Miércoles, 16 de agosto de 2006 | Hoy
CINE › SECUELAS DE “EL CODIGO DA VINCI”
La película de Ron Howard ya tiene su saga porno. El turno de las “sex remakes”.
Por Julián Gorodischer
Los clones porno de El Código Da Vinci tienen mala prensa: “parásitos”, “lineales”, “oportunistas”, todo eso es poco. Pero mal que les pese a sus detractores, el estreno del film sobre el libro de Dan Brown generó una tardía fiebre sexual que se expresó en The Da Vinci Load (La carga Da Vinci) en sus dos versiones homo y hétero y en el próximo estreno de The Da Vinci Hole, ejemplos de un género “sex remake que andaba en horas bajas –según define el crítico español Lucas Soler, alias Casto Escópico, especializado en cine condicionado–, pues supone más gastos de decorado, vestuario y guión. Y la industria prefirió en el último tiempo dedicarse a los films sin libreto hechos con cámara casera”. ¿Por qué vuelve?
The Da Vinci Load es la versión del thriller en formato porno, e inauguró su serie de dos películas con una dedicada al público gay, definida por su productor Peter Zaragoza como “la cinta con mayor presupuesto de cuantas se realizaron, con un grado de suspenso igual al de la película de Ron Howard”. La estrella es Sebastian Young, que se autodefine como “un chico malo bien caliente de gran carisma”. Como investigador, debe descubrir el enigma detrás de La Gioconda que, aquí, remite a los restos de esperma de su pintor, que habrían sido usados en sus obras maestras y que tendrían poderes sobrenaturales. Zaragoza demuestra, cuando se explaya en el análisis de su film, que es un buen comentador de géneros y estilos, ya que se formula preguntas como las que siguen: “¿Si me gusta el porno de estilo camp? ¿Cómo lo definiría? Fue muy difícil para mí filmar esta película sin tomarlo en broma. Pero hay algo tremendamente serio en este film y es su posición política contra la violencia...”.
Curiosamente, Estudios Hustler –uno de los emporios porno de EE. UU.– lanzó simultáneamente la versión heterosexual de The Da Vinci Load. Su historia sigue la develación del gran secreto del llamado “Priorato de Semen”, la logia que custodia el secreto del semen de Leonardo, aún más delirante que su par para público gay. Parte de la promoción es venderse como “más coherente con el Misterio que la original de Brown”. “Debería estar agradecido con el escritor Nelson X y el director Jerome Tanner por adaptar su execrable libro al lenguaje que le corresponde: el del porno”, escribió un extraño ejemplar de esta fauna de fans de clones/ detractores del original. “El primer objetivo –explicó Lucas Soler, nacido en Colombia y traspasado de la filología a la crítica porno– es vampirizar el éxito de las grandes producciones, cambiando el título con una connotación erótica e intentando imitar el cartel original. El otro es aprovecharse de un tema, algo que le viene muy bien a la industria pornográfica, tan carente de imaginación y guionistas.”
“Como sé que mis incontables lectores son gente culta y refinada, paladeadora de cuantos deleites pueda ofrecer el variado panorama cultural globalizado –escribe uno de los tantos fans de The Da Vinci Load, en una de las páginas web que homenajean a la saga–, no dudo de que todos ellos serán conscientes de que es práctica habitual y bien vista el ejercicio del pastiche en la industria del entretenimiento para adultos. Y todo esto para decir que es normal en el porno hacer pelis que copien títulos o argumentos de películas en el candelero.” ¿Qué hay para ver? Escenas sexuales entre la dupla de investigadores en escenarios variopintos que abarcan el Museo y la Abadía, masturbación para obtener el análisis contrastivo del semen de Leonardo hasta hacer reflexionar al fan Opus Dámela local: “Lo que yo no entiendo es cómo consiguió Leonardo esa impresionante paleta de colores”.
En The Da Vinci Hole, de trama muy similar a las dos versiones de The Da Vinci Load, los agentes secretos del Priorato de Semen descubren, también, que Leonardo da Vinci pintó la Mona Lisa con su propio esperma. Pero aquí el punto de vista de la narración está íntegramente de su lado, anclando en las orgías de quienes cogen en nombre del arte y matan a quien se cruza en su camino en rituales que incluyen siempre la tríada de instancias del porno clásico: masturbación/ sexo oral/ penetración. La intención del grupo es revivir a Da Vinci, como complejización absurda de la idea original, para mantener vigente la influencia del semen milagroso.
Los clones de El Código... son, apenas, la expresión de un fenómeno mayor que contradice la tendencia de los últimos años: si, como explicaba Soler, las productoras optaron, hasta 2004, por el porno de estética casera de bajo presupuesto y afín a la lógica voyeurista que caracterizó a la era de los reality shows, las producciones recientes cambian de dirección. Así se fueron estrenando La señora de los anillos (2005), filmada en Nueva Zelanda al igual que la trilogía de Peter Jackson, con la superestrella porno Silvia Saint. Pirates (2005), basada en Piratas del Caribe, fue filmada en barcos de época, y mereció once premios AVN, los Oscar del porno. Dado que en todas las sex remakes domina el registro de la parodia, es oportuna la pregunta: ¿Se lleva bien el humor con el erotismo? “Estas sex remakes –responde el crítico local de porno de seudónimo Gran Ponente– están dirigidas a un público que no consume el género, para curiosos que se acercan más por el morbo de cotejar que para excitarse. Para el resto, dado que la parodia es un género frío por naturaleza, pueden parecer fallidas.”
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