Jueves, 4 de diciembre de 2014 | Hoy
CINE › UN PASADO INFERNAL, DEL ESPECIALISTA EN TERROR VINCENZO NATALI
Por Diego Brodersen
El canadiense (nacido en Estados Unidos, torontiano por adopción) Vincenzo Natali es un nombre consuetudinario para los fans del terror y el fantástico cinematográficos, desde que su ópera prima Cube (1997) adquiriera estatus de culto y su excusa argumental básica fuera imitada en una docena de films posteriores. Con ese título y algunos otros como Cypher y Splice - Experimento mortal, logró cimentar una reputación como realizador de films de bajo presupuesto rendidores en taquilla. Sus películas nunca son del todo originales –ni pretenden serlo–, usualmente incluyen uno o más tramos donde el manejo del suspenso y cierto ingenio narrativo logran mantener la atención e, inevitablemente, derrapan tarde o temprano por exceso de golpes de efecto y/o la repetición a mansalva de lugares comunes revisitados con desfachatez. Un pasado infernal no es la excepción a la regla, aunque la confirma con creces.
La cosa arranca, como quien no quiere la cosa, como un (otro, y van...) despiadado robo a Hechizo del tiempo, el ya clásico y fantástico en todo sentido largometraje de Harold Ramis. Quien está atrapada en la vivencia a repetición de un mismo y único día del año 1985 es Lisa, una adolescente darkie (Abigail Breslin, la chiquita de Pequeña Miss Sunshine y La isla de Nim) que, rebelde al fin, adora escuchar en su walkman a The Cure y Siouxsie and the Banshees. A tal punto el concepto de aquella comedia es tomado literalmente que la canción de Sonny & Cher es reemplazada por la voz en un walkie-talkie del hermano menor de la chica. Claro que aquí el tono es bien distinto: al hecho de transitar siempre la misma jornada, súmesele la complicación de no poder abandonar la casa en la que se vive, que además parece estar amenazada por alguna presencia sobrenatural. Cuando el callejón sin salida del concepto “día de la marmota” comienza a agotarse, como cierre del primer acto Natali y el guionista Brian King rotan la tuerca y le asestan al espectador un giro alla Sexto sentido o Los otros: los supuestos fantasmas no son otra cosa que seres vivos y viceversa.
A pesar del efecto batidora de casos y cosas ya vistas –a los cuales se suman un asesino en serie, pequeñas puertas clausuradas y tablas Ouija encontradas en el altillo–, Un pasado infernal encuentra el mejor camino en su tercio central. Puro artificio de guión y ritmo de montaje, es cierto –y no precisamente ayudados por los previsibles sonidos tenebrosos y luces que se apagan súbitamente–, pero con la suficiente fe en el material para resultar verosímil y moderadamente atractivo. Pero lo bueno no dura demasiado y el viejo truco de la casa embrujada –reciclada por medio de mundos temporales paralelos– deviene fábula de venganza espectral basada en los antiquísimos conceptos religiosos de infierno (o purgatorio) y paraíso. Claro que, una vez que la maldición es exorcizada y el cuco desaparece, el edén sigue siendo demasiado parecido a un limbo de publicidad, puro reencuentro con seres queridos, familias nucleares recuperadas y regalos de cumpleaños a imagen y semejanza de los terrenos. ¿Tanto despelote para ese cielito?
(Haunter, Canadá/Francia, 2013.)
Dirección: Vincenzo Natali.
Guión: Brian King.
Fotografía: Jon Joffin.
Duración: 97 minutos.
Intérpretes: Abigail Breslin, Peter Outerbridge, Michelle Nolden, Stephen McHattie, Peter DaChuna.
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