Viernes, 9 de enero de 2015 | Hoy
CINE › COMIENZA EL CICLO GRATUITO LA NUEVA OLA EN EL ESPACIO DE CINE DEL PALAIS DE GLACE
La sala Kino Palais presenta desde hoy una docena de películas de toda clase, con el único factor común de que transcurren en el estío. La lista incluye un par de estrenos y algunos títulos de aquí y de afuera que merecen una segunda oportunidad.
Por Horacio Bernades
Contra la dictadura de las comedias refrescantes parece pensada la programación de verano de Kino Palais, espacio de artes audiovisuales del Palais de Glace. Mientras las salas comerciales parecerían regirse por el precepto de que el cine de verano debe ser como un helado, los programadores de KP abren, en tal caso, una de esas heladerías gourmet que al chocolate le ponen pimienta, jengibre, cosas así. El único precepto que guía el ciclo La Nueva Ola (gran título) es que las historias transcurran en verano. De ahí en más, los personajes pueden amarse, pelearse, separarse, viajar, obsesionarse, rescatar ahogados, hasta asesinarse e incluso aburrirse, si así lo desean. Son una docena exacta de películas de todos los orígenes y estéticas, algunas estrenadas y otras no (se incluye una argentina inédita), que se exhiben los fines de semana de enero y febrero a las 19 en el Palais de Glace, en el sistema de proyección blu-ray y con entrada libre y gratuita (ver detalle aparte).
El estreno absoluto del ciclo es El último verano, ópera prima del salteño –radicado en Córdoba– Leandro Naranjo. En un digital blanco y negro como hace tiempo no se ve, Naranjo filmó su película en unos días. Los que busquen “una historia” van muertos: la ópera prima de Naranjo (26 años) narra básicamente una única situación: el reencuentro casual entre un muchacho y una chica, que alguna vez tuvieron una relación y ahora pasan juntos toda la noche, en el departamento de ella. Ella (Julieta Aiello) es un encanto; él (Santiago Zapata), uno de esos muchachos a los que hay que arrancarles las palabras como si fueran muelas cariadas. Julia (el personaje) es música y cantante; Santi (el personaje) acaba de terminar la carrera de cine. Charlan (más ella que él), se ponen al tanto de sus vidas, escuchan música, ella canta y toca algo al piano, toman cerveza (mucha), fuman tabaco (mucho), él la lleva al cineclub donde programa películas (se trata de Cinéfilo, el mítico cineclub-parripollo cordobés donde Naranjo programa películas, claro) y, por más que ella ande en shorcito, se tire en la cama y se suelte el pelo, eso es todo lo que pasa.
Con netas influencias del género indie conocido como mumblecore (en el que también pasa poco y se habla mucho, generalmente en blanco y negro), resuelta en unas pocas secuencias y con abundante presencia de amigos de la casa prestándose como actores (y muchas referencias internas), El último verano es, como lo era Mi noche con Maud, una película desesperante. Allí, Jean-Louis Trintignant se pasaba la noche entera hablándole sobre Pascal a la rimbombante Françoise Fabian, al pie de su cama. Aquí sucede algo semejante, pero no se habla de Pascal. La ópera prima de Naranjo fue parte de la Competencia Argentina del último Bafici. En la Competencia Internacional del mismo festival, el año anterior había podido verse I Used to Be Darker, de Mark Potterfield. Desde ese momento hasta ahora, que la recupera Kino Palais, no se había vuelto a exhibir.
Como ya lo insinuaban sus dos primeros largometrajes (Hamilton, 2006 y Putty Hill, 2010), Potterfield es capaz de poner en escena con crudeza complejas situaciones emocionales, en las que es más lo subterráneo que lo manifiesto. Así lo confirma I Used to Be Darker, donde una chica irlandesa huida de casa de sus padres va a parar, del otro lado del Atlántico, a la casa de su prima mucho mayor, en el momento exacto en que ésta se está separando, muy mal, del marido. La chica está embarazada y su prima y marido no paran de pelearse: alta explosividad, pero narrada en sordina. La Nueva Ola incluye tres películas del movimiento conocido como Escuela de Cine de Berlín. Una de ellas se estrenó, las otras dos no.
La que se estrenó es la magnífica Entre nosotros, de Maren Ade, a la que convendría prestarle la atención que en el momento de su lanzamiento comercial no se le concedió. Las que no son Vacaciones (Ferien), de Thomas Arslan, y Tarde (Nachmittag), de Angela Schanelec. A Vacaciones y Tarde podría considerárselas mellizas. En ambas, sendas familias se reúnen, en vacaciones, en el primer caso para que se produzcan rupturas y disoluciones; en el segundo, para que la enfermedad y depresión del abuelo lo tiñan todo (la película de Schanelec parafrasea La gaviota, de Chejov). Con su reunión de dos matrimonios también en vacaciones, y también para que cunda precisamente la concordia, Entre nosotros sería, si se quiere, la hermana trilliza de las anteriores.
Los dos films latinoamericanos programados también están inéditos. Uno de los más recientes de Nicolás Pereda –de los cineastas mexicanos más mimados en festivales–, Verano de Goliat indiscrimina documental y ficción, presentando un ramillete de historias en un pequeño pueblito mexicano. Actuada por los propios pobladores, una de las historias (la de un chico que habría asesinado a su novia, ante la indiferencia de familiares, amigos y vecinos) incluye entrevistas a cámara, o lo que pasa por tales. En las otras, la violencia aparece de modo más larvado, tal vez como reducción a escala de lo que viene sucediendo en México en el último lustro.
Opera prima de Maite Alberdi, el documental chileno El salvavidas tiene por centro a un guardavidas, convencido de que la mejor forma de cumplir con su trabajo es no tener que meterse al mar, y su sorda rivalidad con un colega, famoso por sus habilidades de rescatista. Del resto de la programación del ciclo, compuesta por films estrenados, Balnearios y Cara de queso contaron con un público fiel. No es el caso de las argentinas Glue y Ostende y la chilena De jueves a domingo, que bien merecen esta segunda oportunidad.
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