solos en el mundo. Como además el mundo que los rodea es uno lleno de dispositivos, cuyo uso ignoran –trátese de un despertador digital, una estufa que les dé algo de calor o la aparatología médica a la que los someten en un hospital–, la situación de Antonio y Felisa es de extrema fragilidad. Algo les queda: los recuerdos de infancia, que como a todo anciano se les hacen presentes como si hubieran tenido lugar ayer (aunque evocan una España que parecería de tiempos del Quijote) y ese gracejo de nativos de Teruel, que en las tres proyecciones despertó no sólo risas sino aplausos del público. Y no sólo al final. Aunque al final más, porque cuando Antonio Paralluelo & Sra. se presentaron en la sala (él con su sonrisa gentil, ella con su andador y su Alzheimer) fue el acabóse.
No todo es vigilia es uno de esos documentales en los que una puesta en escena pensada, ensayada y escrita no “mata” sino que refuerza la espontaneidad de los protagonistas, dando un sentido a sus acciones. “Me vi más joven”, comentó doña Felisa en la sala 2 del Kursaal, refiriéndose al 2013. Poco antes del final, la cámara queda contemplando la foto de casamiento que muestra a ambos a los 25. “Qué bellos éramos”, repite Antonio. Qué bello es ese plano, en el que la luz aumenta y disminuye imperceptiblemente. Como si al filmar la luz Paralluelo viajara en el tiempo, de ida y de vuelta. No deberá decirse más: sin duda No todo es vigilia va a verse en Mar del Plata o el Bafici, no debería extrañar que como parte de la sección principal de alguno de ellos.
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