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Domingo, 30 de noviembre de 2014

CINE › TERMINó LA 29ª EDICIóN DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA

Cuando los premios surgen por consenso

El reparto de los Astor parece sugerir una intensa negociación en un jurado con miembros de perfiles diferentes. La Competencia Internacional consagró a la turca Sesime gel/Come to My Voice; la Argentina, a Su realidad, de Mariano Galperin.

 Por Horacio Bernades

Desde Mar del Plata

En la crónica de ayer se señalaba la imposibilidad de predecir la decisión final del Jurado Oficial de la 29ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, dada su heterogénea composición, que tiende un arco que va desde Gerardo Herrero –el más poderoso productor español y defensor a ultranza del cine industrial– a su compatriota Manu Yáñez Murillo, reconocido por su defensa de las apuestas más radicales. Incluyendo a Paul Schrader, una opinión de peso pero difícil de adivinar, y la chilena Valeria Sarmiento, viuda de Raúl Ruiz, uno de los autores más rupturistas del cine reciente. Los Astor concedidos dan a pensar en un esquema de soluciones negociadas, que termina dejando afuera las apuestas más “jugadas” (Jauja, de Lisandro Alonso; Cavalo Dinheiro, de Pedro Costa; The Duke of Burgundy, de Peter Strickland), priorizando en su lugar opciones más consensuales. Como la turca Sesime gel/Come to My Voice, que narra la odisea de una anciana kurda y su nieta frente al ejército local, el clásico “polar” (policier artistique) francés La chambre bleue y la italiana Le meraviglie, drama campesino-familiar con una vuelta de tuerca. Ninguna de las tres películas argentinas (Jauja, El Perro Molina de José Campusano, La vida de alguien de Ezequiel Acuña) logró colarse en el podio.

La que este cronista consideró la mejor de Competencia Latinoamericana (la brasileña Branco sai preto fica, una de las más singulares de todo el festival) se quedó nomás con el premio respectivo, mientras que los Astor más importantes de la Competencia Argentina fueron para la muy elogiada Su realidad, de Mariano Galperin, docuficción alrededor de ese personaje que es Daniel Melingo (Mejor Película), el ejercicio de naturalismo actoral El 5 de Talleres, de Adrián Biniez (Mejor Director) y el buen documental Salud rural, de Darío Doria (Mención Especial). Por fuera de los premios especiales hubo varias decenas más (chequear mardelplatafilmfest.com), ya que el de Mar del Plata es tal vez, en el mundo entero, el festival que más galardones otorga. En relación con la premiación de la Competencia Internacional debe tenerse en cuenta que varias de las películas presentes en esa sección (Jauja, Cavalo Dinheiro, la propia Le meraviglie) recibieron premios seis meses atrás en Cannes, por lo cual lo aconsejable en estos casos para cualquier jurado es apuntar la mira sobre películas que estén más vírgenes.

Lo anterior es consecuencia de una limitación congénita del Ficmdp: se trata de un festival al que –a diferencia del Bafici, para poner el ejemplo más próximo– le cuesta mucho conseguir, para su Competencia Internacional, películas que no hayan tenido una importante repercusión previa en otros festivales. Apenas puede hacerlo con algunas de las películas argentinas, que son de estreno (en esta ocasión El Perro Molina, que para este cronista está bien por debajo de la obra previa de Campusano, y La vida de alguien, que confirma que Ezequiel Acuña cada día filma mejor), aspirando para el resto a encontrar films que hayan pasado por festivales no de clase A, o sí de clase A pero sin haber llamado demasiado la atención (los casos de The Duke of Burgundy, la iraní Melbourne, la brasileña Ventos de Agosto, la coreana Alive o la propia Come to My Voice, entre otras). Pero ese es un problema más de los jurados, que deben esforzarse en dar con alguna película que no tenga premios previos, que del público, al que no eso no tiene por qué importarle demasiado.

Con un equipo de programación consolidado, Mar del Plata sigue cumpliendo satisfactoriamente una triple función: presentar al público (tanto al local como a los invitados extranjeros) parte de lo mejor estrenado durante el último medio año en festivales del mundo entero; estrenar, entre largos, medios y cortos, medio centenar de novedades argentinas, y recuperar, en sus focos y retrospectivas, mucho cine que hace tiempo no se ve. O que lisa y llanamente nunca se vio. Es lo que sucedió este año con la obra del ruso Aleksei German, algunos de cuyos primeros films se habían visto, allá lejos y hace tiempo, en el viejo Cosmos 70, mientras que los más recientes y geniales lisa y llanamente no se vieron jamás. O la del mexicano Jaime Humberto Hermosillo, un caso semejante. O la francesa Claire Denis. O el gran Daniel Tinayre, de cuya obra de cerca de veinte títulos se vieron aquí trece, que ayudaron a verificar que el marido de Mirtha Legrand dominaba la gramática cinematográfica con una brillantez casi única para el medio local. Si a eso se le suman un montón de charlas, mesas redondas, presencia de realizadores extranjeros y la presentación de casi una docena de libros de cine, la misión del Ficmdp debe darse por más que cumplida.

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Come to My Voice narra la odisea de una anciana kurda y su nieta frente al ejército local.
 
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